«Siempre llevo un metro en el bolso»

CULTURA

El 2016 fue su mejor año y ahora recoge los frutos. Nominada como figurinista por dos películas en los Goya, cada día se dedica a transformar a la gente en «Cámbiame». «A Pablo Iglesias le pondría brackets y a Rajoy le dejaría las canas al aire», apunta.

04 feb 2017 . Actualizado a las 18:32 h.

A los 47 está feliz como una perdiz, no se cambia ni por sí misma a los 20, porque hasta los 30 -confiesa- no se dio su auténtica oportunidad. Ella las busca todas, incluso si hay que coger el listín telefónico y ponerse a llamar a los directores de cine. Eso hizo cuando empezaba, y solo Bigas Luna le respondió, pero a partir de ahí se hizo un hueco en un mundo, el del cine, que le fascina. Ahora está nominada por Tarde para la ira y No culpes al karma... Dos películas muy diferentes, que por lo de pronto ya le han traído suerte.

-Enhorabuena por esas nominaciones a los Goya.

-Gracias, estoy contentísima. Es difícil, aunque tengo el 50% de posibilidades porque compito con una peli de época, pero es maravilloso.

-¿Qué fue lo más complicado?

-Son dos pelis totalmente diferentes. En Tarde para la ira tenía que hacer una especie de Tarantino español, quería algo muy genuino con el que todos nos identifiquemos. Además había pocos cambios, son looks muy marcados, y yo quería sobre todo que cuando se viese la peli diez años después se identifiquen con ella. No culpes al karma... es como Amélie, tiene una estética femenina, en que la ropa cobra mucha importancia. Todo es muy minucioso, muy colorista, pero empolvada. Una peli bella.

-Tú ves a alguien y ya te dan ganas de cambiarlo, ¿no?

-Esto es un poco deformación. Si estoy en un restaurante y me fijo en el de la mesa de al lado por la ropa empiezo a pensar: «Ah, este tío debe ser tal cosa, o está en una cita...». Yo soy una contadora de historias con la ropa. No puedo evitar hablar con alguien y retocarle el cuello, o colocarle bien la corbata.

-¿Eres tocona?

-Sí, soy tocona. Y mi trabajo lo llevo a cuestas. Yo siempre llevo en el bolso un metro, por si tengo que medir a un actor, yo qué sé. [Risas]

-¿Y cómo dirías que es tu estilo?

-Yo soy muy kitsch. A mí me aburre la elegancia, está sobrevalorada. Me interesa la gente que me conmueve, que aporta, que crea. No la gente que lleva un vestido negro y un stiletto, no la gente que está valorada como la más elegante. Como dice Chavela Vargas: «El que no tiene ni arrugas ni canas no le abras porque no tiene nada que contar», pues lo mismo con la ropa. El que va correcto, impoluto, no me interesa.

-Ni las firmas.

-Nada. La gente que crea es la de la calle. Y los diseñadores es adonde miran.

-Nacer en Benidorm marca.

-Yo soy quien soy por haber nacido en Benidorm. Soy libre de cabeza. No he tenido prejuicios, tengo una familia normal, de clase baja, me crie en una tienda. Y jamás me ha importado el qué dirán, de verdad. Mis amigas me decían: «Si sales así, no vamos contigo». Yo pasaba.

-Muy libre, pero también fuerte.

-Sí, pero yo no lo sentía como fuerte. A mí no me preocupaba nunca lo que dijesen los demás. No he hecho nada, es como tener los ojos azules. A mí me importaba un bledo que me miraran. Es más: a mí me gusta que me miren, me gusta provocar cosas en la gente.

-¿Entiendes a Cristina Pedroche?

-Sí, por supuesto. Me parece bien, me parece una magnífica campaña de márketing lo que están haciendo con las campanadas. ¿Por qué no hacerlo?

-¿El vestido te gustó?

-No especialmente, pero también me parece bien que no me guste especialmente. Me encantó el figurín que hicieron, pero luego realizado fue peor que el figurín.

-¿Tú tienes alguna prenda fetiche?

-No, no. Sí me gusta llevar un buen bolso y unos buenos zapatos. Le dedico más dinero a eso, prefiero tener ropa más barata porque me canso enseguida de ella. Mi bolso de diario lo puedo llevar muchos años.

-¿Terminas por deformación profesional vistiendo a los de casa?

-Mira, si hay alguien al que no he podido vestir en la vida son mis padres. O mi hermana. Nada, nada. Mi madre me dice: «Ay, hija mía, tus gustos no son los míos». En mi casa es que si alguna vez se me suben los humos me los bajan rápido. Llamo a mi madre: «¡Mamá, que estoy nominada a los Goya!». Y ella: «Ah, muy bien: ¿vas a venir en Navidad? ¿Quieres que haga arroz?». [Risas]

-¿Algún personaje público que te guste especialmente? ¿La reina?

-Me gusta ella, pero no como va vestida. Me gustaría que arriesgara más. Me gusta ella porque me gusta que pueda llegar a ser reina alguien como tú o como yo. Y ella en eso ha sido impecable. Me gusta Nati Abascal, Marisa Paredes... Pero no soy muy seguidora de nadie.

-Recuerdo del programa el cambio de Conchita, aquella mujer que decía que solo tenía un vestido naranja, muy pija en la forma, que te puso mala porque siempre la habían mantenido.

-Sí, sí. Es que yo no entiendo a una tía que diga: a mí no me dan la oportunidad, he tenido mala suerte, yo me lo merezco. Cúrratelo. Yo soy muy dura con las personas vagas, es que no quiero a gente así a mi alrededor.

-Tú cuando empezaste cogiste el listín telefónico y te pusiste a llamar a directores de cine.

-Sí, sí. Me cogió Bigas Luna, el único. Yo estoy aquí por él. He sido muy osada. A mí me da vergüenza, claro, pero me la trago. Lo haría mil veces, y lo sigo haciendo. El mundo es de los valientes.

-Tú eres un «cámbiame» continuo.

-Sí, sí. ¡Así ha sido mi vida amorosa!, pero bueno, ahora estoy muy bien. No soy nada enamoradiza, me pienso las cosas con la cabeza. Mi chico fue tenaz, persistente, pero no por estrategias de chicas... No, no. Yo fui muy poco a poco. Eso sí, he sido fría para cuando un tío no estaba al 100 % dejarlo. Yo lo quiero todo.

-¿Con la edad hemos ganado?

-Sí. Yo hasta los 30 no fui muy feliz, porque estaba en una búsqueda constante. A partir de ahí genial. Y el 2016 el mejor año de mi vida.

-Los hombres, ¿mejor con corbata?

-Sí, sí. Corbata sobria, camisa blanca, zapato bueno... Me gustan sobrios, para loca ya estoy yo. Un hombre que esté un paso por detrás de mí. No me gusta ni que bailen, fíjate lo que te digo. Yo no puedo estar con uno que lleve pantalones multibolsillos y botas de montaña. Me muero [risas].

-¿Qué le cambiarías a Pelayo?

-Nada. Se ponga lo que se ponga es un tío tan estiloso. Yo hace diez años iba por la Gran Vía, lo vi, no sabía quién era y paré el coche, hice un «Esperanza Aguirre» y le dije: «¿Por favor, puedo hacerte una foto que me apasiona tu look?». Y no nos volvimos a ver hasta el casting. Pelayo es superestiloso y también Natalia [Ferviú].

-¿A Carlota Corredera qué le harías?

-Yo le dije que tenía que ir sobria, diferente a Sálvame. Está genial. Le aconsejé que se pusiera el labio rojo.

-¿En lo primero que te fijas?

-En la sonrisa; me encanta la gente alegre, contenta. Y en los hombres, en su sonrisa y en las manos, es un topicazo, pero no sabes cómo. Yo no he salido con tíos especialmente guapos. Me gusta que tengan humor, pero que no sean payasos. Yo quiero reírme.

-En «Supermodelo» eras la mala.

-Sí. Es que yo tengo un lado duro. Llevo mal las debilidades, las enfermedades, la gente deprimida. Hay cosas que no entiendo bien. Me cuestan.

-¿A quién le harías un «Cámbiame»?

-De políticos a Pablo Iglesias, le dejaría la coleta, pero le pondría brackets. Y haría algo con el pelo de Rajoy, sus canas al aire.