Analizamos los primeros 30 días de Javi Rozada al frente del Real Oviedo
23 oct 2019 . Actualizado a las 09:37 h.31 días después de empatar ante el Extremadura en el Carlos Tartiere, el Real Oviedo consiguió el pasado domingo, ante el Girona, la primera victoria de la temporada en el municipal ovetense. Un mes en el que los azules, con Javi Rozada al mando, han superado el peor momento del club desde que volvió al fútbol profesional y ya pueden mirar con optimismo el resto del curso. El mes de la resurrección.
El gran objetivo
«Crear unos hábitos como los del filial. Eso es lo más importante, por encima del resultado. Me centro en eso», dijo el técnico ovetense en su primera rueda de prensa en El Requexón. Eso es precisamente lo que más se está notando. Sin las victorias sería imposible ver esa mejoría en el juego, pero es que sin esa mejoría tampoco hubiesen llegado las victorias. Todo se retroalimenta en el fútbol. Lo que parece innegable es que ante el Girona se vio un equipo bastante parecido al Vetusta de los dos últimos años.
Eran innumerables los puntos débiles que tenía el Oviedo de Sergio Egea. Era un grupo que no estaba ni cerca de poder ser un equipo, sin una idea base por la que empezar a trabajar y con la gran mayoría de los futbolistas lejos de su mejor nivel. Esto, dentro de un club con ciertas aspiraciones y en un momento extradeportivo no muy tranquilo, era una bomba de relojería.
No le hicieron falta muchos entrenamientos a Rozada para maquillar un poco el escenario. Después del dificilísimo encuentro ante el Extremadura, donde se vio la cruda realidad del equipo en aquel momento, se fueron dando pasos hacia adelante. A pesar de la derrota en El Toralín, el Oviedo fue un equipo en Ponferrada. Y eso ya era mucho decir.
La primera semana completa de trabajo coincidió con la visita del Real Zaragoza. Que no les engañe la clasificación actual, el conjunto de Víctor Fernández, por entonces, era uno de los equipos más trabajados del campeonato y el que, seguramente, tenía el ataque más interiorizado de la categoría. Y eso ante un equipo que era pura mantequilla podía salir muy mal. El Oviedo hizo méritos para llevarse los tres puntos, pero los maños merecieron el empate.
Tenerife y el paso hacia adelante
En Tenerife, por primera vez en la temporada, se salió al césped con una idea y se cumplió a rajatabla. El equipo pudo gustar más o menos y mostró una circulación de balón no muy fluida, pero hizo daño cuando tuvo que hacerlo y se defendió minimizando las armas del Tenerife. La victoria pareció agónica porque ganar marcaba el futuro de la temporada, pero a nivel de juego no lo fue tanto.
Fue tras ese encuentro cuando el Real Oviedo dio un paso más. La victoria, el mejor estimulante en esto del fútbol, ayudó y mucho. Sentar las bases de algo, con la presión tras pérdida y la poca distancia entre líneas como bandera, fue lo primero, pero hacía falta mucho más. Y se empezó a ver en la semana ante el Numancia.
El Vetusta de Rozada era un equipo que atosigaba en campo rival. Ya no solo en la recuperación, que también. Cuando el filial tenía el balón, llegaba con mucha gente a los metros finales y a la zona de remate. Esto se daba gracias al dinamismo de su línea de tres cuartos, con tres futbolistas capaces de hacer muchas cosas y en muchos sitios del terreno de juego. Si el Real Oviedo todavía tiene que mejorar en la gestión del balón en ataques posicionales y en los inicios de juego, este ataque en estampida característico del filial ya lo tiene.
Conseguir hacer en el primer equipo lo que hizo con el Vetusta. Ese era el reto cuando le llegó la oportunidad y, poco a poco, lo está cumpliendo. La diferencia es que ahora lo hacen futbolistas como Saúl Berjón, Sangalli, Yoel Bárcenas u Ortuño. Y crean más peligro.
Vale que la expulsión de Granell condicionó de manera evidente el encuentro ante el Girona, pero hay pocas dudas de que la cantidad de llegadas en transición del conjunto carbayón hubiesen sido muy similares en un once contra once. Berjón desde la izquierda, Borja partiendo desde el centro y acomodándose donde lo permita el juego, Ortuño como punta de lanza y Sangalli omnipresente. El donostiarra es un jugador que simboliza como nadie el ataque de un equipo de Javi Rozada.
Estamos de acuerdo con que los equipos campeones se construyen desde atrás y que ser sólidos parece básico si quieres pelear por algo bonito, pero lo más difícil en esta categoría es crear un ataque fluido que te ofrezca soluciones en casi cualquier contexto. Y eso el Real Oviedo lo tiene. Si sigue dando pasos hacia adelante, ordena su parcela defensiva e introduce en la buena rueda a los Joselu, Bárcenas (algo desconectado del juego pero goleador), Omar Ramos y compañía, el potencial se multiplicará.
Tras el desastroso comienzo, el objetivo primordial del conjunto carbayón es la salvación. No puede ser otra cosa. Pero verse capaces de hacer algo más también es importante. Eso es lo que ha conseguido Javi Rozada. Optar a algo más a largo plazo cuando, hace solamente un mes, optar a ganar un partido parecía un milagro.