La comedia la lleva tan dentro que asegura que hay que tomársela muy en serio. Con ese buen humor ha rodado «Es por tu bien», que ahora estrena con Jose Coronado y Roberto Álamo, sus «cuñados» en la ficción.
24 feb 2017 . Actualizado a las 15:53 h.Javier Cámara es tal y como una se lo imagina, no engaña y a la mínima se entrega a la conversación con la cordialidad de la buena gente. Te saca la sonrisa en el minuto uno y te gana a la primera. «Javier, estoy un poco afónica, tienes que disculpar», le digo. Y él se abre enseguida con una cercanía que se agradece siempre: «Tranquila, ya hablo yo». Cámara está de estreno, regresa a la comedia con Jose Coronado y Roberto Álamo, pero en paralelo está en Narcos y disfrutando del éxito de El joven papa, donde hace un papelón. «Estoy en un momento muy dulce, soy feliz». A Javier no se le puede pedir más.
-¿Vuelves a la comedia? ¿Es una necesidad en ti o una oportunidad más?
-No, es volver al inicio. Pero sí que es verdad que el contraste es interesante, hacer una comedia divertida, frágil, honesta, con amigos... Y te das cuenta de que tienes que hacer mucho esfuerzo, redoblado, porque la comedia es un terreno de mucha energía. Ha sido una gozada compartirla con Pujalte, Jose Coronado... Nos hemos pegado un verano tan bonito, con un Madrid muy solitario.
-Ese esfuerzo del que hablas lo sufres también alrededor. ¿Tus amigos te exigen esa vis cómica?
-No, no. Mis amigos me conocen y saben que a veces estás agotado y no soportas un chiste más. Pero te diré una cosa, yo no soy el más gracioso de mis amigos, no, yo necesito un guion. Yo de natural, por ejemplo, a mí me han dicho ‘presentas esto, que va a ser muy divertido’. Y yo he respondido: «Es que si no hay un guion divertido yo no soy divertido». [Risas] Te lo juro.
-No te creo, pero vale.
-Te lo juro, te lo juro. Además a todos los actores nos pasa, necesitas buenos guiones.
-¿Y a ti qué te provoca más carcajada? Eres más de ingenio con los colegas o de chistes.
-A mí los chistes, nada. Salvo alguien que los cuente muy bien, pero que por favor no se haga el gracioso. A mí me gusta el humor, como el que le vi a Kristen Wigg y a Steve Carell en los Globos de Oro presentando el premio de animación. Yo me meé, pero sobre todo los admiré. No te lo puedo explicar, no son chorradas, es muy sutil, muy divertido, de repente se ponen muy tristes porque recuerdan las pelis de animación que les marcaron.
-Es interesante esa reflexión que une humor y emoción, ternura.
-Sí, a mí me gusta el actor que se pone al límite de su emoción para hacer comedia, que no se toma la comedia en broma. Y cuando nos la tomamos a broma normalmente no sale bien. La comedia hay que disfrutarla, es muy frágil y puedes sobrepasar los límites enseguida. Por eso cuando ves que alguien está afinado, simplemente hay que dejarse llevar.
-Pero tú la tienes dentro, ¿no?
-Sí, sí. Yo cuando la comedia fluye es una maravilla. Yo cuando he estado con Amparo Baró, con Carmen Machi... ha sido fantástico. Amparo se dejaba el alma en cada escena, no hacía broma con la comedia. Cuando uno aprende eso, dice: «Es así, es así». Pajares te enseñaba lo que había que hacer y lo que no.
-¿Cuándo fue la última vez que te dijeron eso de «Es por tu bien»?
-No es una frase que yo haya oído muchas veces. Mis padres nunca me han dicho esa frase. Mi madre a lo mejor me ha dicho: «Es mejor que hagas otra cosa paralela a la actuación». Yo no le hice mucho caso, pero debía habérselo hecho. Porque pasa mucho tiempo hasta que esto tiene un poco de realidad.
-Tú no tienes hijos, ¿pero te ves haciendo cualquier cosa para que tu hija no tenga una pareja que no te gusta?
-Yo tengo amigos que tienen ese sentimiento respecto a las hijas, y a mí me choca bastante. Es una sensación que tiene mucha gente, tienen un proteccionismo malsano que en el fondo denota una falta de educación por su parte o una especie de machismo, o de no haberle dado a tu hija la libertad para decidir. Supongo que es un sentimiento atávico. De repente me hace gracia, pero también me asusta. Cuando la niña tiene un añito me puede parecer gracioso, pero no lo sé, si alguna vez tengo una hija intentaré que no me pase.
-No descartas la paternidad...
-Claro, me encantaría tener hijos. Sí, pero es cierto que es complicado criticar a alguien que tenga esos sentimientos, aunque tienes que ayudar a los que se pasan de la raya. «Ya no es asunto tuyo, tu hija tiene 18 o 20 años, déjala».
-Sois tres cuñados, el cuñadismo como fenómeno.
-Sí, somos tres cuñados que nos llevamos fatal, pero nos hemos juntado para que nuestras hijas no salgan con esos pendencieros. Son perfectos cuñados, tres que no se aguantan, pero de repente se tienen que caer bien.
-¿Y tú como cuñado entras con vehemencia en las discusiones familiares?
-No, tengo unos cuñados bastante decentes. La familia es un ente impuesto, los amigos son una familia más sana, la prefiero elegida por mí.
-Venga, pues te voy a dar el nombre de tres amigos y tú dime un plan con cada uno: Ricardo Darín, Jose Coronado y Santiago Segura.
-Haría lo que quieran. Pero con los tres, ¿eh?, con los tres. Primero no los he juntado nunca y me encantaría. Me iría con ellos fuera, a un sitio que no nos conozcan mucho y a disfrutar.
-¿Quién sería el más parrandero?
-Sería Ricardito. El más peligroso sería Ricardo.
-Es casi un hermano para ti.
-Lo adoro. Bueno, los quiero mucho a los tres, pero Ricardo ha sido una sorpresa, por la lejanía, por pensar que nunca iba a poder trabajar con él, porque es de otra generación [risas]. Si oye esto me mata. Me dirá que es más joven que yo. Pero es un tipo delicioso. Santiago me dio la primera oportunidad...
-¿Y tú te lo tomaste en serio? ¿Un tipo que te habla de «haceros unas pajillas»?
-Sí, siempre es una gozada que alguien te diga que va a hacer una peli contigo. Aunque es verdad que lo que quería hacer era Torrente, y yo decía: «Esto qué va a ser, este tío está loco». Solo que desde que me la ofreció hasta que empezamos a hacerla pasaron siete años, entonces yo había hecho series. Pero a Santiago no hay quien le gane a cabezota, saca adelante lo que haga falta, tiene una determinación... Él me iba dejando cosas en el contestador y yo me quedaba ojiplático: unas cosas tan racistas, tan fascistas... Yo decía: «A este lo echan del país».
-Pero no te dio miedo.
-No, qué me va a dar miedo. Yo feliz. Aunque yo le decía: «Santiago, esta escena...». Y él: «Yo creo que la gente lo entenderá” [risas]. Y se convirtió en un éxito.
-Es decir tu nombre y a todos se nos pone una sonrisa.
-Yo recibo mucho cariño y eso tiene mucho que ver con la tele. Yo he estado muy presente y me han tocado personajes inocentes, más tontitos... Y bueno, sí, he conseguido mesa en algún restaurante [risas].
-Vuelves a tu pueblo, con una plaza con tu nombre. ¿Es el mejor reconocimiento?
-Sí. Tiene que ver con eso. Lo valoro, mi familia está feliz, porque me he ido hace 30 años, ellos te sienten cerca, pero tú te vas alejando. Tienes otros amigos, a veces no puedo ir. Tengo un contacto diario con mi madre, pero ya soy más una imagen, un holograma... Ahora he cumplido 50 y los de mi quinta hacemos una cena, y claro, a veces le preguntas a un productor : «Mira es que tengo una cena», y nadie te deja ir. Claro, si le dices «me tengo que operar» cambia la cosa, pero son tantas las excusas que me he inventado... [Risas] Que claro, parece que estoy hecho una mierda.
-¿Qué tal en «Narcos»?
-Muy bien, me gustaría estar más, pero ha sido un descubrimiento no solo la producción increíble, porque hay mucho dinero, sino la gente y Bogotá, que a mí me tiene fascinado. Estoy viviendo un momento dulce con Narcos, El joven papa... Descubrirte en otros lugares, reinventarte.
-¿A los 50 tú te consideras un tío feliz?
-Yo soy una persona que disfruta de momentos de felicidad muy gratos. Hubo un tiempo en el que decidí no estar triste, así que el único motivo era intentar ser feliz. Ahora mismo lo estoy, y seguiré trabajando para que sea así, porque hay que mantener la felicidad a base de esfuerzo.
-¿Y tienes alguna espinita clavada?
-No, creo que ya me han regalado muchas cosas en esta vida, pero no ambicionar demasiadas cosas te hace más feliz. Soy muy exigente con mi trabajo, pero no con que este año tenga que encontrar diez nuevos amigos. No soy persona de listas, ni de presiones.
-¿Pero eres muy de gente?
-No, no. De mucha gente no. Si hago una reunión en casa como máximo ocho personas, con cuatro mejor. Yo me abro, pero cada vez tengo menos tiempo y más amigos, entonces hay que cultivar a la gente que vale la pena.