
Analizamos en cinco claves la derrota del Real Oviedo ante el Girona
28 abr 2021 . Actualizado a las 12:00 h.A nadie que haya seguido de cerca la temporada del Real Oviedo le puede sorprender el partido que los azules realizaron el pasado domingo ante el Girona. Desde hace ya más tres meses, el equipo de José Ángel Ziganda es eso: un equipo al que le cuesta un mundo no ya generar ocasiones, sino instalarse en campo rival. Además, en el Tartiere, rara vez se juega el partido que había entrenado el Cuco. Los azules, eso sí, son un conjunto que se sabe replegar y armarse para que el rival no le haga daño, pero errores hay casi siempre y el gol es una amenaza permanente. Así llegó el tanto de Yoel Bárcenas y la sufrida victoria de los de Francisco
Un Girona casi inofensivo
El partido arrancó con un Girona que, a pesar de las bajas, no renunció a su sistema de tres centrales y supo tener el balón primero y robarlo después. El Oviedo no estaba cómodo con lo segundo, pero sí con lo primero. Obeng y Blanco Leschuk dejaban tocar a los tres centrales visitantes y su mayor preocupación era que Cristóforo no recibiese a su espalda. El uruguayo, al no poder superar dicha línea, recibía por delante de la doble punta azul y a partir de ahí se encargaba de lanzar el juego.
Los carrileros del Girona aportaban amplitud, pero no profundidad, así que los costados azules defendían con comodidad. Mientras, en el carril central el doble pivote del Oviedo no permitía ni un metro de más a Terrats y Monchu, los interiores del Girona. Por último, Grippo y Arribas estaban pendientes de la movilidad de Bustos y Yoel Bárcenas. El Girona no lograba darle dinamismo a la circulación y el equipo de Ziganda no sufría. Además, con el paso de los minutos, la presión tras pérdida de los visitantes perdió intensidad y las recuperaciones no llegaban en campo azul, como si pasó sucedió al comienzo.

El Oviedo con balón
Si en Gijón, al menos en los primeros 45 minutos, el juego directo sobre Blanco Leschuk fue un recurso útil para el Real Oviedo, ante el Girona no ocurrió lo mismo. El argentino, maltrecho desde casi la primera jugada del partido tras un golpe que a la media hora le obligaría a abandonar el campo, ganó un par de balones aéreos y poco más. Y los que ganó, sus compañeros no los supieron aprovechar para asentar la posesión en campo rival. Nahuel siempre estaba muy lejos y Sangalli y Obeng no podían con los tres centrales del Girona.

Cuando el balón tocaba el césped, más de lo mismo. El Oviedo intentaba construir el juego desde atrás, Edgar se unía a los centrales y Sangalli pasaba a ocupar posiciones interiores. Y nada. El conjunto azul nunca conseguía filtrar pases por dentro y recibir entre líneas parecía una quimera. La solución, como viene siendo habitual en los últimos meses, era que Borja Sánchez inventase en el flanco izquierdo. Una de las arrancadas del ovetense, que fue suplente tras llegar tocado al día del partido, acabó con un remate desviado de Edgar. Fue, sin duda, la ocasión más clara del primer tiempo. Y también la única.

Nadie con chispa, nadie con duende
El partido pasaba, pero no pasaba nada. Centros muy lejanos, con los centrales de cada equipo en clara ventaja, o muy poco precisos en ambas áreas y poco más. Con los interiores del Girona totalmente desactivados, la responsabilidad de rondar el área de Femenías era para Nahuel Bustos y Yoel Bárcenas. Pero ahí estaban Grippo y Arribas. Los centrales azules les negaban cualquier posibilidad de girarse o hacer daño al espacio y el Oviedo respiraba tranquilo.

Varias de esas anticipaciones, incluso, originaron transiciones que se fueron al traste por la falta de precisión de los atacantes azules. Nadie tenía el día en el cuadro de Ziganda, los controles se iban un par de metros y los pases no llegaban al receptor. En una de esas acciones, Borja y Nahuel tuvieron ante sí una jugada calcada a la que acabó en El Molinón con el mano a mano del rosarino ante Mariño. En aquella ocasión, el pase de Borja fue perfecto. Ante el Girona, no.

El gol de Bárcenas
El gol, en cualquiera de las dos áreas, solo podía llegar en una acción puntual. A media hora del final del encuentro, Femenías sacó de puerta y, tras una disputa ganada por el Girona, Arribas y Stuani se midieron en el aire. El balón suelto lo recogió Yoel Bárcenas y ahí empezó a cocerse el 0-1.

Franquesa condujo, Bárcenas rompió al espacio y Edgar lo siguió. El panameño solo podía hacer una cosa para sacar el disparo y el mediocentro carbayón lo permitió. Bárcenas giró, alejó a Edgar de balón y ni Diegui ni Grippo, que estaba libre de marca, llegaron a la ayuda a tiempo. ¿El resultado? Un tiro muy cómodo que el exatacante del Oviedo casi siempre convierte en gol. El Girona ya tenía más de medio partido en el zurrón.

Lo que intentó Ziganda
El Oviedo quedó grogui tras el gol y Ziganda, minutos después, movió el árbol. Sacó del campo a Obeng y Diegui y dio entrada a Valle y Rodri. Bajó a Edgar a la línea defensiva para formar con tres centrales, Sangalli formó el doble pivote con Tejera, Nahuel pasó a la izquierda y Borja Sánchez, verso libre, por dentro. Valle y Rodri, los revulsivos, en punta. Y como casi siempre, los azules crearon peligro por el flanco zurdo.

La izquierda, banda por la que el Oviedo atacó en más de la mitad de sus intentos (datos de OPTA), fue el origen de las mejores ocasiones locales tras el 0-1. Sangalli, Borja o Tejera, daba igual. Ante la imposibilidad, o incapacidad, de filtrar pases por dentro y crear peligro entre líneas, los hombres más desequilibrantes del Oviedo se juntaban a Nahuel para hacer daño al Girona. Tres fueron las acciones que surgieron de dicha conexión: el remate de Rodri en el primer palo, el intento de remate en el segundo cuando lo tenía todo a favor y la jugada con Arnau Martínez en la que pidió penalti. Ninguna sirvió para empatar el encuentro.
El partido, como no podía ser de otra forma, murió con un centro insulso desde muy lejos que la zaga visitante despejó sin problemas. Carencias recurrentes.


