La película, dirigida e interpretada por Kenneth Branagh, es un producto hábil y bien servido, que en ningún momento provoca bostezos o lleva al hastío
27 nov 2017 . Actualizado a las 08:14 h.Es fácil tirar de prejuicios y considerar a priori que este Asesinato en el Orient Express es más de lo mismo y que ya teníamos bastante con la lujosa versión de Sidney Lumet de 1974, a fin de cuentas la referencia más directa para esta nueva mirada sobre la novela de Agatha Christie, publicada en 1934, cuando ya Hércules Poirot gozaba de popularidad lectora. Fox, asociada a Free Scott y a otras productoras, apostaron por el británico Kenneth Branagh en su doble faceta, a sabiendas de que como actor haría un detective impecable -el desenlace, con Poirot camino de Egipto, deja entreabierta la puerta a la secuela, Muerte en el Nilo (1937)- y como director, afloraría su inconformismo y evitaría los tópicos formales, colocando la cámara de otra manera. Como así quedó, junto a su empaquetado de cine, como a la vieja usanza, con cuidado vestuario y maquillaje, y efectiva dirección de arte, Branagh opta por una caligrafía elegante, tirando de recursos que desde tu butaca intuyes distintos, con estilo. Sobre todo travellings, con tomas en perpendicular y ligeros contrapicados. Con mucha prestancia.
Se comete un crimen a bordo del tren y hay un puñado de variopintos personajes, cada uno con un motivo para cargarse a la víctima. En eso la película no puede evitar senderos ya andados, pero es verdad que el guion de Michael Green se dirige hábilmente a un desenlace con variantes que lo alejan de la rutina, incluyendo algunas reflexiones morales en boca del propio Poirot, a las que no escapan, antagónicos, el Bien y el Mal. Todos son sospechosos y el espectador participa de esas dudas. En todo caso, un producto hábil y bien servido, que en ningún momento provoca bostezos o lleva al hastío, y que tampoco puede prescindir del inevitable ingrediente de un reparto estrellado, con Penélope Cruz, Johnny Deep, Willen Dafoe, Judi Dench, Michelle Pfeifer y Derek Jacobi, entre los más conocidos. En esa idea de aparentarla añeja, están los decorados relucientes, la falsa nieve e incluso las maquetas. Todo eso en la pantalla gigante de ahora y con sonido envolvente Atmos, garantiza que entretenga y divierta.