Los discos reclaman su protagonismo en estas fechas. El 2016 ha sido el año de la americana que, a buen seguro, aparecerá con su envoltorio correspondiente en muchos hogares el día 25. Junto a ella, todos estos astros desean ser regalados.
24 dic 2016 . Actualizado a las 16:44 h.Pese a la crisis (aquí más de formato que económica), los discos aún ejercen de opción recurrente de regalo de Navidad. Agrada mucho encontrarse bajo el árbol un cedé o un disco de vinilo en estas fechas. Todos tenemos asociados determinados discos a determinadas Nochebuenas. Y muchos queremos que siga la tradición.
También sirve esto para hacerse una idea de qué ha sido lo más relevante del 2016. Esos presentes discográficos funcionan indirectamente de resumen del curso. Se rescatan álbumes de principios de año. Se ponen en valor reediciones de lujo. Se apuesta por esos lanzamientos que las compañías ya tienen reservados para los meses de noviembre y diciembre.
En ese sentido una artista sobresale. Se encuentra a la derecha de estas palabras. Beyoncé, la cantante que floreció al frente de las Destiny’s Child en la década de los noventa, es ya una figura de primer orden. Su exuberante Lemonade lo pone de manifiesto. Nadie le hace sombra en el planeta pop en la actualidad. Mueve ríos de gente, dólares y suspiros. Y goza del favor de la crítica que, ahora sí, ha valorado lo que ya se veía venir en sus álbumes anteriores. Una publicación tan fiable como Mojo considera a Lemonade el 12.º disco del año. Pitchfork, que le da el primer puesto a su hermana Solange con A Seat At The Table, le ha dado el tercer puesto. Y Rolling Stone le ha situado en la cima.
Junto a la detonación de Beyoncé, 2016 ha estado marcado por las muertes de David Bowie, Leonard Cohen y Prince. Los dos primeros fallecieron al poco de editar unos discos que, con su defunción, cobraron una nueva vida. Blackstar y You Want It Darker demuestran cuán frágil puede ser la vida, pero también lo grande en lo que se puede convertir la muerte ligándola a un acto creativo sublime. Estrellas que se apagan, frente a las que adquieren un brillo cegador.
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