Ruperto Álvarez, uno de los descubridores del conjunto rupestre, pide medidas de protección ante lo que considera un «deterioro a pasos agigantados» del Patrimonio de la Humanidad
29 mar 2018 . Actualizado a las 08:40 h.«Cuando descubrimos la cueva yo tenía 22 años. Ahora tengo 72. He llegado a ver los 50 años del descubrimiento, y lo normal es que no llegue a vivir los 75; pero si viviera, tengo miedo de pensar que para entonces podría verla cerrada, igual que se cerraron otras cuevas parecidas por falta de cuidado. Y eso sería una pena». El próximo 11 de abril se cumplirá el cincuentenario del que habla Ruperto Álvarez Romero. El fue uno de los protagonistas del hallazgo del impresionante conjunto de pinturas rupestres que ocultaba el que entonces aún se llamaba Pozu'l Ramo en el riosellano macizo de Ardines; el mismo lugar que es desde hace 10 años Patrimonio de la Humanidad bajo el nombre de Tito Bustillo, que se le dio poco después en memoria de uno de sus descubridores.
Pero el ánimo no es precisamente festivo unos días antes de la efeméride para la que no hay -que se sepa- ningún acto oficial previsto. Álvarez comparecía el pasado jueves en Tito Bustillo junto al diputado popular Pedro de Rueda y su compañero en la Junta Local del PP gijonés Manuel del Castillo para confirmar lo que constatan los ojos humanos que vieron por primera vez en miles de años aquellas maravillas escondidas: «Las pinturas perdieron vida. Es igual que si ves una foto recién hecha o una foto que se ha ido degradando, una foto que tuviese cincuenta años. Se están degradando a pasos agigantados y nadie pone coto a esa situación».
Este fue precisamente el motivo de la presencia de los políticos populares ante la cueva de Tito Bustillo: reiterar un llamamiento que ya hace dos años Pedro de Rueda realizaba ante el consejero de Cultura y que vuelve a plantear ahora a través de una interpelación urgente en la Junta General del Principado. De Rueda pide «la conservación de un bien que nos preocupa, y mucho, al constatar que no se están tomando medidas, cuando existen desde hace años informes sobre las filtraciones de aguas, purines, bacterias coliformes y amoníaco que día a día van menoscabando la integridad de las pinturas». También apunta a otros vectores de agresión, como el crecimiento sobre la caverna de las raíces de los eucapiltos, que fracturan el terreno y favorecen aún más la contaminación de la cavidad. Con todo y a pesar del carácter urgente de su interpelación, De Rueda asegura que no quiere ser «alarmista» sino «simplemente» reclamar una reacción del Principado ante la «un proceso que es lento, como la gota china, pero también irreversible».
Estudios
De esos riesgos ya dejaban constancia trabajos realizados por encargo del Principado hace años, como el 'Estudio hidrogeoquímico del sistema kárstico de la Cueva de Tito Bustillo' realizado por un equipo encabezado por uno de los grandes especialistas en la investigación y conservación de este tipo de patrimonio y los entornos en los que se ubica, el geólogo del CSIC Sergio Sánchez del Moral, junto con los profesores Cañaveras, Lario, Cuezva y Soler. El trabajo encabezado por el autor del estudio integral de Altamira describía el «sistema kárstico relacionado con el río San Miguel que entra por el sumidero de la Gogocera, y del cual la cueva de Tito Bustillo es el desagüe principal», y tras los análisis y estudios correspondientes detectaba que «la cuenca de recepción del río San Miguel se ve afectada por fuerte actividad antrópica que ha afectado la zona y que se refleja en afecciones a la calidad de las aguas naturales y a los riesgos de inundaciones de la cavidad».
«Las aguas», proseguía el estudio, «presentan altos índices de contaminación (no aptas para consumo humano), relacionadas con infiltración de aguas residuales urbanas (coliformes fecales), así como con el lixiviado de abonos orgánicos (compuestos nitrogenados). La contaminación aumenta considerablemente a partir de la zona de San Miguel de Ucio».
«En el interior de la cavidad la composición química de las aguas está afectada por la infliltración de aguas superficiales y por las aguas marinas que se introducen en la cavidad por efecto de las mareas», señalaba asimismo el artículo, que encontraba que, además de las del tipo bicarbonatado-cálcico -las más abundantes- en la cueva se detectaban «aguas de goteo sulfatadas-cálcicas» que «junto con los problemas de contaminación detectados, pueden afectar a la composición de la cavidad y concretamente a las pinturas rupestres que albergan».
Ruperto Álvarez resulta más enfático en sus denuncias y sus demandas. Se nota el intenso vínculo personal que le une a Tito Bustillo. No en vano, él fue precisamente quien volvió a agitar ante sus compañeros de partido en la Junta General y en la Junta Local informes como el mencionado. Pero para Pedro de Rueda, esos estudios -algunos de ellos realizados hace más de tres décadas- cobran más fuerza acompañados por el testimonio personal de Pérez, «los ojos de la persona que al fin y al cabo vio por primera vez las pinturas» después de que los pobladores del abrigo se extinguiesen. Álvarez habla, en términos emocionales de «pena y dolor»; pero también apela a argumentos más técnicos.
Monitorizar la cueva
«Es urgente que se vuelva a monitorizar la cueva. Se desmonitorizó hace muchos años, así que no hay control sobre sus condiciones», afirma, en línea con una de las demandas de Pedro de Rueda para que se retomen «de modo constante, como se hace en Altamira y otras cuevas» las mediciones de todas las variables medioambientales en torno a las pinturas, día a día y a lo largo del tiempo. Ruperto Álvarez dice tener testimonios que «aseguran que se hacen análisis y se toman muestras de vez en cuando». «Pero», añade, «no sabemos qué análisis ni sus resultados Si es así y se están guardando en un cajón, ¿por qué no se conocen?¿Por qué ese secretismo? ¿Quién pide responsabilidades si esto llega al desastre que lleva camino de ser si no se toman medidas para algo que está más allá de toda ideología política?».
A estos razonamientos, Pedro de Rueda añade otros de índole más pragmática. En primer lugar, y de modo más inmediato, echa de menos algún tipo de promoción de Tito Bustillo en el medio siglo de su descubrimiento, pero también una política «que hoy se puede calificar con una palabra: inexistente» que proyecte la «marca» icónica de sus pinturas. Y, sobre todo, la «conservación en el tiempo de un bien como este, porque si no tenemos bien no tendremos nada que promocionar» en términos de recurso turístico de primer orden. De Rueda asegura que las únicas actuaciones recientes han tenido que ver con la adecuación del entorno, y que se han financiado con cargo «al 1,5% por ciento cultural del Estado». La situación en muy distinta por lo que respecta a las iniciativas del Gobierno asturiano, según De Rueda: «Nos tememos que la inacción del Principado lleve a que lo que durante miles de años guardó como un tesoro la naturaleza, en unas décadas los gobiernos socialistas lo pongan en grave peligro», concluye.