La artista langreana Noemí Iglesias convocó un 'casting' de parejas para un simulacro de relación estival que dio lugar al proyecto «Summer Boyfriend Wanted», que expone en la Sala Borrón
24 may 2016 . Actualizado a las 05:00 h.«Se busca novio de verano. Noemí está buscando un hombre residente en Bristol. Es un acuerdo temporal de tres meses, desde el 21 de junio hasta el 20 de septiembre. Los candidatos deberán tener carácter paciente a la vez que una personalidad entusiasta y aventurera. También tendrán que ser capaces de demostrar un talento único. Ojos verdes y algún medio de transporte son también deseables, aunque no esenciales. Para más información, escribir al email summerboyfriend@outlook.com. Fecha tope: 18 de junio. Entrevistas: 19 de junio».
Este mismo mensaje, pero redactado en inglés, inundó las calles de Bristol en forma de flyer durante las fechas previas al verano de 2014. La petición era tan llamativa que alguno de los receptores de aquel peculiar anuncio por palabras decidió fotografiarla y colgarla en una de esas páginas de internet dedicadas a la recolección de rarezas y bizarrías. Pero iba completamente en serio. Noemi encontró su Summer Boyfriend... y mucho más que eso.
Las mismas palabras inglesas de aquella peculiar convocatoria figuran hoy en una placa verde de metacrilato colgada de una de las paredes de la Sala Borrón, en Oviedo. Es parte de una exposición que -no podía ser de otro modo- se titula Summer Boyfriend Wanted. La Noemí que emitió aquel mensaje en Bristol es la artista langreana Noemí Iglesias Barrios (1987), y su intención no era exactamente la de encontrar un partenaire sentimental para amenizar su estancia como becaria en la ciudad británica. A Noemí le interesaba más bien reflexionar sobre los ritos y los estereotipos del amor romántico (versión estival) y los souvenirs que puede dejar atrás una relación de este tipo. Aunque no las cartas, las canciones, los pequeños fetiches o las fotografías usuales en estos casos.
En cierto modo, Summer Boyfriend Wanted es eso: una colección de souvenirs que, en unos casos, dejan constancia de lo sucedido con quienes pasaron la prueba de selección de la artista y lo que vino tras ella, y en otras dan cuerpo a sensaciones o reflexiones surgidas de ese proceso de enamoramiento con pautas estrictas y pie forzado que invita a pensar en lo rígido que resulta lo que pasa por ser ligero y espontáneo. Porque así fueron las cosas -meticulosamente programadas- entre Noemí Iglesias y los jóvenes que aceptaron su reto, que se acercaron a los 470, pero de los que solo seleccionó quince que finalmente quedaron en dos, aunque hizo falta tirar de un candidato de reserva ante las reticencias del inicialmente elegido.
Todas las etapas
Con ellos literalmente de la mano desarrolló un programa de actividades pautado y metódico en el que, en cada encuentro, se fueron quemando las etapas previsibles de un amorío veraniego: las primeras citas, las manos que se cogen por primera vez, el beso, la primera noche durmiendo el mismo lecho, un tatuaje gemelo compartido e incluso la ruptura final, metódicamente distribuidos entre el 21 de junio y el 21 de septiembre.
De todo ello fueron quedando distintos vestigios obtenidos in situ, como los vídeos grabados en tiempo real, y otros desarrollados mucho después de esta metódica love story: pequeñas instalaciones, piezas cerámicas o esculturas en las que se revela la formación esencialmente escultórica de la artista langreana, y que vienen a ser un pequeño museo de los amores simulados de Noemí y su summer boyfriend; pero también de su propia vida y de amores que nada tuvieron de simulacro. Porque, como en un extraño giro del experimento o en esas historias donde las invocaciones acaban desbocándose, la vida contaminó el laboratorio y aquello que algunos llaman amor verdadero desbordó los códigos, escapó del recinto donde se desarrollaba la observación y terminó poseyendo a los investigadores. El novio de verano se transformó en otra cosa, rebasó la fecha límite del 21 de septiembre y dejó otro tipo de experiencias y vestigios en la artista. Pero esa es ya otra historia. Sus secuelas y sus rastros no se exponen sino que, como debe ser en estos casos, se llevan tatuados, pero por dentro.