El escritor Ray Loriga participó en las tertulias del Teatro Campoamor donde habló de los recuerdos de su infancia en Asturias y sus referencias en novela y poesía
09 feb 2018 . Actualizado a las 11:36 h.Manolo Vicent me dijo un día: «Pon tu foto en la contraportada o la solapa mientras seas joven y guapo; la belleza te ayudará a vender libros. Nadie quiere estar leyendo una novela y toparse con la imagen de un viejo calvo, piorreico y gordo». Nada más ver a Ray Loriga, entendí por qué su foto siempre sale en los libros. Su presencia sugestiona, todos los reunidos en el salón de té del Teatro Campoamor caímos rendidos a sus pies al verle atravesar el largo pasillo entre las sillas y tomar asiento. «Yo en la izquierda, siempre a la izquierda, soy un hombre de izquierdas», bromeó ante el público. Loriga ya no conserva la juventud de cuando escribió «Héroes», se le nota en la forma, en el rostro, en su escritura. Pero sigue tocado por ese virtuosismo: 'enfant terrible' y estrella del rock. Llegó ataviado con unas botas granates, vaqueros, chaqueta negra, pañuelo al cuello --al más puro estilo García-Alix-- guantes de vagabundo y gafas de sol. Su pelo se volvía para atrás como acostumbra; en su ojos el brillo y la esperanza de la literatura.
Llegué a Ray Loriga y sus libros por Jabois. Hubo un tiempo --aún continúa-- que leía con fervor y alevosía todo lo que escribía MJ; por sus referencias y comentarios me decidí a leer a Ray. Parte de culpa, también, la tiene «El Guardián» (Javier Aznar). Lo hice en orden cronológico de publicación de sus libros. Su veneno me había infectado, y fui incapaz de dejarlo hasta acabar toda su obra publicada. Por eso, cuando me enteré que había ganado el Premio Alfaguara y sacaba nuevo libro «Rendición» (Ed. Alfaguara)’ en mi casa fue día de fiesta.
Loriga acudió, el jueves 8, a las Tertulias del Campoamor a hablar de literatura y a presentar su nueva obra. Llenó la sala. Junto a Iván de Santigo, que hizo de presentador y conductor del coloquio, RL habló de literatura, de música, de la vida; y poco de «Rendición». Una novela se escribe para que otros la lean, no para que su autor la cuente.
Empezó recordando su infancia y su primera vez en Oviedo, a donde vino con su familia para costear una vaca a un tío hippie que tenía viviendo en Gijón. «La infancia es mucha tristeza y un poco de alegría». Hablo de la fuerza que tuvieron en sus primeros años los libros y la música: «lo que más me gusta de la literatura es el comienzo de la palabra :'litera-'. La literatura como lugar donde se sueña». Al estar aquí, y hablar de la ciudad, es imposible que no salga Ángel González, ante el que Ray se postra y pone su rodilla en el suelo. «Me tocó la ruleta de la fortuna al conocer a Ángel. La poesía no es rima, no es decir cosas bonitas. La poesía es dar en el centro de la diana; y Ángel González lo hacía».
Se mostró desconfiado y escéptico ante los movimientos colectivos, no tiene fe en el rebaño ni en su pastor. «Tengo esperanza en los movimientos individuales, en el individualismo de cada ser y sus proyectos. En la iniciativa propia de cada uno, es la única manera de lograr algo». Dejó bien claro que él nunca ha formado parte de una generación de escritores, pese a que muchas veces se le haya etiquetado: «yo sólo iba caminando, lo que pasa es que, a veces, varios caminando confluyen. A esto no se le puede llamar generación, más bien imitación». Ante la dicotomía seguridad / libertad; elige la seguridad, porque prefiere estar vivo. «Mira, las 'fake news' se llaman mentiras. Para desmontarlas sólo se necesita contrastar, es fácil. Contrastando conseguimos ver el perfil a las mentiras. Las noticias se contrastan, como toda la información que nos llega. Es estúpido no hacerlo. Pero somos muy vagos y cómodos, no queremos leer y nos conformamos con lo primero que nos llega. Cada uno diferencia y contrasta su información, cada uno se rige a sí mismo y es culpable de los datos que le alcanzan y su interpretación».
Hablando de la sociedad actual, reconoció no verse capacitado para analizarla objetivamente al estar viviendo en esta realidad. Cree en todos los tipos y formas de vida siempre que no dañen al otro. «Un concepto, una clasificación, un género no definen a cada ser. Es todo mentira. Cada uno es cada uno, y diferente a los demás (...) no hay que esperar a la opinión de los demás para concebirse a uno mismo. A la igualdad se llegará respetando las diferencias, no imponiendo la clonación».
Para cerrar el encuentro, compartió sus ideas e impresiones sobre la literatura y dió unas pinceladas de cómo concibe su faceta de escritor. «La gente que sabe contar historias siempre tiene compañía», dice el protagonista de 'Rendición'. Entiende la escritura como soledad, silencio, método y rutina. «El trabajo de un escritor es ponerse en la piel de otro. Verter una idea y desarrollarla en otra personalidad, imaginarse en otro». «Siempre he deseado ser un escritor con un pulso, una voz constante. Pero no puedo, no soy capaz. Me aburro, cambio de idea, de costumbres». Habló de Samuel Beckett como el mejor escritor que ha habido nunca, alguien capaz de escribir sobre algo de lo que no hay nada que contar. «Después de Beckett, los demás, hacemos como que escribimos. Nos ha reducido a la nada, a la nada inteligente». Recuerda la primera vez que fue a Berlín y visitó el Monumento a los Libros Quemados y se le romovieron las entrañas: «el pensar que un libro podría hacer daño a alguien. Pensar que es dañino, y quemarlo. Lo que está escrito ya viene declarado; lo más peligroso que nos puede venir va a ser a escondidas: la maldad viene oculta, por la espalda. Lo que verdaderamente hace daño es no leer». Ray Loriga se despidió de los asistentes poniendo el punto final con una frase brillante: «la literatura junta dos silencios, es algo mágico. La literatura es dos personas comunicándose en silencio».