
Los pozos cerrados requieren vigilancia «de por vida», de la cual se encargan una treintena de trabajadores de Hunosa. Las alternativas para compensar los «costes eternos» que ocasionan las explotaciones cerradas serían la biomasa y la geotermia
04 jun 2018 . Actualizado a las 13:31 h.Aún no se puede dar nada por perdido porque sindicatos y patronal siguen dando la batalla en el Ministerio de Industria y Energía para salvar al sector carbonífero. Sin embargo, aunque una vez más se consiguiera una prórroga y se lograra mantener otro periodo de tiempo (todavía) indeterminado la extracción del mineral autóctono, el camino que marca la Unión Europea es el de la descarbonización, sea más pronto o más tarde, aunque a las cuencas siempre les quedará la postminería. De hecho, en la actualidad ya hay trabajadores de Hunosa que se dedican a esa labor, a controlar, revisar y hacer el mantenimiento que pueda ser necesario en las minas que ya no tienen actividad. Son los vigilantes de los pozos cerrados. La cuestión está en que esos son trabajos «de por vida», que no pueden dejar de hacerse porque podría conllevar riesgos para las poblaciones que se encuentran en los alrededores de los antiguos centros de trabajo. Además, a través de la postminería podría mantenerse un importante nicho de empleo recuperando espacios degradados por la actividad minera y aprovechando los recursos mineros para generar otro tipo de energías.
A sabiendas de ello, la empresa estatal Hunosa ha planteado conformar, por lo pronto, un equipo de unas 30 personas para que se encarguen de los pozos que ya no tienen actividad. Sobre todo es necesario vigilar lo bombeos de agua, comprobar que la maquinaria para la extracción funciona y que el nivel se mantiene a raya. Desde que comenzara el cierre de minas, la entidad ya ha tenido que destinar personal a esas tareas, aunque hasta ahora era gente que trabajaba en otras explotaciones. Lo que está claro es que, aunque estén cerradas las minas generan unos «costes eternos» que Hunosa tendrá que tratar de compensar generando algún otro tipo de actividad.
Uno de los trabajadores que ya se dedica a labores de postminería en la empresa estatal es Marcos García Azcano. Él es uno de un grupo de 30 que anteriormente trabajaban en el pozo María Luisa y que tras el cese de la explotación y las labores de recuperación de material ha cambiado su centro de trabajo al Sotón. Desde ahí se coordinan para controlar la situación de las minas cerradas de la comarca y se reparten para revisar, sobre todo, el bombeo de Samuño, María Luisa, Pumarabule, Candín, Fondón o Mosquitera, porque aunque el bombeo en estos últimos pozos está informatizado «de vez en cuando hay que revisarlos y controlar sobre todo la extracción de agua». «En Pumarabule, por ejemplo, si dejas de sacar agua inundas todo Pumarabule», explica Marcos consciente de la importancia que tiene su trabajo.
Mientras que en los pozos que tienen el bombeo informatizado no se hace necesario ir con tanta asiduidad, «a Samuño, por ejemplo, se va casi todos los días», explica, y es que por su caña del pozo y su jaula se saca mucho material de María Luisa que no cabe en su jaula por ser más pequeña. De igual modo, por la explotación de Ciaño también pasa el personal de postminería cada día porque en ella aún trabaja un reducido grupo de gente recuperando cable.
Además, trabajadores como Marcos García Azcano se encargan de comprobar que el achique de agua que se realiza en diversas plantas del pozo Sotón no pare, ya que éste es un pozo que recibe visitas turísticas y por ello el control debe ser máximo. Por ello, también tienen como tarea diaria revisar el cable, la jaula y la caña del pozo para comprobar que no hay tuberías sueltas. Esto se hace desde el techo de la propia jaula, con lo que el trabajo conlleva ciertos riesgo y peligrosidad porque «si cae algo de la caña, te cae en la cabeza». Aún así, señala que el trabajo que realizan cada día no es ni tan duro ni tan intenso como el trabajo de interior, como estar extrayendo carbón.
«Si hace falta habrá que luchar por el futuro del carbón»
Desde luego para Marcos este 2017 también está siendo un año de incertidumbre teniendo en cuenta que todavía no hay noticia de que se vaya a volver atrás la Decisión 2010/787 de la Unión Europea que prohíbe a los estados miembros seguir dando ayudas a la producción a partir del 1 de enero de 2019. «Espero que no haga falta tener que volver a pelear por el futuro del carbón, pero si hace falta habrá que luchar», comenta este minero que sabe muy bien lo que es eso porque fue uno de los que en julio de 2012 participó en las marchas de carbón que confluyeron en Madrid. No obstante, tiene la sensación de que en aquellas movilizaciones que conllevaron dos meses de huelga, un largo encierro en el Candín y la marcha a Madrid con la consiguiente manifestación allí «la gente se quemó mucho».
La postminería puede ser en algún momento la alternativa que permita salvar puestos de trabajo a Hunosa ya que la empresa se ha ido especializando en esa área que, además del mantenimiento de los pozos cerrados, supone la regeneración de las zonas degradadas por la actividad minera, así como el aprovechamiento de los recursos mineros susceptibles de generar otros tipos de energías. En este sentido, cabe recordar que la empresa estatal minera ha impulsado proyectos en los últimos años para generar biomasa a partir del aprovechamiento maderero o de geotermia utilizando el agua de los pozos. Estas son actividades que la normativa europea permite y que podrían conllevar la percepción de otro tipo de ayudas hasta 2027.