«Colonia», una película solvente situada en el Chile de los primeros días del golpe de Estado de Pinochet, que precipita las desventuras de una pareja de jóvenes alemanes
28 ene 2017 . Actualizado a las 10:07 h.En general, la crítica ha sido dura con Colonia: efectista, superficial, melodramática. No hay para tanto. Estamos ante una película solvente -de arranque algo tópico, es verdad, con algún arrumaco pegajoso de los protagonistas-, situada en el Chile de los primeros días del golpe de Estado del general Pinochet, que, entre miles de dramas, precipita las desventuras de una pareja de jóvenes alemanes -un fotógrafo militante y una azafata desideologizada- que el ejército detiene en las calles de Santiago y envía al Estadio Nacional, que fue funesta prisión y antesala de tortura, desaparición y muerte de cientos de víctimas.
Tras el comienzo mencionado -plagado de imágenes del golpe contra Allende, que ya vimos en La batalla de Chile-, y después de un martirologio de crueldades practicadas por los torturadores de la dictadura, el protagonista es seleccionado por un estrafalario personaje, que se lo lleva a la irónicamente denominada Colonia Dignidad, supuesta entidad «rehabilitadora» al sur del país y que no es otra cosa que una especie de campo de concentración, cubil de la bestia, con apariencia de secta religiosa. Hasta allí va la azafata.
Al comienzo del filme nos cuentan que todo está basado en hechos reales, y, como es habitual, al final veremos fotos y leeremos rótulos que nos explican qué fue de semejante personaje, al que el régimen de Pinochet -a mitad del metraje asistimos a la visita del sátrapa a la colonia- utilizaba como cárcel «reeducadora» y para experimentos variados -cual Mengele-, además de contarnos ¡la connivencia de una parte de la embajada alemana!
Daniel Brühl -aún con su eterno aspecto juvenil de Goodbye Lenin- y Emma Watson -la Hermione de Harry Potter, que ha crecido- se enfrentan al mesías ario -el campo evoca el nazismo, con uniformes «tiroleses» y pedofilia- encarnado por Michael Nyqvist, el Michael Blomkvist de la versión cinematográfica sueca de Millennium. La escalofriante interpretación de este gran actor, y la de su asistenta, una frau Bluger espectral -¡grande Richenda Carey!-, son lo mejor de un filme en absoluto desdeñable.