Quimi Portet, el justiciero

Javier Becerra
Javier Becerra RETROALIMENTACIÓN

OPINIÓN

06 jul 2016 . Actualizado a las 13:12 h.

Todo el mundo debería trabajar, al menos, seis meses tras una barra. Se trata de un excelente mirador de la condición humana. También un lugar perfecto para sacudirse de encima la tontería clasista, en el caso de tenerla. Eso de servir a otro otorga al que lo hace un plus de humildad que, por lo general, viene muy bien en la vida.

Hay de todo. Gente maja y agradable. Pero también clientes dispuestos a arrasar para hacer valer su disgusto. «¡Exijo hablar con el jefe!». «¡Quiero el libro de reclamaciones!». El músico Quimi Portet demostró que se puede ir más allá. Pidió un cafè amb llet en el ferri Ibiza-Formentera y se encontró con un sarcástico camarero gallego. Según él, le espetó: «En gallego, español, francés, inglés y hasta en italiano entiendo, en catalán o mallorquín, ya no».

A Portet no le hizo gracia. Ninguna. No le importó, incluso, que ese hombre pudiera perder su empleo cuando decidió hacerle una foto y colgarla en Twitter, donde los efectos finales de su queja se le pueden ir de las manos. El conflicto lingüístico estaba por encima de ello. Prevalecía el «¡te vas a enterar!». Y no. Porque con el pan de la gente no se juega de un modo tan frívolo. Quizá si fuera él quien sirviera los cafés a 1.000 kilómetros de su tierra se daría cuenta. Luego, ya podría hablar de idiomas y expresar razonablemente sus quejas.