Sin ellas no hay historia (justa y completa) del arte asturiano

J. C. G.

CULTURA

Autorretrato de 1903 de la pintora gijonesa Julia Alcayde
Autorretrato de 1903 de la pintora gijonesa Julia Alcayde

Luis Feás inicia en Espacio Crítico el ciclo de charlas «Femenino Plural», que empieza el día 7 con una reivindicación de las pintoras asturianas del período de entresiglos

06 mar 2018 . Actualizado a las 12:20 h.

«Las artistas asturianas han gozado de la misma invisibilidad en las artes, tan propia de su género, que en cualquier otro proceso social, político, económico o histórico». El diagnóstico, en absoluto sorprendente, lo hace la historiadora del arte Cristina Suárez al principio del artículo dedicado a Julia Alcayde -la considerada como la primera pintora del arte asturiano- en el primer volumen de Artistas Asturianos, el gran proyecto enciclopédico sobre el arte del Principado publicado en once tomos por Hércules Astur. Y dictámenes como ese son los que tiene en mente el crítico, estudioso y comisario Luis Feás para la conferencia que abre el ciclo de este año en el marco de Espacio Crítico, la iniciativa que impulsa desde Oviedo. Será el 7 de marzo, en la vispera y contexto de un 8-M que este año viene especialmente combativo e intenso en su reivindicación de lo que las mujeres hacen, han hecho y pueden hacer. También, por descontado, en las artes plásticas.

Por ello, Feás, que impartirá su charla  las 20 horas en el hotel Regente de Oviedo, ha puesto su mirada en 29 de las creadoras con las que la pintura asturiana realizó el tránsito del siglo XIX al XX en uno de los periodos de mayor efervescencia artística de la historia. Su intención es clara: hacer patente sin ellas la historia del arte asturiano queda absurda e injustamente mutilada. El título del ciclo será 'Femenino Plural'.

El propio Feás, coordinador de Artistas Asturianos, afirma en el 'Catálogo de Ausencias' con el que abre el primer tomo de la colección: «En Asturias ejercieron en esos años un buen número de pintoras que, aunque no pudieron ejercer como artistas profesionales, debido a las limitaciones que en aquel entonces se imponían a su sexo, trabajaron eficazmente y con oficio, en muchos casos gracias a que la mayoría de ellas pudo recibir una completa formación académica». Es significativo que sea precisamente el 'Catálogo de Ausencias' -en el que cada tomo deja constancia la obra de autores y autoras asturianas de menos envergadura o simplemente menos documentados-  donde se citan la mayor parte de estas mujeres pioneras. Solo la propia Julia Alcayde, la también gijonesa Carolina del Castillo y la ovetense Marixa -María Luisa Fernádez Casares- gozan de artículo propio en las páginas dedicadas al período periodo de entresiglos y principios del XX a los que se aludirá en la conferencia.

Fragmento de 'Retrato de Mujer' (1924), de Carolina del Castillo
Fragmento de 'Retrato de Mujer' (1924), de Carolina del Castillo

Ellas son las bisabuelas de las muchas artistas que hoy ocupan su lugar en la primera línea del arte asturiano, por más que puedan persistir las desigualdades en más de un sentido. Pero la situación era inconcebiblemente más sangrante cuando estas primeras hijas de una burguesía ilustrada y culta optaron por dedicarse al arte más allá del mero entretenimiento para señoritas o señoras más o menos ociosas; un camino por el que las siguieron mujeres que no necesariamente respondían a ese perfil social, y que en ocasiones provenían de familias campesinas o proletarias. Pero resulta indiscutible que Julia Alcayde (Gijón, 1855-Madrid, 1939) es la efigie femenina en la proa de esa lenta revolución.

«Con ella», escribe Cristina Suárez, «se inaugura todo un proceso de acceso de las mujeres asturianas al panorama artístico que desemboca, a lo largo del siglo XX, aunque de forma lenta y paulatina, en un grupo de artistas que han llevado su vocación a altos grados de profesionalidad». De cerca le siguió, con un carácter aún más decidido e independiente, la también gijonesa Carolina del Castillo (1967-1933), cuya trayectoria ha sido también relativamente bien atendida respecto a algunas de sus coetáneas y artistas inmediantemente posteriores. Como también así sucede con la ovetense María Luisa Fernández Casielles, Marixa (Oviedo, 1914-Bayona, Francia, 1995).

Bodegón sin título de 'Marixa'
Bodegón sin título de 'Marixa'

Una generación que abrió caminos

Como señala la también historiadora del arte Ana María Fernández García en el estudio dedicado a esta última pintora en Artistas Asturianos, figuras como ellas «contribuyeron con distintas inquietudes estéticas al afianzamiento del lenguaje moderno en las artes asturianas». Pero no estuvieron solas, ni mucho menos: hubo toda una generación de «mujeres que abrieron caminos y que desafiaron la hegemonía masculina en el ámbito cultural, gracias a una producción de calidad y a unos intereses plásticos modernos y renovadores». A ellas es precisamente a quien con más interés quiere reivindicar el ciclo de Espacio Crítico.

Para muy pocos aficionados actuales, incluso entre los más avezados, los nombres dicen poca cosa. Quizá alguna obra suelta, la familiaridad de un apellido que remite a un padre o hermano pintor con más renombre o la presencia en salones y colectivas de importancia, en las que menudearon obras sueltas de estas artistas postergadas. Pero ahí estuvieron, y dejaron un legado que merece la pena iluminar. Entre ellas destacaron la mierense Adelina Yoli, la avilesina María Galán Carvajal o la ovetense Concha Mori. Pero también queda constancia de la dedicación de Carolina Donati, Clara Bayo, Julia Tapia, Rosario Buergo Fernández de la Hoz, Celestina Álvarez, Armida Miyar, Luz Casanova, Nicasia Álvarez Amandi, María Luisa Martínez, Aurora Martínez Moreno, Obdulia García Díaz o Mariana López Cancio, Beatriz Buznego Lueje y pintoras casi desconocidas, apenas citadas en colectivas de la época, como María Luisa Martínez, Mimi Viliesid, Blanca y Olga Pérez G. del Río, Dolores A. Prida, María Paz Sánchez Menéndez. Hasta cabría recordar a una de las grandes pintoras del XX español -reconocida, ella sí- como la gallega Maruja Mallo (Viveiro, 1902-Madrid, 1995), que entre la época decisiva de los 12 a los 20 años vivió en Avilés, y que debutó con una muestra individual en Gijón.