El ovetense, tras dos exitosas temporadas en el Vetusta, tendrá la oportunidad de dirigir al primer equipo del Real Oviedo
16 sep 2019 . Actualizado a las 20:31 h.Era la decisión lógica. En cualquier club profesional, y más en uno cuyo proyecto deportivo, parece, quiere estar vertebrado por la cantera, el entrenador del filial siempre es la primera opción cuando se destituye al del primer equipo. Pero esto es el Real Oviedo, así que el ascenso de Javi Rozada le puede haber cogido por sorpresa a mucha gente.
El trabajo del ovetense al frente del Vetusta es innegable. A sus 37 años, Rozada lleva dos temporadas y un par de meses sacando jugo a una plantilla que ha crecido a su alrededor. Vale que varios jugadores no tan inexpertos como se le presupone a un filial han sido pieza clave (y en la actualidad son mejores futbolistas que cuando llegaron a El Requexón), pero que el segundo equipo del Real Oviedo siempre ha tenido una identidad clara desde la 17/18 es una realidad.
El ex entrenador del Lealtad (con el que consiguió un ascenso a Segunda B y dos permanencias en la división de bronce) construyó en el Vetusta un equipo muy agresivo en la presión, que mordía cada vez que perdía el balón y que sabía qué hacer cuando el esférico era suyo. Capaz de hacer daño en transiciones muy rápidas o de ser resolutivos en el ataque posicional, Rozada se aprovechó de los recursos que tenía para ser una prueba de fuego para sus rivales. Pocos entrenadores visitantes no alabaron el trabajo visto sobre el césped cada vez que se sentaban en la sala de prensa de El Requexón.
Independientemente del esquema, que variaba de un 4-2-3-1 al 4-4-2, pasando por el 4-3-3, el filial azul jugaba siempre lejos de su portería. Que jugadores como Ugarte, cómodo defendiendo cerca de su área pero nada acostumbrado a jugar con metros a la espalda, fuesen importantes muestra que eran las piezas individuales las que se adaptaban al colectivo, y no al revés.
Turno de los jugadores
Ahora bien, todo esto que se acaba de comentar no sería posible sin una plantilla que vaya a muerte con su entrenador. Rozada, motivador nato y temperamental, convenció a sus jugadores desde el primer momento, pero un equipo de Segunda División es otro mundo.
Si los jugadores azules, más señalados que nunca tras el mal trago pasado ayer domingo ante el Elche, no están por la labor de ponerse a disposición de un entrenador exigente como el que llega a su vestuario, las opciones de que esto salga bien son mínimas.
Un equipo con una idea agresiva y valiente como lo era este Vetusta necesita de jugadores sacrificados y completamente entregados a la idea que se quiere llevar a cabo. Es imposible trabajar una presión tras pérdida útil y resolutiva y un sistema de ayudas funcional si los que lo tienen que hacer no creen en ella. Ahí está el reto. El juego pondrá a cada uno en su sitio.
La noticia más positiva de este último mes y medio para olvidar es precisamente esa, que solo ha sido mes y medio. Queda un mundo para reflotar la situación, pero hay que hacerlo ya.