El batería de Los Planetas relata en «Cuatro millones de golpes» sus peripecias con la banda granadina, así como su pasado con KGB y Lagartija Nick. Se trata de un paseo divertido, alocado y emotivo por una biografía que «podría haber filmado Almodóvar»
21 ene 2018 . Actualizado a las 09:25 h.En el año 2013 existían rumores de que Eric Jiménez dejaba Los Planetas. La banda tenía firmados dos conciertos muy particulares con el Primavera Sound. En ellos, revisarían tema a tema el disco que la crítica considera como el punto más alto de su carrera Una semana en el motor de un autobús (1998). Primero lo harían en Barcelona. Luego en Oporto. En la segunda fecha había cientos de gallegos esperando sitio frente a la cruz tóxica de la portada que emitían las pantallas. No se hablaba de otra cosa antes de empezar. El pase en Cataluña no había sido del todo bueno. Todo presagiaba una desgracia planetaria. La banda subió a escena. Arrancaron con Segundo premio, la canción que cambiaría para siempre el rumbo de los granadinos. Eric tomó la batería. Empezaron los golpes. Abajo, los fans experimentaron un escalofrío que borró al instante todas las dudas que despertaba.
La canción, interpretada 15 años después, tenía nervio y una malsana electricidad que se extendía más allá del escenario. Y eso era así gracias a ese monstruo que aporreaba con tanto sentimiento y precisión la batería. Continuó todo el concierto. «Me gusta el momento de salir al escenario en medio de la oscuridad y de pronto convertirme en un iluminado gracias al disparo que me lanzan los focos. Estar aquí arriba es como sentir el cielo», dice Eric en el prólogo de Cuatro millones de golpes. Aquel día lo sintió y lo hizo sentir. Si se trataba una despedida, era algo así como la de Zidane en el mundial del 2006 danzando contra Brasil con los movimientos del mejor futbolista del planeta. Afortunadamente, Eric no abandonó. La pasada Navidad se le pudo ver en su particular paraíso escénico en A Coruña. Su banda firmó un concierto impresionante. Como siempre, él marcó el ritmo con esos golpes que se reparten en las cerca de 300 páginas de este libro.
Eric Jiménez es un batería excepcional, de los que dibujan el esqueleto de una masa de sonido y la dotan de una personalidad inconfundible. Pero tras ello, se esconde un tipo con una vida novelesca, llena de altos y bajos, de momentos surrealistas y alocados, de buenas y malas intenciones y paseos por algunas de las obras maestras del rock y el pop en España. En Cuatro millones de golpes, donde asegura que su vida la podría haber filmado Almodóvar, habla de todo ello con sinceridad y gracia. Despierta las sonrisas del lector, al tiempo que le arranca más de un suspiro cuando relata episodios mayúsculos con Enrique Morente o se enreda en la mística sonora de Los Planetas. Todo de un modo sencillo, ágil y directo. No, no estamos aquí ante un músico pretencioso con ínfulas literarias. Al contrario, nos encontramos ante un hombre que escribe con el mismo tono de quien está tomándose unas cañas con un amigo, abriéndole las páginas de su diario.
Tambores y falange
Así nos topamos con una infancia en la pensión Penibética con un padre canalla que le llegó a apuntar con una pistola y un chavalín que quería tocar el tambor. Para ello ingresó en la Organización Juvenil Española Falange y, poco después, en plena adolescencia lo abandonó todo por el rock n’ roll. Sería con KGB, mítica formación de punk granadino de esas que sale mil veces citada cuando se habla de 091, Lagartija Nick o Los Planetas. Sin tener aún la mayoría de edad, Eric andaba metido ya en fregados roqueros. Para el fan, sin embargo, lo más interesante vendrá con su ingreso en Lagartija Nick, imprescindible banda del rock patrio totalmente anárquica en su funcionamiento. Los pasajes de sus conciertos alocados son de morirse de risa. El relato de la gestación de Omega (1996) es de los de poner la piel de gallina y fantasear con todo el material que el músico asegura que se grabó y permanece inédito.
Sin embargo, la parte más conocida de la biografía de Eric Jiménez llega con Los Planetas. El delirante recuerdo del viaje a Nueva York para grabar Una semana en el motor del autobús es desternillante. Su visión del grupo, interna y externa, resulta precisa y reveladora. Y el fan disfrutará sin duda de todas sus palabras.