«Yo siempre pedí perdón a los espectadores por hacer esto»

Roberto Rodríguez OVIEDO

CULTURA

La voz de Homer Simpson se sincera sobre la popular serie, la versión original e incluso la política española

20 jul 2017 . Actualizado a las 10:53 h.

Aunque podría pasar perfectamente desapercibido por la calle, Carlos Ysbert es una de esas personas que en cuanto habla llama la atención. La voz de personajes tan icónicos como Homer Simpson o Tony Soprano está en Gijón para participar en una serie de conferencias en la Escuela de Doblaje de Asturias. Nos atiende cuando se prepara para dar una clase magistral a los alumnos del Taller de Iniciación al Doblaje.

-¿Que tal le está tratando Asturias y como ha ido esta primera toma de contacto con los alumnos de la Escuela de Doblaje?

-Ya había venido más veces, a la feria de modelismo y a otros eventos donde se organizan charlas sobre doblaje. Venir en esta ocasión a hablar con chavales que se quieren dedicar a esto es muy interesante, es la primera vez que lo hago. Ver la reacción de los chavales y su interés es muy gratificante.

-Proviene de una reputada saga de actores, ¿cómo llegó a esta vertiente que es ser actor de doblaje?

-Por azares de la vida. Estaba con Jesús Franco en su equipo de trabajo como ayudante de dirección, pero al ser un equipo muy reducido teníamos que hacer de todo. Yo ya había hecho de actor, pero en un doblaje de una de sus películas me propuso un doblaje y acepté. Empecé a jugar, vi que era divertido, comencé a ir de oyente, a darme papelitos... y así poco a poco fui entrando y descubrí que era una profesión apasionante. He tenido la suerte de aprender de grandes maestros.

-¿Se ríe Carlos Ysbert escuchándose a sí mismo en Los Simpson?

-¿Por qué no? ¡Claro que sí! De hecho en casa los vemos. Mis hijas son fans de Los Simpson, independientemente de que sea yo quien los doble o no. Es una serie de culto. Se saben los capítulos de memoria.

-¿Como fue el proceso para sustituir a Carlos Revilla? ¿Intentó moldear su voz a la suya?

-Yo no quería sustituir a Revilla. Sabía que era una responsabilidad muy grande. Él era un personaje muy emblemático y una voz impresionante, pero alguien lo tenía que hacer. Me convencieron para hacer la prueba deseando que no me cogiesen pero me cogieron. Intenté adecuarme a su registro, con las diferencias, pero poco a poco me lo he ido llevando a mi terreno porque un personaje te pide una interpretación muy fresca. Me lo estoy llevando con la voz a un terreno que no es en el que estoy cómodo, ni tampoco el original, pero que se adapte lo máximo posible al personaje. Ya tengo mi propio registro.

-¿Como se convive con los críticos? Sabrá que tiene multitud de críticas...

-Si, claro que lo sé. Yo siempre le pedí perdón a los espectadores por esto.

-Después de 30 años la serie parece muy diferente, ¿han cambiado Los Simpson o he cambiado yo?

-Han cambiado ellos. Cambian mucho. Son 30 años haciendo la serie. El estilo de los guiones y de los dibujos es distinto. Hay veces que son más sarcásticos y otras demasiado irónicos. Siguen manteniendo la línea de actualidad. Sigue siendo una serie puntera a pesar de estar desgastada, pero en cuanto al trabajo de doblaje no ha cambiado nada. Los cambios se producen casi cada temporada, a veces capítulo a capítulo. Pero es normal. ¿Qué haces después de 30 años y 600 capítulos?

-Hank Schrader en Breaking Bad, Homer Simpson, Tony Soprano... ¿tiene voz de calvo gordo?

-(Ríe a carcajadas) Se me ve el cartón un poco por la parte de atrás, pero no soy calvo. Es verdad que me han tocado muchos calvos, no lo había pensado. (Sigue riendo)

-Conocí a Antonio Esquivias hace unos años y me decía que la gente es muy amable pero un poco agotadora porque le piden audios a cada momento. Si le pasa a Frasier y al actor secundario Bob no quiero imaginar a Tony Soprano y Homer Simpson...

-Es una rutina, yo ya estoy acostumbrado. Es el peaje que tienes que pagar. En una serie de imagen pasa lo mismo. Imagínate Imanol Arias, cuando se va de vacaciones tiene que ponerse siete gorras, cuatro pares de gafas y afeitarse la barba para que no le acosen. En mi caso cada vez que alguien se entera de que soy Homer Simpson me pide un audio para su novia, para su novio, para su madre... Pues se lo grabas y ya está, no pasa nada.

-También me contaba que la gente cree que vais en limusina pero que si sólo viviese de Los Simpson viviríais debajo de un puente.

-Los que van en limusina son los americanos. Nosotros los españoles no cobramos ni la milésima parte de lo que cobran los americano. Bueno, un poco más de la milésima parte... Los Simpson es el trabajo de todos los días y cuando acaba la temporada nos quedamos a verlas venir. Lo que cobramos no nos da ni para el día.

- ¿Es muy diferente doblar dibujos animados y a actores reales?

-Si, es distinto. En dibujos animados tienes que poner tú más vida. El actor de imagen te da todas las pautas. En dibujos, aunque algunos están muy bien hechos, te da más pie a plasmar tu personalidad, porque el dibujo no es tan expresivo como la imagen. Esa es la dificultad.

-¿Ha llegado a conocer a John Goodman o a James Gandolfini antes de que falleciese?

-Ni a John Goodman, ni a James Gandolfini, ni a Keanu Reeves, ni a Tom Sizemore ni a ninguno. No se si les gustaría conocerme, sinceramente. (se ríe)

- ¿Un buen equipo de doblaje debe buscar la literalidad de la versión original o la equivalencia al país y la cultura a la que se adapta?

-Debe ser mitad y mitad. Cada uno tiene su teoría, pero la mía es el máximo respeto a la versión original. El trabajo de adaptación del guión tiene que respetar al máximo el original y en función del lenguaje hacer los cambios pertinentes. Cuando se trata de humor, la adaptación debe ir en función del resultado final. Hay cosas que tienen gracia en Estados Unidos y aquí no. Ahí está la adaptación. Pero yo no soy nada partidario de esas series en las que te inventas todo y haces burradas para que la gente se ría pero que no tienen nada que ver con el original.

-Se ha establecido una corriente entre una serie de críticos o público supuestamente experto muy contraria al doblaje. Ya prácticamente solo lo defienden ustedes y los directores de fotografía.

-La opiniones son muy libres, cada uno puede manifestar lo que quiera respecto a sus gustos. Afortunadamente vivimos en un país con libertad de opción y el público debe elegir. Por cierto, la versión subtitulada no es original. La O de original la tienen que quitar porque es un doble ataque. Primero a la imagen, porque con un subtítulo la imagen del cine de Kurosawa, por ejemplo, te la cargas. Te cargas el trabajo de un artista. El subtítulo ahí es una patada en la boca de una creación maravillosa. Y por otro lado es un ataque al guión, porque no puedes poner todo lo que dicen. Imagínate una película de Robert Altman o de Woody Allen, en la que hablan todos al mismo tiempo. ¿Quién tiene el criterio para decidir qué pones y qué quitas? Generalmente las traducciones de los subtítulos son bastantes malas y se cargan el guión. Luego está lo de que se aprende inglés en el cine. Eso es una falacia. La gente aprende inglés estudiando inglés. La gente va al final a distraerse, no a aprender inglés. Y aún así soy el primer defensor de la versión original.

-Es un fenómeno que principalmente se da entre gente joven, ¿puede afectar al futuro de la profesión?

-Que va, esto depende de los medios en los que te muevas. Los últimos estudios estadísticos siguen demostrando que entre el 80 y el 90% siguen prefiriendo la versión doblada. Ni siquiera en Madrid o las grandes ciudades los cines en versión original suben de público. La sala Renoir sigue teniendo la misma cantidad de público. Una facción de la población prefiere eso, lo cual es muy loable, pero no es una mayoría, ni siquiera la gente joven. En cualquier caso, la evolución del tiempo dirá. Seguirá habiendo doblaje mientras siga habiendo demanda. Así de fácil.

-Apoyó públicamente a Unidos Podemos en la campaña de las últimas elecciones general, ¿por qué se atrevió a dar este paso?

-Porque soy un tío comprometido con el mundo, con el futuro y con el progreso. Sinceramente, estaba hasta las narices de todo lo que estaba sucediendo, y sigo estando. Entonces decidí tomar partido por un cambio de verdad, hacia gente que sea más creíble y formada. Luego a lo mejor nos engañan, pero en ese momento yo lo creí, y lo sigo creyendo. Sigo creyendo en esta gente joven más preparada que pide cambio y progreso, y que basta ya de que se enriquezcan más los ricos y los pobres cada vez sean más pobres. Yo soy un tío comprometido en ese sentido y lo voy a seguir siendo. No tengo ningún pudor en decirlo públicamente.

-¿Se arrepiente viendo el devenir posterior o sigue apoyando a la formación?

-Me arrepiento cero. Uno se arrepiente cuando tiene 90 años de lo que no se atrevió a hacer, no de lo que hizo. Y yo no tengo 90 años pero pienso llegar.