Tres feministas: Sofía Castañón, Jessica Castaño y Begoña Piñero escrutan las letras del cantautor
11 mar 2017 . Actualizado a las 15:25 h.¿Son machistas las letras de Joaquín Sabina? El debate sobre la cuestión saltó con fuerza a la arena pública hace unas semanas y de la mano de la musicóloga gijonesa Laura Viñuela, quien sostiene eso mismo en un taller para adolescentes que imparte: las letras del cantautor ubetense son tan machistas, y por lo tanto tan peligrosas, como las de otros géneros sobre cuyo sexismo hay un consenso más general, caso del reggaeton. En torno a la cuestión han ido emitiendo sus pareceres diversos opinantes, en una gama de posibilidades que va desde sucribir totalmente hasta rechazar virulentamente el de Viñuela, pero tres feministas asturianas -Sofía Castañón, Jessica Castaño y Begoña Piñero- lo tienen muy claro: sí, también es machista cantar que «amores que matan nunca mueren», y sí, tan peligrosas son esas letras como las del reggaeton o quizás incluso más, porque con Sabina, al tenerlo por un artista progresista, bajamos la guardia.
Piñero, líder de la tertulia feminista gijonesa Les Comadres, es la más contundente cuando se le pregunta por este asunto: «No ha lugar a discusión alguna: las canciones de Sabina son machistas. Lo que sí se puede discutir es si esas letras pueden hacerse o no en nombre de la libertad de expresión. De que las canciones son machistas, no cabe ninguna duda, y de que lo es él, tampoco: a mí nunca se me olvidará cuando en un concierto en Gijón dijo que la ciudad siempre se le abría de piernas, igual que las mujeres», dice Piñero, pero por otro lado coincide con Castañón y con Castaño en señalar que se han cargado las tintas contra el cantautor jiennense de una manera que puede ser injusta si supone desviar la atención del hecho de que el problema es mucho más amplio. También es machista, dicen las tres feministas, Amaral cuando canta Sin ti no soy nada y también es machista, y hasta un apologeta de la violencia de género, Loquillo cuando canta La mataré: Sabina no es más que un posible botón de muestra de hasta qué punto el patriarcado nos rodea, nos imbuye y nos inserta en el cerebro sus mensajes a través de superestructuras culturales como la música o el cine.
«A mí, más que las viejas canciones de Sabina, que no deja de tener 68 años y de haber empezado a componer hace casi cincuenta, cuando lo que había en España y lo que rodeaba al mundo de la mujer era muy distinto de lo que hay ahora, me parecen problemáticas las canciones que se escriben ahora; las que están verdaderamente de moda entre los adolescentes; las que suenan constantemente en la radio, en la televisión y en las discotecas. Las letras de Sabina tienen evidentemente tintes machistas, pero a lo que ya está hecho no merece la pena darle demasiadas vueltas. Hay que ser proactivos y ocuparse sobre todo de lo que va a venir», dice Jessica Castaño. Piñero reflexiona a su vez que las feministas de su generación tenían «la conciencia de que había muchas cosas que estaban mal» y valora que, debido a ello, «aunque nos criamos escuchando copla, éramos capaces de criticar eso que escuchábamos. Las chicas de ahora, sin embargo, creen que la igualdad está conseguida, y bajan la guardia».
Amor romántico
La opinión de Sofía Castañón se ubica más bien en la línea de la de Begoña Piñero que en la de Jessica Castaño, pero también ella considera que el machismo de Sabina es sólo una manifestación más de un problema muy vasto. La diputada de Podemos aporta un ejemplo esclarecedor en este sentido: el de la canción Every breath you take, una de las más famosas de Sting. El artista británico ha declarado en varias entrevistas su sorpresa por que una canción que dice literalmente «cada vez que respires, cada movimiento que hagas, cada atadura que rompas, cada paso que des, estaré vigilándote», y que él escribió efectivamente como una denuncia de la violencia machista, fuera recibida por casi todo el mundo como la hermosa canción de amor que no era. «Es una canción turbia, y él la escribió como turbia, pero a mí misma», cuenta Castañón, «me llegó esa canción como una de amor maravillosa cuando era preadolescente, y sólo con el tiempo fui desactivando ciertos mecanismos y entendiendo que era una canción prácticamente psicópata».
A juicio de Castañón, lo mismo que con la canción de Sting sucede con Romeo y Julieta, la obra magna de Shakespeare: «La sociedad ha asumido esa obra como la más hermosa historia de amor de todos los tiempos cuando lo que quería Shakespeare en realidad era criticar ese tipo de amor; ridiculizarlo».
Ambas recepciones «aberrantes», la de la canción de Sting y la de la obra de Shakespeare, ilustran para Castañón un concepto que la teoría feminista maneja para denunciarlo y no siempre se entiende correctamente: el amor romántico, es decir, la extendidísima comprensión social del amor como algo que es tanto más verdadero cuanto más fronterizo con la insania, la posesión y la muerte en lugar de como una relación racional y serena entre seres libres, iguales e independientes. El «Por favor, sólo quiero matarla a punta de navaja besándola una vez más» de Loquillo en lugar del «Libre te quiero, pero no mía» de Amancio Prada.
Autor y narrador
Uno de los argumentos esgrimidos por algunos de los defensores de Sabina en el debate abierto por Viñuela es de orden literario: demonizar a Sabina, dicen, parte de la simpleza de confundir entre el autor y el narrador de una obra. Así lo expresaba, por ejemplo, Miguel Barrero en una columna publicada en este mismo periódico: «Confundir al narrador con el autor suele ser un error propio de malos lectores». A Castañón le indigna especialmente este argumento, y lo combate así: «No, no es lo mismo autor que narrador, pero nos olvidamos del autor implícito. Si nos ponemos a dar lecciones de teoría literaria, pues bueno, vamos a darlas bien. Un escritor puede generar una voz narrativa que sea un capullo, pero también puede distanciarse de ese capullo a través del autor implícito, cosa que Sabina, o Loquillo con La mataré, desde luego no hacen». En canciones como Contigo, Sabina no impugna, siquiera sutilmente, el amor romántico, sino que lo sublima, y no se limita a inventariar neutralmente la realidad, sino que efectúa una toma de posición clara.
Otra línea argumental de los defensores del cantautor andaluz es que es simple y exagerado relacionar, como lo hacía Viñuela, sus letras con la violencia de género. A esto, Castañón responde que «nadie dice que por escuchar a Sabina uno vaya indefectiblemente a convertirse en un maltratador: lo que se dice es que al escuchar a Sabina se participa de un imaginario colectivo en el que la desigualdad y el sometimiento de la mujer se perpetúan, y que es necesario detectar eso y proponer otros modelos que no vengan tan mal para generar imaginarios de relación». Las feministas, explica Castañón, «no pedimos que se censure a Sabina, ni le restamos valor artístico: de hecho Física y química es uno de mis discos preferidos. Lo que pedimos, simplemente, es que se nos deje señalar que el rey va desnudo. No debería ser tan terrible decirlo. El rey puede incluso seguir siendo el rey, pero por favor, dejadnos decir que va desnudo».
A Castañón tampoco deja de sorprenderla la virulencia de algunas de las críticas que se han formulado contra Viñuela, casi siempre de columnistas hombres como Arturo Pérez-Reverte o el propio Barrero. «Ya quisiéramos las feministas que semejante vehemencia, semejante poner el grito en el cielo, estos columnistas la emplearan, por ejemplo, en denunciar la violencia machista. Lo que pasa es que cuando nos tocan los privilegios o los afectos, todo el mundo empieza a tener la piel mucho más fina y más sensible, a perder comprensión lectora y a crisparse», dice.