El crítico, programador del Lincoln Center y miembro del jurado del FICX Dennis Lim es también autor de «El hombre de otro lugar», un personal acercamiento a la obra del autor de «Twin Peaks»
24 nov 2017 . Actualizado a las 07:23 h.Dennis Lim es director de programación de la Film Society del Lincoln Center, crítico y autor de varios libros. También, durante estos días, jurado en el Festival Internacional de Cine de Gijón, sobre cuyo palmarés para Sección Oficial se habrá pronunciado seguramente ya a estas horas junto con el resto de sus compañeros en la tarea. Pero además, Lim es autor de uno de los más recomendables libros para acercarse a uno de los cineastas -de los artistas- más atractivos y a la vez más elusivos de los últimos cincuenta años. David Lynch, el hombre de otro lugar, editado en España por Alpha Decay, es una muy personal enfoque sobre a las fuentes, la formación y las resonancias en torno al autor de Twin Peaks, Eraserhead, Blue Velvet o Inland Empire; una aproximación que busca, a su vez, aproximar a Lynch al público en general.
-Acercar a David Lynch y su obra al gran público; hace falta valor.
-¿Valor? ¿En el sentido de valentía? (Ríe) Bueno, me parecía un tema muy natural para un libro, pero admito que no demasiado fácil de tratar. Pero Lynch es uno de los directores que han mantenido un nivel muy alto a lo largo de su carrera; para mí es el más importante de los directores internacionales en activo en Estados Unidos. Hay mucho escrito en inglés, tanto en publicaciones populares como académicas, pero yo queria hacer una aproximación muy cercana y muy específica que fuese también accesibe a un público muy amplio.
-Hay una paradoja llamativa: un autor oscuro y hermético que, sin embargo, es enormemente popular, casi un icono pop...
-Es una apreciación correcta; de hecho mi libro parte precisamente de esa paradoja: la idea de alguien que hace un arte tan desafiante, tan oscuro a veces, ocupa un lugar tan importante en la conciencia popular. No intento explicarlo del todo ni sé si es necesario siquiera, pero mi libro es un intento de explorar por qué sucede eso. Lynch es uno de los pocos artistas populares que explora el inconsciente y maneja el lenguaje del inconsciente para acercarse a los miedos y a los deseos primarios. Quizá ahí esté el punto de partida de esa paradoja.
-En ciertos momentos de la tercera temporada de Twin Peaks se tiene la sensación de estar asistiendo en tiempo real al nacimiento de una mitología contemporánea. O algo así...
-No sé si David Lynch está inventando una nueva mitología. Lo que sí hay es una expansión o una profundización de otros mitos. La tercera temporada de Twin Peaks es un logro, un gran acontecimiento en su carrera. No es frecuente que un director en un momento como en el que él está de su vida y de su carrera logre un trabajo tan completo, tan complejo y ambicioso. Toda la temporada es una especie de combinación y ensamblaje de todos los temas que le han obsesionado durante años en sus obras anteriores: la identidad, pérdida, el duelo ante la muerte... Sorprende, realmente, la radicalidad con la que profundiza en esos temas.
-Seriedad o disposición a jugar. ¿Qué actitud cree que es la más adecuada para acercarse a Lynch y su obra?
-No creo que una cosa excluya la otra. No solo hay una forma de hacerlo. En mi libro el acercamiento se hace desde distintas aproximaciones: hay algo de biografía, una interpretación sobre lo que hace de Lynch un artista muy americano a partir de las fuerzas culturales que tienen que ver con el lugar donde nació, cómo creció, a qué estuvo expuesto a lo largo de su vida... Junto a esa comprensión de dónde viene, he procurado acercarme a un universo tan abstracto e indefinido de alguna forma como el suyo de una forma más concreta, específica y más analítica.
-¿Se atrevería a conjeturar, en resumen, qué hay bajo esa mata de pelo blanco de Lynch?
-No, no me atrevería (ríe). Pero creo que de alguna manera lo que hay en su cabeza está en la pantalla. Es un artísta al que no le gusta trabajar con demasiados filtros; tiene un conducto muy directo desde su inconsciente a la pantalla, así que la respuesta está en la pantalla. Esa es la belleza y la potencia de su trabajo, que está abierto a muchas interpretaciones.
-Como programador y buen conocedor de lo que se hace actualmente, ¿cree que hay en jóvenes cineastas una audacia o una radicalidad comparables a las de Lynch?
-Sí, hay interés por descubrir nuevas cosas. Pero Lynch es una figura muy difícil de imitar; todo el que lo intente o intente hacer algo en su estilo está condenado al fracaso inmediato. La verdad es que no se me ocurren obras directamente influidas o relacionadas por él. Esa disposición a tomar riesgos fuera de la zona de confort es algo muy propio de Lynch, es algo que le define muy bien, pero no lo veo tanto en los autores jóvenes ahora mismo. No tanto como me gustaría.