La revisión del ballet de Falla por la compañía de Víctor Ullate abre una nueva edición de «Danza Gijón»
20 oct 2016 . Actualizado a las 12:35 h.Aunque el (viejo) sentido original de la hispanidad está dejando de ser razón válida para una celebración de rango nacional, es posible que Manuel de Falla y la música de su ballet El amor brujo (1915) aún nos permitan retornar a la historia de un embrujo amoroso que reconcilia con lo español -de antaño- a través de lo andaluz. Como tantas veces ha ocurrido (aunque cada vez menos). La naturaleza del amor y su violencia caliente hacen siempre de esta partitura un motivo excelente para su revisión danzada. Y qué mejor que el ballet y la ponderación de su arrebato para inmiscuirnos en una historia de amor tan atávica y ancestral: bailar embrujados por el amor para ahuyentar la maldad solo puede hacerse desde lo mejor de la danza española.
La coreografía de Víctor Ullate (Zaragoza, 1947) nació en el Teatro de La Maestranza de Sevilla en 1994, pero lo que se pudo ver en el Jovellanos, el pasado día 12, es la versión revisada por el maestro de maestros, estrenada en diciembre de 2014 en el Teatro Real de Madrid con motivo de la celebración del centenario de la obra de Falla. Un siglo ya de un ballet que se fraguó en París, tras siete años de estancia del compositor gaditano en la capital francesa, con el que éste pretendía dar cuerpo a la sentimentalidad de una España que despertaba al siglo XX. Fue su forma de regresar con el remolino en la mente de una pasión desatada. Había que echar el resto.
Los de Ullate pusieron encima de la tabla jovellanista un Amor brujo estiloso y muy español, para unas cosas, y muy contemporáneo para otras, so pretexto de reunirse con una ciudad que no los acogía desde hacía tiempo, salvo a algún integrante de la compañía que participó hace menos de dos años en una gala de danza. La última vez que visitaron Asturias estuvieron en Oviedo con Jaleos (1996), hace un par de temporadas ya. En aquella ocasión lo hicieron de bien a muy bien. Era ballet solo o solo ballet, no había narrativa. Lo que mejor domina Ullate: la música y el ballet en alternancia; es decir, lo que proviene directamente del centro de la clase.
Así que esta nueva versión de El amor brujo tuvo buenas intervenciones grupales en la primera parte, muy atinadas en su fidelidad al estilo Ullate, lo más genuinamente reconocible. Imponentes faldas-vestido artesonadas de eficaces piernas directriz para pies en media punta. La seducción del vestir, siempre tan cuidada por el maño, para un buen neoclásico de aire contemporáneo que tan bien se deja ver, gracias a ese fondo de ballet clásico que despega siempre tan evidente. Tan evidente.
Buenos momentos bailados para Canción del amor dolido y Romance del pescador, impregnados de cierto goticismo del que el zaragozano quiso manchar buena parte de la coreografía, que incluye un mapa de luces, a veces un tanto fuera del contexto de la danza, perdiendo así algo de complicidad con el bailarín. Pero el estilismo de María Araujo, llenando metros para el volátil de tela dibujada con incrustaciones de pasamanería, traduce muy buen gusto. O, por ejemplo, los hermosos y tremendos abrigos guarda-polvo de todo el elenco, que evocan cinematografía y moda. Clásica vanguardia. Preciosos los maniquíes; parece que no ha pasado el tiempo por ellos. Al contrario, se ven elegantísimos.
En cambio, la escena central de la exposición nos lleva más al cine que a la danza y distorsiona, en una medida bastante significativa, la transversalidad musical (y literaria) de una historia tan vieja y tan nueva como ésta. Demasiado metraje redundando en lo mismo: espectros como murciélagos, aves nocturnas a las órdenes del fantasmal amante y evoluciones un tanto alargadas y no conducentes a ningún aporte narrado. Efectista, bien ejecutado, mono (hemos visto hermosos culos masculinos), pero nada más. No acaba de encajar con el resto de la obra, igual que la proyección de vídeo. En parte, el espectador podría acordarse del largometraje Entrevista con el vampiro o de algunas de las caras del Joker que hizo el difunto Heath Ledger. Vamos, que por lo que dura no viene mucho a cuento.
La coreografía mejora ostensiblemente en el último tercio del ballet: se vuelve al quehacer español y a la argucia de la maestría. Estupendo el Carmelo que encarnó Josué Ullate, un bailarín con una técnica y porte exquisitos. Es amable y dulce en escena porque el comportamiento de su cuerpo es firme, no blando. También merecen especial mención Candela, la gitana enamorada, y un incondicional de Ullate padre, Dorian Acosta, haciendo las veces de José y Espectro. En general, buen nivel de la compañía; los del Ullate siempre solventes, manteniendo el listón bien alto dentro del panorama dancístico español. De lo poco que hay hoy.
Lo sui generis de la danza española y del flamenco, al igual que Falla, es que son una marca y que, en general, viven mejor momento que el ballet clásico o el contemporáneo. Y todavía se siguen asociando, también en general y algo burdamente, a la territorialidad peninsular y, por extensión, a toda su polivalencia. Lo hispánico no pita mucho últimamente, salvo en el fútbol, claro. Pero los espectáculos que de alguna forma nos acercan a una identidad común siguen llenando plazas. El Jovellanos, un espacio del norte, estaba hasta la bandera. Porque, seamos conscientes o no (y el universal compositor lo escribió demasiado bien), todo lo del amor esconde algo de brujería, de violencia sana e insana, de instantes de giro para un fuego que, como una candela, arde mientras ama.
Víctor Ullate Ballet. Comunidad de Madrid
El amor brujo, 2014
Director: Víctor Ullate
Director de escena: Eduardo Lao
Música: Manuel de Falla, Luis Delgado, In SlaughterNatives
Escenografía e iluminación: Paco Azorín
Vestuario: María Araujo
Diseño de sonido: Miguel Lizarraga
Vídeo: Greyman
Roles principales: Candela, Marlen Fuerte; Lucía, Ksenia Abbazova; José y Espectro, Dorian Acosta; Carmelo, Josué Ullate; Pitonisa, Leyre Castresana; Gitana, Elena Diéguez; Gitano, José Becerra; Pretendiente, Fernando Carratalá
Ángeles: Marino Cardano y José Becerra
Cuerpo de baile: Bailarinas: Martina Giuffrida, Lorena Kesseler, Cosima Muñoz, Kana Nishiue, Keiko Oishi, Nora Peinador, Samantha Vottari. // Bailarines: Lorenzo Agramonte, Gianluca Battaglia, Alejandro Bretones, Daniel Castillo, Daniel Pacheco.
Teatro Jovellanos, 12 de octubre, 20:30 horas, 2016. Ballet de 80 minutos. Acto único.