El verano asturiano moverá alrededor de 200.000 «festivaleros»

J. C. Gea GIJÓN

CULTURA

El calendario consolida las citas veteranas, añade otras convocatorias que pican alto y diversifica una oferta que no parece flaquear a pesar de la competencia y el fantasma de la saturación

02 jul 2017 . Actualizado a las 09:11 h.

Leiva abría el sábado ante varios miles de espectadores las puertas de Metrópoli y del verano festivalero en Asturias al mismo tiempo que el Stonefest lo hacía, con cifras bastante más modestas pero con mucha personalidad setentera en Piedras Blancas. Y a partir de ahí, del Eo al Deva y de la cordillera a la costa, Asturias es tierra de festivales. Cada año un poco más. De todo tipo y pelaje, multitudinarios o menos, con solera o noveles. Como en el resto de España -la costera y la mesetaria- la oferta de acontecimientos musicales que concentran en un mismo lugar una descarga de conciertos, a menudo acompañada de otras actividades, prolifera en el Principado. El tirón es innegable. Una oportunidad de ocio y de negocio, de encuentro tribal o de simple desparrame festivo con fondo musical... pero también una fórmula que algunos ven amenazada por el fantasma de la saturación o de la pérdida de carácter. 

¿Hay festivalitis en España como hubo museítis hace unos años?  ¿Hay también inflación sin contenido, como la hubo con los museos? Y sobre todo, ¿hay público para todo? La ley de la oferta y la demanda sugiere que, por el momento, así es. Y también los números, aunque se basen necesariamente en anticipos a cuenta de la marcha de venta de entradas o cálculos que a veces no pueden ser demasiado precisos. El censo de festivaleros de todo pelaje rondará fácilmente este año las 200.000 personas, repartidas entre julio y agosto. Los cálculos más optimistas, sin ser descabellados, incluso podrían rebasar con creces esa cifra. Y, naturalmente, además de escuchar música y pagar sus entradas -cuando es preciso hacerlo-, es un público deja sus euros en hostelería y alojamientos aunque por lo general no se trate de un tipo de turismo de alto poder adquisitivo. Esa irradiación económica sí que es difícil, si no imposible, de cuantificar.

Buenas expectativas

Todos los organizadores de festivales asturianos esperan un buen verano. Los veteranos cuentan con revalidar, como poco, sus cifras de asistencia; los nuevos debutan picando alto y con buenas expectativas. Algunas citas han desaparecido de momento del mapa -como el Derrame Rock que había regresado de Galicia- y otros como el Ewan acaban de caerse del calendario por razones extramusicales. Las hay que aparecen este año, como el ambicioso Tsunami Xixón o el muy ecléctico Luanco al Mar. Aun con su optimismo sobre lo que conseguirán, estos últimos encuentros aún no pueden manejar referencias. Eso añade incertidumbre a la suma final de público.

Pero tampoco es fácil saber exactamente cuánto aporta, por ejemplo, el festival que sin duda más suma este verano, el aún joven Metrópoli Gijón,un multifestival donde la música es un componente esencial pero no único. Los visitantes pagan su entrada para asistir a todo el variadísimo y extenso paquete de actividades repartido en diez largos días. Íker González, de la organización de Metrópoli, echa cuentas a partir del aforo de la explanada del escenario principal, que «supera las 10.000 personas» de aforo en un festival cuyos conciertos se suelen contar por llenos. «Pero además, este año hay escenarios nuevos, así que el número es aún más difícil de concretar», advierte. Siendo conservadores y pensando en 10.000 personas por los diez días de Metrópoli, queda el número redondo de unos 100.000 espectadores ante un cartel basado en primeros espadas nacionales, con especial atención al público más joven pero no solo a él.  

Desde Piedras Blancas, Stonefest, es un festival de pequeño formato cuyos organizadores, Jaime García y Patricia Pérez, han sido capaces de congregar para un aforo reducido de un millar de personas un menú basado en sonidos setenteros, entre el rock pesado, la psicodelia y los densos desarrollos instrumentales. «No hay problemas de identidad en el festival, porque no hay ninguno de este tipo en la zona; hay que irse a Portugal o a Holanda para encontrar algo así», comenta Jaime, que destaca la «buena aceptación» para un cartel de bandas extranjeras habituales «en festivales más potentes». El Ayuntamiento de Castrillón echa un cable.

El Motorbeach de Caravia mete la quinta este año. Ese es el número de ediciones que cumplirá con un extenso e intenso programa entre el 20 y el 23 de julio con unas expectativas de unos 30.000 asistentes en una cita que tiene posibilidades aún para unos 10.000 asistentes más en futuras ediciones. De momento, la venta anticipada se ha triplicado según los organizadores, que han sabido atraer con un programa muy variado sin esponsorización de ningún tipo y en un entorno costero muy atractivo a un público de una media de edad alta para este tipo de aconteciientos -entre 35-40 años- que también manejan dinero con más desenvoltura. No solo se nota en la pequeña Caravia con sus 450 habitantes, sino también en Ribadesella, Colunga o Villaviciosa (que este año estarán conectadas con el festival por Alsa nocturno). El año pasado hubo hosteleros de Cudillero que llamaron para dar las gracias al festival. Los moteros -muchos- de Galicia repostaron en ruta, como sin duda lo harían en otros puntos los gallegos vascos y madrileños en este festival con cartel muy mimado y muchas ruedas.

En las mismas fechas que el Motorbeach -del 20 al 23 de julio- y muy cerca de Caravia se desencadena el Aquasella. No hay competencia a pesar de la proximidad: asentado con fuerza y con mucho tirón desde 1997, Aquasella es una referencia cantábrica en la electrónica y el baile que el año pasado consiguió 20.000 visitantes y que sigue manejando, como mínimo, esa cota para este año. Claro que no es fácil, incluso con el poso que deja haber nacido en fecha tan temprana como 1997.

El objetivo, según comentan desde la organización, es «dejar la sensación de que han vivido una experiencia única y que quieran repetir visita al verano siguiente». Algo que suele suceder y que pone al Aquasella en la pugna, cada vez más peleada, por ser «el evento musical  que más público congrega cada año en Asturias». No es fácil, pero tampoco todo vale, a su juicio: «Está claro que todo el mundo tiene derecho a organizar un festival si así lo considera ; pero no deja de ser cierto que, al final, hay muchos casos en los que el único objetivo de los nuevos eventos es obtener un rendimiento económico, algo que se traduce en que si el primer año no sale bien ese festival desaparece del mapa. A los eventos veteranos no deja de perjudicarnos porque se produce además un encarecimiento de los artistas y se satura un escena que si no se gestiona con equilibrio puede terminar por fagocitarse así misma al convertir lo extraordinario, lo diferente, en algo banal y que se puede ver en cualquier sitio».

El debutante Tsunami Xixón hace su entrada con dos fechas el 28 y 29 de julio con una ambición clara: «Ser el festival de Gijón». Su menú: rock-rock. Los organizadores aseguran que su apuesta se basa en la constatación de «un déficit de ese tipo de festival en Asturias». Cargan las tintas en el flanco internacional y tientan con «bandas de primera» que «no toquen en otros festivales en España». «Es un festival diferente que no tiene análogos en España... al menos este año», aseguran los organizadores, que añaden a los atractivos de este «planazo» la ciudad y  muy en particular del entorno de La Laboral. De las 8.000 localidades en preventa, está todo «prácticamente vendido». Junto a la Asociación ONP, Ramón Noguera e Iván Méndez, las olas del Tsunami las mueve también la colaboración del Ayuntamiento de Gijón y del Principado de Asturias.

Claro que en Gijón hay que contar siempre con el veterano EUROYEYÉ es la meca playa del mod & sixties organizado por Trouble & Tea que este año llega del 3 al 6 de agosto con el habitual plantel de auténticos figurines sesenteros venidos de dentro y de fuera de España. La fidelidad al espíritu original no ha impedido abrir algunas rutas nuevas: «Siguiendo el pulso de nuestra propia escena, hemos abierto el abanico a sonidos con claras influencias 60's pero no solo esas, lo que confiere mas variedad al conjunto», explica Félix Domínguez, consciente de que son modelo y que han creado no solo emuladores sino competidores.

«Ahora todo el mundo hace festivales de nuestro estilo y de otros en toda España. Luego, si no les da dinero lo dejan. Veintitrés años de euroyeyé nos dan una credibilidad a prueba de bombas y de oportunismos. El nuestro no es un festival ni copiado a otros ni organizado por mercenarios en busca de dinero fácil programando lo que sea o esté de moda, artistas que no tienen nada que decir que no hayan dicho ya y que no aportan nada», contraataca Domínguez. Tampoco parece agradarle mucho la relación con «políticos e instituciones» de algunas de esas convocatorias.

El «a prueba de bomba» al que alude el organizador de EuroYeyé será capaz de atraer lo habitual: unas «4.000 o 5.000 personas» a los conciertos de la Plaza Mayor y los 200 abonos ya agotados. Tampoco le presta mucha atención al asunto y no lo considera un medidor de éxito ni de calidad.

Aunque empotrado este año en las mismas fechas que el Euroyeyé, el Vidiago Rock, que cumple la docena, no le quitará ni un asistente a la cita gijonesa. La asociación cultural que monta este encuentro cada año en el Oriente asturiano sirve un menú fijo de rock... y costillas para alimentar a los rockeros que acuden todos los años en torno al millar de asistentes, no pocos de ellos peregrinos desde ciudades como Bilbao -donde el VR tiene especial tirón- y la capital de España. Este año hay dos novedades: primera vez que se cobra entrada y primer grupo internacional. Va una cosa por la otra. El cartel es, según Ángel Cueli, «más surtido que nunca, con todos los estilos», y la buena acogida, la de siempre. Los hosteleros de la zona y muy especialmente el camping de Vidiago ya esperan a los visitantes con descuentos y facilidades, tiendas de campaña incluidas (por un módico suplemento).  

El otro gran debutante del año es el festival Luanco al mar, que se dará a conocer entre el 11 al 14 de agosto. Igual que el Tsunami quiere aferrarse a suelo gijonés, en este caso los organizadores han concebido el festival amarrado a la marinera localidad de la costa central asturiana, a modo de un suplemento vitamínico para las fiestas. Hasta el punto de que una de sus jornadas se fusionará con el tradicional y extemporáneo Carnaval de Luanco, una de las citas festivas por excelencia del verano asturiano.

El festival se asume «ecléctico», con su alternancia entre dos veladas netamente ochenteras, una noche, por así decir, mainstream, con Bustamante, y el fin de fiesta más eléctrico y baiable con Carlos Jean

Agosto se cierra en Asturias con otro de los modestos persistentes: el Unirock de Puerto de Vega, muy similar en el Occidente en estructura organizativa al Vidiago de Oriente porque también es organizado por una asociación cultural local. El festival está profundamente arraigado en una localidad con mucha tradición musical. El 25 de agosto se iniciará una jornada para la que se esperan 2.500 visitantes y que contará -siempre conectando con raíces rockeras- con un «cartel que partiendo del rock intente abarcar varios estilos»: este año heavy, rock urbano, trash y nü metal, pero tambié con momentos como el escenario móvil con un centenar de músicos haciendo versiones por todos los rincones del pueblo o talleres para los críos. Asumen en la organización que se trata de «una zona mal comunicada» pero, precisamente por eso, valoran doblemente la lealtad de los asistentes.