Astuta crónica de un canalla

miguel anxo fernández

CULTURA

«American made» es un largometraje divertido, trepidante y ajustado a cómo se entiende el género a estas alturas del siglo XXI

20 sep 2017 . Actualizado a las 07:55 h.

Admito que no me la esperaba, un tanto hastiado del narcisismo de Cruise y su tendencia a encasillarse en personajes resolutos y mamporreros, aunque casi siempre pase de la chica y prefiere dotarse de un aura solitaria y redentora. Pero distinta apuesta es su Barry Seal, ese personaje real (1939-1986) del que nadie hablaría a su muerte, pero al que le ocurrió lo contrario en el momento en que el espeluznante cartel de Medellín puso precio a su cabeza. Hasta ese momento, Barry fue un canalla, un vivalavirgen forrado hasta las cejas con la connivencia de la CIA, la DEA e incluso la Casa Blanca, que no está nada mal para un simple piloto comercial de la TWA al que le chifla volar, pero harto de su rutina. Hasta que recibe esa oferta que nadie puede rechazar: llevarle armas a la contra nicaragüense y de paso -pongamos que por libre- aprovechar el regreso para trasladar unos fardos de coca algo más allá de la frontera de EE.UU., mientras sus mentores giran el visor hacia otro lado.

Una historia suculenta que detecta el olfato de Cruise y el oficio del realizador Doug Liman (El caso Bourne, 2002) intuye que es materia para un thriller con mucha ironía, acción a destajo, ritmo endiablado, crónica social y unas pizcas de política vergonzante. Aquellos años ochenta de Reagan gobernando a golpe de simpleza generaron ese y otros monstruos que en el fondo no eran más que unos desgraciados manejados como muñecos de guiñol y teniendo como único cebo el mejor: dólares a espuertas. Como es natural, el guion opta por el hilo cronológico, pero sin ánimo de biopic sino de ofrecer espectáculo. Quien pretenda que Liman nos proponga un filme de memoria histórica, va de cráneo, porque opta por el trazo simple, quizá confiando en que el espectador que vaya buscando otra cosa ya se encargará de encontrarla. Tampoco conviene masticarlo todo e incluso hacerle la digestión.

En fin, un largometraje divertido, trepidante, ajustado a como se entiende el género a estas alturas del siglo XXI, y al tiempo permitiendo al director algunas agradables diabluras formales, como su recurso ocasional a la textura del viejo VHS de entonces.