El Muséu del Pueblu d'Asturies expone una colección de aparatos radiofónicos y otros electrodomésticos sonoros y visuales donados en depósito por el coleccionista gijonés Avelino Fombona
14 jul 2016 . Actualizado a las 19:36 h.Antes de esta era de fetiches tecnológicos y obsolescencia programada, nuestros padres y abuelos ya padecieron la fascinación por lo que entonces eran novísimas tecnologías. Tocadiscos, magnetófonos domésticos, proyectores de Súper-8, televisores, casettes, radiocasettes y todas sus combinaciones -y antes que todo eso, sobre todo las radios- no solo fueron unos trastos prodigiosos que metían en casa el mundo (o la parte del mundo que permitía la autoridad competente) y abrían las primeras brechas al universo mediático en un país aún aislado y medio a oscuras. Pero el vínculo con ellos era más intenso, como el que se tenía entonces con cualquier objeto: el de la pertenencia duradera, la fidelidad hacia una especie de patrimonio familiar que se debía cuidar, conservar, hacer durar todo lo posible. De ahí al coleccionismo había un paso. Avelino Fombona, gijonés de Somió y de 1941, lo dio. Y ahora su colección es también patrimonio compartido. Está en depósito en el Muséu del Pueblu d'Asturies, que la custodia y la exhibe estos días en la exposición Historias de la radio, 1925-1975.
Como otras colecciones de los más diversos objetos vinculados a la vida cotidiana de los asturianos de otro tiempo, esta sirve, según los responsables del centro, para «conocer la evolución técnica» de unos artefactos sin los que es imposible entender la historia del siglo XX, tanto en sus grandes acontecimientos como en la intrahistoria. Fue eso lo que justificó el interés del Muséu del Pueblu d'Asturies cuando hace un par de años recibió la propuesta de para recibir en depósito indefinido más de doscientos aparatos entre gramófonos, magnetófonos, reproductores de casette, tocadiscos, equipos compactos, radiocasettes, radiotelevisiones, proyectores de cine y, sobre todo, radios, desde las arcaicas de galena hasta las más decorativas y sofisticadas, convertidas en pieza de mobiliario. Incluso apagadas, son capaces de sintonizar con un mundo donde todo pasaba por sus lámparas o sus transistores convertido en sonido: hechos históricos y noticias menudas, propaganda o resistencia, devoción y entretenimiento.
El donante las fue reuniendo después de enamorarse de los mismos artículos que durante muchos años vendió en el establecimiento de electrodomésticos Oyagüe, en la gijonesa calle de San Bernardo. Primero fue atesorando los que llegaban a la tienda; después, como buen coleccionista, se convirtió en un ávido buscador de tesoros arrumbados en rastros, anticuarios y chatarrerías.
Todo ello queda ahora a la vista de los visitantes del Pueblu d'Asturies, para despertar los recuerdos de quienes convivieron con cualquiera de estos objetos casi como con un familiar más y seguramente la curiosidad e incluso la extrañeza de quienes están acostumbrados a cambiar de smartphone cada temporada y para quienes, seguramente, no despertará demasiadas emociones visitar una exposición de viejos móviles, ordenadores o videoconsolas dentro de apenas unos años.