«Rogue One: A Star Wars story» recupera parte de aquel encanto casi naíf de las entregas ochenteras, tanto en la dirección de Arte como en el tono y en las secuencias de acción
18 dic 2016 . Actualizado a las 10:21 h.Esta vez parece que sí, que el sumando a la saga inaugurada por George Lucas en 1977 con Star Wars IV: Una nueva esperanza fue capaz de encandilar a la legión mundial de warsies (así les llaman, frente a los trekkies de su competidora Star Trek), de convencer por su honestidad a la crítica (salvo folclóricas excepciones) y de anticipar que Disney parece haber elegido la mejor senda. Para quienes nos pilló creciditos la irrupción de la nave Halcón Milenario con sus ilustres tripulantes y sus nobles objetivos frente al Imperio y el malvado Death Vader, es otra la lectura del impactante aporte de Lucas al cine fantástico y al espectáculo en general. El que fuera aventajado tutelado de Coppola a finales de los sesenta irrumpía en la industria de Hollywood para convulsionar los cimientos de la pantalla grande. A aquella le seguirían El imperio contraataca (1980) y El retorno del Jedi (1983), con Lucas al margen de la dirección, pero confirmando el acierto. Lo ocurrido desde entonces, aun manteniendo intactos sus valores primigenios, pocas veces logró unanimidades, incluyendo a J. J. Abrams y su Star Wars: el despertar de la fuerza (2015).
Ambientada entre los episodios III y IV, Rogue One recupera parte de aquel encanto casi naíf de las entregas ochenteras, tanto en la dirección de Arte (ahora incorporados los avances en CGI) como en el tono y en las secuencias de acción (hasta resultan chulas las batallas...). Si a eso sumamos el feliz avatar del gran Peter Cushing (fallecido en 1944), recuperado como Gran Moff Tarkin (y otro más que nos decimos para evitar spoiler), e incluso la entrañable nave Halcón Milenario, el festín se hace completo y la fuerza acompaña a esta nueva vuelta de tuerca. El Imperio pone en marcha la siniestra aniquiladora Estrella de la Muerte y un grupo de rebeldes liderados por Jyn Erso (una Felicity Jones creíble pese a su inmadurez dramática) se proponen destruirla. A partir de ahí el festín está servido, que 200 millones de dólares dan para mucho. Sin duda, esta vez la Fuerza acompaña al resultado.