Varios de los protagonistas de aquel día de noviembre de 1992 recuerdan el primer y último duelo del Real Oviedo ante el astro argentino. «A Oviedo ya llegó convertido en mito»
26 nov 2020 . Actualizado a las 09:35 h.En noviembre de 1992, Oviedo ya había visto a su equipo de fútbol regresar a Primera División tras 12 años de sufrimiento y jugar competición europea por primera vez en su historia. Oviedo ya había visto a Emilio Lángara liderar a una Delantera Eléctrica que a punto estuvo de llevarse varias Ligas. Oviedo ya había visto a Alfredo Di Stéfano y a Johan Cruyff. Pero, en noviembre de 1992, Oviedo todavía no había visto a Diego Armando Maradona, seguramente, el futbolista de la historia que más relación guardó con la divinidad.
Eso cambió el primer día del undécimo mes de 1992. El astro argentino, fallecido ayer miércoles a los 60 años, acababa de aterrizar en Sevilla y todavía se estaba aclimatando a su segunda venida en el fútbol español. El encuentro en el Carlos Tartiere fue el quinto que Maradona jugó aquella temporada. Y la capital del Principado lo esperaba con ilusión, claro. «La expectación era grandísima y hubo una muy buena entrada», cuenta Eugenio Prieto, presidente del Real Oviedo desde 1988 hasta 2002.
«A Oviedo ya llegó convertido en mito. Ya estaba encumbrado y su gran éxito había pasado», cuenta Paco Fernández, exfutbolista azul, titular ante el Sevilla y autor del gol carbayón aquella tarde. Paco, habitual ocupante de la banda izquierda del Oviedo, jugó aquel día de delantero debido a las bajas en el equipo de Irureta. «Así llegó el gol, cazando un balón suelto tras una jugada de Pirri», recuerda el ovetense a LA VOZ DE ASTURIAS.
Cosas del fútbol, o cosas de la vida, mientras casi 24.000 personas vivieron aquel encuentro de forma especial por la visita de Diego Armando Maradona, una persona estaba nerviosa por otros motivos. Era Ricardo Bango. «Mi mayor satisfacción fue jugar contra mi equipo, contra el Oviedo. Era el primer partido que me enfrentaba a ellos tras seis años en el club. Me encontraba muy raro, estaba vestido de blanco en el Tartiere», afirma el excentrocampista. Bango, presente en el ascenso azul y clave en las primeras temporadas del Oviedo en Primera, había fichado por el Sevilla en el verano de 1992.
«Estaba muy metido en mí mismo y en mis sentimientos. Todo se me hizo muy extraño, desde entrar al vestuario visitante. Todo eran imágenes y sensaciones extrañas para mí, lo recuerdo perfectamente», comenta Bango. Durante la semana, eso sí, le llamaron más veces para preguntarle por Maradona que por su vuelta a la capital del Principado. «Pero es que pasaba en todos los partidos. Y fuera de España. Aquel año jugamos por todo el mundo, una repercusión impresionante. Y en Oviedo también. Vernos jugar, solo por él, era un acontecimiento», recuerda el gijonés.
Y el partido no pudo empezar mejor para el Sevilla y para Bango. En el minuto 11, Maradona sacaba en corto una falta en el flanco izquierdo del área y el exoviedista, con un derechazo al primer palo, batía a Viti. El conjunto de Bilardo no era solo El Diez. Era un equipo joven, intenso y agresivo, con mucho jugador joven como ?uker, Simeone, Marcos o el propio Bango. Pero el Oviedo empató. «Estuvimos muy bien en aquel partido, aunque no consiguiésemos la victoria. Eran un equipo bueno y agresivo, muy fuerte. Les contrarrestamos bien», recuerda Paco.
Era un Maradona distinto, castigado por los excesos y ya con el personaje sacándole mucha distancia al futbolista, pero seguía siendo Maradona. «Llamaba la atención a la gente y a nosotros, los futbolistas. Llegaba a Oviedo el jugador más importante, un símbolo para el mundo del fútbol. Verlo hacer un control, proteger el balón… Nos alucinaba que chocabas con él y no eras capaz a moverlo, un tren inferior tremendo. Cuando intervenía en la jugada mostraba un talento inmenso», afirma Antonio Rivas, otro titular del Real Oviedo aquel día.
Y el marcaje de Luis Manuel, claro, uno los recuerdos más inmortales del oviedismo. El central, ovetense, canterano y ejemplo de lo que debe ser un futbolista del Real Oviedo, secó a la leyenda sin darle una patada. Hasta el propio Maradona lo alabó. «No era normal ver marcajes tan limpios como aquel de Luisma, que siempre fue muy elegante, rápido e inteligente para la anticipación», asegura Bango.
Para el recuerdo queda, también, la visita del Oviedo al Sánchez Pizjuán. En la Semana Santa de 1993, Maradona se enfrentó por última vez al conjunto carbayón. Ya en el estadio hispalense, a Rivas se le ocurrió mirar al calentamiento de los locales. «Veía a Maradona solo en el semicírculo central, no salió de ahí. Cogió un balón y, con una tranquilidad tremenda, estaba a lo suyo. Un genio que iba por libre», rememora.
Y tras el partido, que acabó con victoria azul gracias a un gol de Carlos, control antidoping. «Por parte del Sevilla, le tocó a Maradona y a otro compañero. Por parte nuestra, Berto y Vinyals. Me tuve que quedar con ellos porque tardaron mucho», afirma Eugenio Prieto. Y el expresidente azul explica el porqué. «Estuvimos casi hora y media, nos acompañaron el Cholo Simeone y Bango. Cada dos por tres corrían los quintos de cerveza, para que así pudiesen mear y marchar. Ahí Maradona demostró ser un tipo agradable, simpático y muy normal», recuerda el dirigente carbayón.