Responsables de algunos de los centros museísticos de artes plásticas asturianos revelan algunas de las piezas más peculiares de sus colecciones. Una invitación a descubrirlos con motivo del Día Internacional de los Museos
21 may 2017 . Actualizado a las 10:45 h.El río del tiempo todo lo arrastra, y solo una parte pequeña de ese aluvión queda a salvo para dar testimonio de los tiempos. Pero, aun así, es mucho más que suficiente para seguir sorprendiéndonos con la riqueza y la variedad de lo que otros dejaron tras de ellos. Se nos olvida que esos tesoros están ahí al lado, casi pared con pared, en los museos, que esta semana han celebrado su Día Internacional anual, y que hoy domingo desarrollan en muchos casos programaciones especiales con tal motivo. Creemos haberlos agotado con las visitas que les hemos hecho hasta ahora -seguramente, no demasiadas- pero ni siquiera los más asiduos conocen todo lo que pueden llegar a albergar. Los responsables de algunos de los museos asturianos dedicados al arte han seleccionado para invitar a descubrir esos secretos algunas de las piezas más inesperadas y peculiares de sus fondos. Y hablamos solo de los de arte, en un mapa donde los hay además arqueológicos, industriales, etnográficos, botánicos, paleontológicos, navales y ferroviarios... Este domingo es un buen día para entrar hasta la cocina en la casa de esos vecinos tan hospitalarios, pero a los que apenas conocemos como merecen. Son solo unas cuantas. Naturalmente, hay muchas más.
Un Piñole frivolón
Se asocia la obra de Nicanor Piñole al intimismo, el mundo familiar, el canto a los lugares cercanos y suave melancolía. Por eso sorprenden un par de festivos bocetos que el joven pintor dedicó a la vedette Josephine Baker, una de las estrellas internacionales de las varietés de principios del siglo XX y uno de los primeros sex-symbol de la centuria.
Alemanes de madera (vestidos a medida)
Los regaló al joven Nicanor Piñole en los años 20 un amigo, empleado en los Almacenes Piquero, para que le sirvieran como modelos. Provenían de Alemania, les hizo los trajes la madre del pintor y él los utilizó, en efecto, como modelos en algunas de sus obras tempranas.
Ilustrados y armados
Estos dos ejemplares de pistolas de 1795 se conservan en el Museo de Bellas Artes de Asturias. Fueron hechas en Grado, en la armería del prestigioso armero Félix Antonio de Guisasola, con la ayuda de Antonio de Doiztúa. Se exhibieron, entre otras ocasiones, en una muestra dedicada a Jovellanos, que no consta que recurriera jamás a este tipo de argumentos.
Alegría gay y dolor del VIH en la casa de Jovellanos
El dibujo, descarnado y directo, de este enfermo de sida que recibe su tratamiento por vía intravenosa, fue recogido por el artista y diseñador gijonés Juan Botas -fallecido él mismo por el VIH- mientras se hallaba en las mismas circunstancias, en uno de sus cuadernos. El Museo Casa Natal de Jovellanos, que normalmente se asocia con la severa y sobria figura del prócer gijonés, acoge estos días una exposición temporal dedicada a un paisano suyo que, dos siglos después, convirtió una parte de su obra en una festiva reivindicación de la condición de homosexual.
Los ricos fondos de artistas locales del centro guardan una importante aportación de Botas, al que merece la pena redescubrir cada tanto.
Una casa con biblioteca
Quizá más relacionado con el talante de Jovellanos, pero igualmente poco conocido, es el fondo de publicaciones del que forma parte este boceto de un cine del arquitecto Casto Fernández-Shaw. En concreto, se halla en una de las coleccones de revistas de la biblioteca Julio Galán, especializada de arquitectura; una de las casi 73.000 referencias de la biblioteca de la Casa Natal de Jovellanos, abierta a consultas e investigación. Sus anaqueles guadan 11.146 libros, 368 publicaciones periódicas, más de 26.000 artículos de prensa y 12.347 fondos impresos. Si los hubiera pillado Jovellanos.
Cuadro bajo cuadro, historia bajo historia
A menudo son los propios especialistas y responsables de los museos los que se llevan la mayor sorpresa. Les acaba de suceder a los del gijonés Evaristo Valle, que han hallado un cuadro presuntamente perdido del maestro -El leader- bajo otro que acaba de llegarles, En la trinchera, cedido temporalmente por el Bellas Artes. Si uno se sitúa de determinada manera en relación a la iluminación, aún puede encontrar el espectro del orador revolucionario que Valle acabó cubriendo, quizá para evitar problemas políticos tras la guerra. Toda una alegoría de la historia y sus tragedias.
El contenedor es la pieza
Incluso si a uno no le interesan demasiado las artes plásticas o el resto de las artes que preserva el Museo de Bellas Artes de Asturias, su ampliado contenedor puede resultar motivo suficiente para la visita. El arquitecto Francisco Mangado proyectó una ampliación que no solo exhibe, sino que también se exhibe, y que configura junto a los edificios anexos del palacio de Velarde y la casa Oviedo-Portal una gran pieza arquitectónica en la que se puede viajar del XVII al XXI y casi despegar a tiempos futuros a través del hermoso lucernario central de la ampliación.
Una capilla mutante
Aunque el centro de su «transparente» contenido -así lo describe su directora, Lydia Santamarina- sea la poderosa colección del pintor Juan Barjola, del museo que lleva su nombre puede predicarse algo parecido a lo antedicho sobre el Bellas Artes: el contenedor forma parte de lo que se exhibe. En particular, el antiguo palacio de la calle Trinidad alberga una capilla que lleva esta misma advocación y que es, seguramente, el espacio más mutante, versátil y a menudo sobrecogedor entre los asturianos. Decenas de artistas han intervenido en ella desde todos los ángulos posibles, transformándola en un lugar a la vez inconfundible y totalmente distinto a lo largo de años. Merece la pena entrar cada tantas semanas, para comprobarlo.
El ojo indiscreto
Es sin duda una de las piezas más curiosas de la colección de artes decorativas y aplicadas del Bellas Artes: una bacinilla con un inocente motivo entre bucólico y mitológico en su exterior que guarda una sorpresa en su interior.
Un ojo humano dispuesto a ver lo que nadie seguramente quisiera ver jamás con la inquietante advertencia: «Te veo». Pues vaya ganas.
Arrímense a la pared
Por lo general, en los museos se prohíbe a los visitantes acercarse en exceso a las piezas o a las paredes del inmueble. Sin embargo, no habría forma de disfrutar de esta pieza del exquisito pintor asturiano afincado en París Luis Suárez sin arrimarse a ambas: pared y pieza. Se trata de una anamorfosis, una pintura concebida desde una fuerte alteración de la perspectiva cuya figura solo emerge desde determinado punto de vista, muy concreto. En este caso, observándola desde uno de sus extremos. El fotógrafo Marcos Morilla realizó esa misma aproximación, y un trabajo digital para comprimir la pieza y mostrar el retrato que en realidad es.