Canciones nuevas de un hombre «que ya no existe»

Efe / La Voz REDACCIÓN

CULTURA

Héctor Tuya

Héctor Tuya rescata en «La caja negra» temas de hace más de 10 años que pasaron el filtro del tiempo

29 ene 2017 . Actualizado a las 18:55 h.

El músico Héctor Tuya (Oviedo, 1979) acaba de editar La caja negra (Maral Producciones Musicales), una colección de canciones compuestas hace años y que, tras una década sin publicar trabajos propios, recupera ahora para quitárselas «de encima» después de constatar que pasaron «el filtro de los años». «Son canciones hechas hace diez o doce años y se convierten en el disco de un hombre que ya no existe, pero hacen su ejercicio de exigir el respeto que merecen y hay que tocarlas y sacarlas. Era casi una cuestión física», asegura Tuya.

Una caja negra, advierte Tuya, es «lo que después de un accidente» y así identifica la época de su vida en la que compuso los temas que ahora se editan, un periodo entre 2005 y 2009 en el que sufrió pérdidas personales y sentimentales y un contratiempo de salud saldado con una placa de titanio «y tres semanas estupendas recuperándome en la cama y ensayando allí mismo con la banda». Tras publicar en 2007 su Ep H, el cantante y guitarrista centró su actividad en otro ámbito de la música, el de la producción, y afirma que en ese tiempo no había pensado demasiado en ese conjunto de temas aparcados aunque finalmente asumió que, si un autor no publica discos, termina por dejar de hacer canciones.

Canciones sobre mujeres peligrosas, sobre «heridas de las que no se halla la cicatriz» que afronta con «el corazón armado hasta los dientes» componen un disco que se cierra con su favorita, «El Veneno», y con el que Tuya aspira a poder dar rienda suelta ya a nuevas composiciones y a quitarse, de paso, el 'mono' de escenario. La gira de presentación de «la caja negra» comenzará el próximo 16 de febrero en Madrid (Sala Costello) y seguirá después con actuaciones ya cerradas en locales de Bilbao, Barcelona y Santander.

«Colaboraciones de lujo»

Marcado por la variedad en sus doce temas, que van del rock clásico al cabaré, el swing o un toque country, La caja negra cuenta además con un elenco de «colaboraciones de lujo» de los músicos con los que Tuya ha colaborado en su faceta como productor en estos años de silencio discográfico. La batería de Pablo Serrano (Ariel Rot, Cabriolets), el bajo de Luis Rodríguez (León Benavente), la viola de Cristina Gestido, el multi-instrumentista Miguel Herrero la guitarra de Rubén Pozo (Pereza) o el acordeón de Begoña Larrañaga (Los Problemas) aparecen así en un disco grabado a caballo entre Madrid, Avilés y Luanco.

«Cada uno fue pasando por allí y dejando su joyita», asegura Tuya, que cuenta además con la presencia en su disco de Sil Fernández al bajo y de Sergio Pevida a la percusión -los músicos que le acompañarán en la gira- y del teclado de Mike Vergara, el teclista de Ilegales, que también se sumará a alguna de las actuaciones programadas para los próximos meses.

Apasionado de Tom Waits y estudioso de la obra de Leonard Cohen desde todas las facetas -«cuando me agobio con el disco me pongo a leer a Cohen y me basta»-, el coautor de «Las chicas del Roxy», grabada luego por Loquillo, reivindica además el eclecticismo en su obra y pone como ejemplo el primer corte del disco, «Amour fou». A partir de un poema de Ángel Guache, la canción «empieza en los años treinta en Nueva Orleans y acaba en los ochenta o los noventa en Inglaterra en cuanto a sonoridad», un «juego» que lleva a cabo también en los ensayos junto a sus músicos. «En los ensayos tocamos 'Ay pena, penita, pena' para ver hasta qué punto podemos hacer canciones de un lado y de otro. Ensayando otras cosas logramos que, al actuar, los temas que ya nos sabemos no pierdan ese polvo de las alas de las mariposas», afirma.

Tuya recuerda con cariño su etapa en Babylon Chàt, la banda que recuperó el glam para el rock español, a la que se incorporó «de casualidad» por invitación de Igor Paskual y que lideró tras la salida del guitarrista para incorporarse a la banda de Loquillo, una etapa de que, confiesa, acabó «desertando» en dirección a Amsterdam.