«Paquirrín tiene un doble disco de oro y esa es la industria real, lo que la mayor parte de España escucha»

Noelia Rodríguez AVILÉS

CULTURA

Maika Makovski
Maika Makovski

Makovski presenta el viernes en Avilés «Chinook Wind», un disco íntimo fruto de su viaje a Macedonia

24 ene 2017 . Actualizado a las 13:48 h.

A Maika Makovski la pasión por la música le viene desde bien pequeña, con 12 años empezó a escribir canciones. La heredó de su padre y tuvo que viajar a la tierra de él, Macedonia, para hacer su disco más íntimo y personal. El viernes presenta en el Palacio Valdés Chinook Wind, su sexto trabajo discográfico, y está deseando volver al teatro avilesino en el que ya estuvo como responsable de la banda sonora de algunas obras que allí se han representado en los últimos años. 

-Llega a Avilés con «Makedonija», una canción que suena a claro homenaje a la tierra de su padre.

-Son una canción y un vídeo de gratitud a un país que yo no conocí hasta los 30 años, cuando estaba pasando un momento terrorífico. Fui a desconectar e hice lo contrario, conectarme muy fuertemente a una parte de mi que desconocía hasta entonces.

-Hay un espacio de cuatro años entre sus dos últimos discos de estudio, ¿qué ha pasado en este tiempo?

-No he dejado nunca de escribir, de trabajar. He escrito tres bandas sonoras para obras de teatro, son proyectos que consumen tiempo, difíciles de compaginar con un disco. He pasado por momentos personales complicados y, por suerte, me topé con Macedonia y me hizo el boca a boca y me devolvió a la vida. Fui capaz de enamorarme, de un canadiense, con lo que me faltaba la estabilidad para meterme al estudio porque estaba viajando todo el rato.

-Un tiempo de muchos cambios.

-Muchísimos, de hecho digo que éste es un disco documental porque recoge etapas diferentes de momentos muy dispares.

-«Chinook Wind» es menos rockero que anteriores discos, ¿se debe a los cambios que ha vivido en los últimos años?

-Quería un cambio hacia sonoridades diferentes, porque para mi la música es juego y tiene que seguir viva; quería poder ensayar en mi salón y no en salas con luces de carnicería; quería una gira por teatros, que me dan mucha calma, en lugar de festivales. Me cuestan mucho, porque la gente parece que no va a escuchar música, sino como una alternativa a la discoteca y yo no hago música de esa manera. He intentado aunar mis intenciones con mi estilo de vida, con mi música.

-Para el concierto de Avilés promete violines, violas, chelo, guitarras acústicas... Suena a una combinación cuanto menos interesante.

-Hay también una trompa y un batería. Es un formato totalmente atípico, pero felizmente natural. Todos los arreglos que hemos hechos han cuajado perfectamente. Disfruto como una enana cuando subo al escenario.

-El disco es menos rockero pero ha sido producido por John Parish en Bristol.

-Es un productor muy versátil. Cuando trabajé con él en el tercer disco me di cuenta que me gustaba más en temas acústicos que eléctricos, quería ser más desgarradora de lo que él me permitía. Y en este disco se ha lucido a pesar de que no es tan sinfónico como el dinero.

-Empezó a escribir canciones con 12 años y a actuar con 14, ¿se considera una artista precoz?

-Tuve la suerte de que mi padre es músico y verlo en casa lo normaliza todo mucho. Dadas mis circunstancias creo que empecé cuando tenía que empezar. Lo que da miedo es pensar que llevo 21 años escribiendo canciones.

-En 2014, a partir del reconocimiento que tenía, recurrió al crowfunding para grabar un vinilo en directo, ¿tan mal está la industria musical?

-Me apetecía por la manera en que quería sacar el directo. Quería hacer algo muy especial, a lo que la industria discográfica me hubiera puesto trabas: pintar todas las portadas a mano. Coloqué las 225 portadas de vinilo en el suelo, una extensión de 4,5 metros por 4,5 metros y durante tres días enteros, que al final casi me desmayo, estuve pintando un cuadro enorme del que cada mecenas se ha llevado un pedacito. Es de las cosas más bonitas que he hecho.

-¿La situación de la industria musical en España es peor que en otros países?

-Está mal. Antes se hacía una labor de apoyo al artista, de crear carrera, se apostaba por él hasta las últimas consecuencias. Ahora se apuesta por flores de un día, audiencias inmediatas en Youtube, clones de otras cosas que han funcionado. El otro día vi que Paquirrín tenía un doble disco de oro y ves que esa es la industria real, en eso está centrada y eso es lo que la mayor parte de España escucha.

-¿Eso le hace replantearse las cosas?

-Te abre los ojos a una realidad, porque nos rodeamos de personas afines y se crea un microclima que no te da la imagen real y se hace duro ver que esa es la mayoría. Pero a la vez es algo que he sabido siempre, nunca he hecho música para forrarme, la he hecho por amor a la música, porque la respeto y creo en ella como medicina del alma.

-¿Qué planes de futuro tiene tras la gira de «Chinook Wind»?

-Aún queda gira para rato, pero luego tengo dos frentes abiertos: una colaboración de músicos macedonios y españoles para hacer música tradicional de los dos sitios, que es un experimento para mi y me apetece mucho y desquitarme y dar un par de guitarrazos y volver un poco a la electricidad.