Una hora con Rodri Tarín: «Me considero muy privilegiado por haber podido vivir el oviedismo desde dentro»
AZUL CARBAYÓN

La Voz de Asturias entrevista a Rodri Tarín días después de que anunciase su retirada del fútbol debido a la lesión de rodilla sufrida cuando era jugador del Real Oviedo
18 feb 2025 . Actualizado a las 09:09 h.Desde Chiva, uno de esos lugares de los que todo el mundo en España oía hablar hace no tanto debido a la devastadora DANA que lo arrasó todo a finales de octubre, Rodri Tarín (Chiva, Valencia; 1996) atiende la llamada de LA VOZ DE ASTURIAS. El pasado miércoles, el que fuese central del Real Oviedo durante dos temporadas y media anunció su retirada del fútbol debido a la grave lesión de rodilla sufrida en un partido ante el Mirandés, pero la decisión estaba tomada desde hacía tiempo. Durante una hora, Tarín repasa el proceso vivido con su lesión y, sobre todo, la etapa en la capital del Principado.

—Cómo ha llevado la resaca del anuncio.
—He tenido bastantes mensajes y llamadas, la verdad. Si que ha habido mucha gente a la que le ha pillado por sorpresa, pero para mí y mi entorno era un secreto a voces y quería hacerlo oficial para que todo el mundo lo supiera. Lo he llevado bien, aunque sí es verdad que cuando lo anuncias y ves las reacciones de la gente y las muestras de cariño se te remueve un poco todo. Pero bien, mucho más tranquilo ahora.
—¿En qué momento del proceso decide que hasta aquí?
—Me lesioné el 4 de marzo de 2023, en Anduva. Me operé el mismo mes y la cirugía fue excesivamente compleja por la gravedad de la lesión. Pasé un par de veces más por el quirófano y la temporada pasada la paso totalmente en blanco, es que no llego ni a entrenar un solo día con mis compañeros. No estoy ni cerca de ello, vamos. Los dolores eran insoportables, pero siempre he sido una persona que no baja los brazos y lo intenté hasta el último momento. Después de la última cirugía, que fue en enero de 2024, me propongo a mí mismo no pasar dolor, porque estaba siendo insoportable. Quise darle tranquilidad y cariño, a ver si se podía recuperar. Una vez entra el equipo en el playoff, empecé a trotar de nuevo y las sensaciones no eran buenas. Solo trotando, eh. No conseguimos el ascenso y aproveché el verano para reflexionar y plantearme todo.
—¿Desde el principio supieron que la lesión era tan grave o se fue complicando?
—No, no. Desde el día uno sabemos lo grave que es. Ya en el campo, segundos después de caer al suelo, sé que me he destrozado la rodilla y que, además, el gesto ha sido muy feo y que la sensación era muy desagradable. Al día siguiente hicimos las pruebas y la resonancia era catastrófica. La complejidad de la lesión era altísima, lo que pasa es que cuando cualquier futbolista tiene una lesión, el parte médico oficial es muy reducido y el diagnóstico es muy general.
—La lesión.
—Era marzo y hacía mucho frío, así que el césped de Anduva estaba helado. Muy duro, así que el agarre no era el mejor. Cada futbolista tiene sus características y en mi caso esas características siempre han sido la rapidez y la explosividad, así que mis articulaciones siempre han sufrido más de la cuenta. Realicé una acción extremadamente brusca, aunque sí es verdad que fue una acción que habré realizado mil veces en mi carrera. Ese día se juntó todo, la tensión del partido y el estado del césped, y es que recuerdo que la rodilla literalmente se me salió del sitio. Fue un gesto feísimo y noté un dolor insoportable, siendo consciente desde el minuto uno de lo que estaba pasando. Cuando llegaron Gabri (fisioterapeuta) y Manolo (médico), lo primero que les dije es que me había destrozado la rodilla.
—Recuerdo que salió andando del campo, eso sí.
—Los dos, Gabri y Manolo, me dijeron que iban a llamar a la camilla, pero les dije que no. No quería verme en los vídeos saliendo en camilla del campo. No podía andar, pero quería irme a vestuarios caminando. Con ayuda, pero caminando.

—¿En ese trayecto a los vestuarios de Anduva piensa que ese puede ser su último partido?
—No. Por lo que te dije antes, en mi cabeza siempre está ese reto de voy a conseguirlo, voy a lograrlo. Sabía lo que era una lesión de rodilla y no me daba miedo el reto. Sabía que era importante la lesión, pero no dudaba en que me iba a recuperar. Sí es verdad que cuando vimos la resonancia y el pronóstico, ahí pienso uf, esto no es lo mismo que la otra vez.
—La lesión con el Barça B, en 2016, fue diferente.
—En aquella ocasión solo me rompí el ligamento cruzado anterior. Cuando pasa eso, la lesión es grave, pero dicho ligamento se puede cambiar 50 veces. Igual no queda igual, pero hay mil formas de repararlo. Luego hay estructuras irreparables y muy complejas, como menisco, cartílago, cápsula… En el Barça B tuve el cruzado y un poco del menisco, así que a los seis meses estaba perfectamente y mi carrera no se resintió. La rodilla que me ha retirado no ha sido esa, vaya. En la lesión de Anduva me rompí prácticamente todas las estructuras de la rodilla izquierda y eran lesiones muy complejas, porque se habían desplazado. La lesión fue un drama.
—¿Cómo fueron esos meses de trabajo en El Requexón?
—Han sido meses de muchísimo dolor. Ha sido una lesión de muchísimo dolor, eso ha sido lo más complejo. El dolor es lo que más te complica el día a día, lo que más te afecta al estado de ánimo. Levantarte todos los días con dolor muy fuerte y tener que trabajar con ello te hace el día a día muy duro, pero si me tuviese que quedar con una etapa complicada fueron los primeros cuatro meses que estuve en muletas tras la primera operación. Ahí no veía el fin, no conseguía andar ni ganar movilidad en la rodilla, perdí un montón de peso y la pierna perdió absolutamente toda la musculatura. Además, mi mujer estaba embarazada. Vivíamos en Barcelona, en casa de mis suegros, y no podíamos movernos ni atender a mi mujer como me hubiese gustado. Eso fue muy duro.
—Vamos, que combinaron la experiencia de ser padres por primera vez con una situación muy compleja.
—Así fue. El apoyo de mi mujer y tener el foco de mi hija a mí me ha salvado, te lo digo así. Me ha dado las fuerzas para seguir y luchar durante tanto tiempo. La lesión era lo segundo más importante, lo primero más importante iba bien y yo tenía una ilusión tremenda por mi hija, por que me viese jugar. Quería tener una foto en el campo con mi hija en brazos y eso en mi cabeza fue una motivación gigantesca, eso me quitó muchos pensamientos negativos. Fue una bendición.
—¿Cómo es su día a día ahora mismo?
—Tengo dolores, pero son controlados. El estado de la rodilla es incompatible con el deporte profesional, pero para llevar un día a día cómodo sí ha servido lo realizado, me alegro de haber trabajado tanto.
—La peque ya tiene un año.
—16 meses, casi año y medio. Está estupenda. Estamos disfrutando, muy contentos y viviendo todo con mucha intensidad.

—Retrocedamos en el tiempo. ¿Qué recuerda de enero de 2022?
—Estaba en un momento complejo en Leganés. Me llegó la propuesta del Real Oviedo y al principio pues bueno, era una buena propuesta, pero una más. No sabes cómo va a calar en ti el club o la vinculación que vas a tener con la ciudad. Todo son incertidumbres, es así. Recuerdo que desde la primera semana en Oviedo y vi el ambiente, sentí el ambiente y el día a día en El Requexón, me di cuenta de que era un sitio muy apto para mi forma de ser, mi forma de pensar y mi vida familiar.
—Costas y Calvo lo estaban jugando todo. ¿Cómo se lo vendió Rubén Reyes?
—Rubén Reyes, desde antes de que yo me plantease salir del Leganés, ya estaba detrás. Habló mucho con mis representantes y conmigo, intercambiamos opiniones y me habló de la idea del club, del Cuco Ziganda y me dio mucha información en general. Claro, me ofrecía un proyecto de tres años y medio. David (Costas) y Dani (Calvo) estaban súper consolidados ya, pero también es verdad que el proyecto era muy largo y ahí pueden cambiar mucho las situaciones. No solo pensaba en el corto plazo y se demostró que confiaban en mí.
—Qué me diría del Cuco Ziganda.
—Me ha quedado un grandísimo recuerdo suyo. Teníamos muy buena relación, hablábamos mucho y eso que no fue el técnico que más minutos me ha dado. Hablábamos todas las semanas, prácticamente, teníamos conversaciones e hicimos una gran relación. Sé leer las situaciones, el equipo estaba bien y Costas y Calvo estaban haciendo una temporada espectacular. El Cuco era un tío de ideas fijos y el equipo le estaba respondiendo, había dado con la tecla y era así. Cuando se fue me dio pena y hablé con él, porque le tenía cariño.
—Solo jugó cuatro partidos en aquella 21/22, pero se han quedado en la memoria de todos.
—Tres ganamos y uno empatamos, eso siempre ayuda. Y uno de ellos fue el derbi de El Molinón, eso cala en la gente. Me sentí importante, a pesar de que no jugase tanto. Disfruté mucho, fue una segunda vuelta muy bonita.
—Cuénteme algo de ese derbi ganado en El Molinón. Pasaron muchas cosas.
—Nada, el derbi asturiano es espectacular. Cuando llegas a Oviedo todo el mundo te vende el derbi, te dicen que es impresionante y que no sabes cómo se vive, pero luego lo vives y alucinas igual. Durante la semana ya se notaba lo que iba a ser, porque además no vendieron entradas a nuestra afición y la hostilidad era evidente. Me tocaba jugar por la sanción de David y le dije a mi mujer, que iba a ir, que no fuese con mi camiseta ni nada, y que no cantase los goles [risas]. Me gustan ese tipo de partidos y lo disfruté muchísimo. Flipaba, pero disfruté muchísimo. Luego claro, ves que van seis a por Femenías y que ya en el vestuario casi nos matamos entre 40 tíos pues nada, era una locura. La intensidad es inigualable.
—Si la mayoría del equipo llega a estar cerca de Femenías y no en el otro lado…
—Pues igual no hubiesen ido a por él, claro. Si hubiesen ido igualmente, la situación hubiese sido curiosa, sí. Nunca lo sabremos.

—¿A ese Oviedo se le fue el playoff cuando empató ante el Zaragoza en la antepenúltima jornada?
—Ese empate nos hizo daño, sí, pero es que en Las Palmas empezamos ganando. Recuerdo que fuimos con un exceso de respeto a Las Palmas, parecía que ellos eran muy superiores y a mí me faltó que fuésemos nosotros mismos y que jugásemos más liberados, sobre todo cuando te pones 0-1. El empate nos valía a nosotros, a ellos no. Tenían más que perder. Si hubieses ganado al Zaragoza te hubieses metido, claro, pero en el fútbol pasan esas cosas.
—Si se hubiesen metido en el playoff…
—El Oviedo es una tortura si se mete en el playoff, porque nunca quieres ir al Tartiere como visitante en un playoff. Tenía mucha confianza en ese equipo, teníamos hambre y estábamos todos volcados, como el año pasado.
—En la 22/23 lo empieza jugando todo y ve el paso de Bolo a Cervera.
—Fue un año difícil. Muchos cambios: se fue Rubén Reyes, se fue Ziganda y llegó el Grupo Pachuca. Un proceso de transición, básicamente. En las épocas de cambios suele haber incertidumbre. Con Bolo empezamos bien, pero se nos empezaron a atascar los partidos y todo se complicó, aunque la plantilla era potente. Después de rozar el playoff en la 22/23, ya no servía otra cosa que no fuese entrar. Llegó Cervera, un míster con una mentalidad totalmente distinta que nos hizo reaccionar. Para la situación en la que nos metimos, creo que la resolvimos bien. Una temporada atípica.
—¿Acojonaba Álvaro Cervera?
—Nah, no creas. Es muy exigente y tiene las cosas muy claras, pero la imagen que transmite no es la misma que luego uno ve en el día a día. Los entrenamientos estaban bien, nos respetaba los días libres y todo ello siendo exigente, pero esa imagen de sargento no corresponde a su forma de actuar con los jugadores.
—La 22/23 estuvo marcada por la aparición de Abel Bretones.
—Cuando subió del filial recuerdo que le veía acciones que me impactaban muchísimo. Veía en Abel unas condiciones espectaculares, con muchas posibilidades. Uno nunca sabe cómo va a responder luego en el fútbol profesional, pero de verdad que impactaba. Llamaba la atención verlo tan sobrado en los entrenamientos. Cuando se lo empezó a creer y a tener continuidad, no me sorprendió su camino. Es un jugador de Primera División y ahí está.
—También ganó un derbi en el Carlos Tartiere.
—Ese día viví lo que es un recibimiento de la afición del Real Oviedo por primera vez. Una semana totalmente distinta, especial. En el autobús, de camino al Tartiere, pensaba que era imposible perder. Imposible. Y también pensaba otra cosa: si todos los fines de semana hubiese esto, ascendíamos primeros. Eso no es posible, claro, pero es tan espectacular que creo que es imposible acostumbrarse a eso. Flipan los que lo viven por primera vez, pero los que llevan cinco derbis flipan también. Me considero muy privilegiado por haber podido vivir eso, y el oviedismo en general, desde dentro. No se puede explicar con palabras.
—Una buena noche, eh.
—Muy buena. El partido fue muy cerrado, sin casi ocasiones claras. Ahí quien cometa el error, lo paga. Y fueron ellos y nosotros lo aprovechamos. Fue una noche bonita, larga y de celebración, la mañana siguiente ya fue más complicada [risas].
—Qué diferente a todo lo demás son los derbis, sobre todo en el juego.
—Tal cual. Son partidos caóticos. El último derbi, el 1-1 de este mes de enero, lo vi con un amigo mío que me decía que el Oviedo tiene un plantillón y que es dominante. Yo le dije que daba igual, que aunque fuese el Oviedo líder y el Sporting último, o viceversa, ese partido es una guerra. El nivel de intensidad, revoluciones, tensión y obligación que llevan los jugadores hace que todo sea diferente. Se pierde la táctica, es así.

—Temporada 23/24: el paso de Cervera a Carrión le tocó vivirlo sin jugar.
—Cervera no acabó mal la temporada anterior, pero la filosofía del míster y el cómo entendía el fútbol no era lo que el Real Oviedo estaba buscando. Vi que había muchas diferentes en cómo entendía el fútbol el club por un lado y Cervera por el otro. Luego lo que mandan siempre son los resultados y el Oviedo aprovechó para buscar un perfil que se adaptase a lo que tenía en la plantilla.
—¿Lo iban comentando durante el verano el tema del tipo de plantilla y la idea de juego de Cervera?
—Sí, claro, al final lo hablas. Cuando haces los fichajes de un perfil y vas viendo lo que llega a Oviedo, y los juntas con un míster con una idea tan concreta de fútbol, ves claramente esa discrepancia de pareceres. Se estaban haciendo unos fichajes porque se confiaba en una cosa, pero es que el entrenador que tenías confiaba en otra. Claro que se ve.
—Y llegó Luis Carrión.
—Cuando llega un entrenador nuevo, lo primero que hacen todos los jugadores es preguntar a otros que ya lo han tenido cómo es. Las preguntas suelen ser si es muy pesado, si es buen tío y si da días libres, es así. Te preocupas de cómo va a ser el día a día. Las referencias eran buenas y las referencias futbolísticas que yo tenía es que los dos partidos que jugamos contra su Cartagena la temporada pasada nos había ganado ambos y pegándonos un meneo importante. Fueron muy superiores y jugaban a un ritmo y con un estilo que a mí me encantaba. Si lo repetíamos, nos iba a venir muy bien.
—¿Esperaba que funcionase tan rápido?
—Sí que lo creía, eh, no me sorprendió. Veía al equipo entrenar todos los días y sabía de la plantilla que teníamos, era dar con la tecla y Carrión lo hizo desde el día uno. Queríamos arriesgar, ser dominantes y disfrutar. Carrión te daba eso. Es verdad que cuando vas sumando triunfos y ves que tienes posibilidades de meterse arriba todo es más fácil e influye el factor anímico, pero no me sorprendió en absoluto. Tampoco me está sorprendiendo lo que están haciendo ahora.
—Fue un año durísimo en cuanto a lesiones y usted era el que veía a todos pasar por la enfermería.
—Muy complicado. Y cada persona es de una manera, porque hay chavales que se lesionan y al día siguiente están hundidos y no pueden trabajar, y otros que son más positivos. Cada uno lo afronta de una manera, pero es cierto que se vivieron días complicados porque hubo momentos en los que nos juntamos ahí hasta ocho lesionados, cada uno con una lesión diferente y unos tratamientos diferentes, claro. Cada uno en una fase de su lesión diferente. Yo les decía que el único que no se movía de la enfermería era yo y a la vez era el más animado de todos. Era como el cuidador del sitio y les decía “cabrones, que aquí todos llegáis y acabáis yendo menos yo, y aquí estoy con una sonrisa”. Fue una manera distinta de ayudar al equipo.
—Apadrinó a Álex Millán.
—A Álex, a Mario Hernández, a Víctor Camarasa… A muchos [risas]. Me gusta hablar con mis compañeros, entender su estado personal y que puedan hablar conmigo de todo. Álex era joven y yo ya había pasado dos veces por lo que él estaba pasando. Lo vi afectado, porque llegar a un club nuevo y lesionarte en las primeras semanas, cuando llegas con tantas expectativas, es muy difícil. Hicimos una gran relación, pasamos el proceso juntos y me preocupé de que no bajase nunca los brazos.
—Tener a Santi Cazorla en esa enfermería imagino que ayudó también.
—Sin duda. Santi ha pasado un proceso muy espectacular, que todos conocemos, y mira lo que sigue consiguiendo. Santi llegaba, tenía claro que tenía que hacer su trabajo y aunque tuviese días buenos y malos, mantenía una estabilidad en su recuperación. El paso del tiempo no le pesaba y eso es muy importante cuando un jugador está lesionado. El primer día estás motivado, el segundo menos, el tercero menos aun y al cuarto ya no puedes. Cuando un jugador aguanta toda la lesión con ganas de seguir todo es mucho más fácil.
—¿Cómo vivió todo lo que se generó en Oviedo la temporada pasada?
—Lo disfruté muchísimo y fue un aliciente increíble. Mi situación era muy compleja y cuando llegaba el fin de semana casi lo vivía como un aficionado más. Sabía que no podía participar, así que disfruté de Oviedo y del Oviedo muchísimo, pero desde otro lado. Me sentía parte importante y esos viajes con el equipo los disfruté de una manera única. Diferente, pero única. Todo ello con la creencia al 100% de que íbamos a lograr el ascenso.

—¿Qué fue lo más mágico de todas esas semanas?
— [Se lo piensa]. Cuando ganamos al Eibar en Ipurua. Pasamos a la final del playoff y lo veía muy cerca, sobre todo viendo el nivel en el que estaba el equipo. Acabábamos de eliminar en su casa al que para mí era el equipo más complejo de eliminar de toda la categoría. Fue un momento precioso esa noche.
—Cornellá, su experiencia.
—Te voy a ser sincero: los vi muy superiores. Muy superiores. Se merecieron ganar aquel partido, es así. Estuvieron mucho más precisos, mucho más determinantes. Hay días en los que te toca perder y perdimos el menos adecuado, no se puede decir que hubiese dudas.
—Esos dos goles en dos minutos y medio…
—Totalmente, pero es cierto que, aunque durante 40 minutos no encajamos, sí estaba presente esa sensación de uy. Estaban llegando, estaban muy rápidos y precisos. Los veía jugar por dentro, por fuera, doblaban, competían, hacían faltas… el juego del Espanyol fue espectacular y prácticamente todos sus jugadores estaban dando su mejor versión. Nosotros estábamos retraídos, metidos atrás y sin conseguir encadenar posesiones largas, siempre cerca de nuestra portería. Había peligro, es así. No recuerdo tres minutos tranquilos en aquella primera parte. Y el Espanyol nos castigó.
—¿Celebró el 2-0 de Masca en el Tartiere?
—Mucho. Demasiado. Luego lo piensas y lo celebré demasiado, sí, porque tal y como está el tema del VAR hay que ser más fríos celebrando. Era el gol de somos superiores y vamos a Cornellá con medio ascenso en la mano, aunque quedase un partido entero. Fue una pena. Llegué a casa fastidiado, fíjate, porque estuvimos a un centímetro de que cambiase muchísimo la película. El problema del playoff es que tienes un mal día y se acabó, y nosotros lo tuvimos en Cornellá. Con un 2-0, tienes un mal día e igual sobrevives, porque para el Espanyol tener que meterte dos goles no es lo mismo. Con 1-0, cuando llega el primero ya ascienden ellos. Es que cambiaba mucho. El Espanyol no se podía permitir no subir y sabía que la presión era máxima, aunque con un partido un poco parecido a lo que fuimos toda la temporada, hubiésemos ascendido.
—¿Cómo vivió la marcha de Carrión?
—Fueron días complejos. Luis deseaba más que nadie en el mundo ascender con el Oviedo, lo tengo claro. Para él, no ascender con nosotros era una situación muy desagradable, porque le obligaba a escoger. No sé qué situación tenía con Las Palmas y no sé lo que habían hablado o no, pero creo que fueron días muy desagradables para él. Luis se sentía en deuda con el Oviedo, le tenía un grandísimo respeto al club y a la ciudad, estaba totalmente adaptado. Cada uno toma sus decisiones y no conocemos las circunstancias que rodean a las mismas, así que no tengo nada que reprocharle. Sé que Carrión quiere al Oviedo y que su sueño era dirigir en Primera al Oviedo. Si tú le preguntas que qué prefería, si subir a Primera con el Oviedo o dirigir en Primera a otro equipo, sea Las Palmas o cualquier otro, no hubiese tardado ni medio segundo en contestarte.
—Este verano vivió sus últimos días en El Requexón.
—No fueron muy agradables, porque ya tenía claras las cosas. La temporada pasada ya fue difícil porque muchos de tus compañeros no te conocen jugando y entrenando y ahí se forjan las relaciones. No me quedaban más fuerzas para vivir lo mismo, así que lo mejor para mí era acabar ya con la etapa.
—Sus compañeros siempre hablaron bien de usted y eso es algo que se ha vuelto a demostrar con el anuncio de su retirada. Mucho cariño y mucho respeto.
—Me voy de Oviedo con muchísima pena y cuando dejas un sitio sin querer hacerlo eso demuestra que has sido feliz. Cuando el día que tienes que dejar el piso tanto para ti como para tu mujer es un día tristísimo, es por algo. Sé que mis compañeros me respetan y me aprecian, que me tienen en cuenta. He sido un afortunado, por lo que viví en Oviedo y por lo que viví con mis compañeros y al final eso es lo importante en la vida de una persona. Me lo llevo para mí.
—Acabamos con unas preguntas cortas: el futbolista que más le ha sorprendido en el Oviedo.
—Hubo bastantes, eh. Seguro que me dejo alguno. Te diría Leo Román, un portero de un nivel altísimo. Alemao me ha dejado flipando y la temporada pasada de Sebas Moyano fue espectacular. Abel Bretones, por supuesto. Te podría decir muchos, me han tocado unos años bonitos del Oviedo y me he bajado del barco en el peor momento.
—El partido que más recuerde.
—El derbi ganado en El Molinón.
—¿Y su mejor partido?
—Igual es el mismo, eh. Estuve muy bien en ese partido. Luego me acuerdo de otros menos importantes, como cuando ganamos 0-1 al Racing, todavía con Bolo. A nivel futbolístico estuve bien ese día. Y una semana antes también, 1-0 al Leganés en el Tartiere. Me acuerdo de esos dos, no sé.
—Dígame algo de Dani Calvo, Costas y Luengo.
—Los conozco mucho, sí. Dani es un tipo súper jerárquico, tiene mucha presencia en el campo, es muy regular y nunca se esconde. David (Costas) tiene unas condiciones muy peculiares y destacadas: es fuerte, rápido y técnico. Oier (Luengo) en ciertos momentos está infravalorado, porque desde que lo conozco se habrá perdido cuatro partidos, siempre está al máximo nivel y siempre cumple, no falla. La plantilla del Real Oviedo es la que tiene mejores centrales de toda la Segunda División.
—Cerremos esto. Y ahora, ¿qué?
—Pues mira, ahora mismo, lo que más me preocupa es darle estabilidad a mi mujer, a mi hija y establecernos aquí en Valencia. Considero que no hay que tomar decisiones cuando estás en una época ambigua y, además, soy muy cabezón y obsesivo: cuando se me mete algo en la cabeza, me voy a volver loco y voy a querer estar todo el día con eso. Desde la honestidad, no tengo ni idea de lo que voy a hacer. El fútbol me encanta, pero no sé si quiero fútbol ni de qué manera, ni dónde ni cuándo. Estoy en una situación de reflexión y de ver para dónde tira la cosa.