Así vivió el municipal ovetense el empate agónico ante el Granada
06 may 2019 . Actualizado a las 23:02 h.El oviedismo no necesitó más que una victoria en Almería para volver a ilusionarse con la presente temporada. El gol de Tejera en el Juegos del Mediterráneo daba argumentos a la nueva aventura de Sergio Egea y una nueva oportunidad al Real Oviedo de jugar otra final, esta vez ante el Granada.
Aunque el ambiente prometía en los prolegómenos, el Carlos Tartiere no alcanzó la cifra mágica de los 15.000 y se quedó en 12.770. Si bien el Fondo Norte lo intentó en no pocas ocasiones, la totalidad del municipal ovetense solo alzó la voz al unísono para protestar las decisiones de De la Fuente Ramos, el colegiado que fue desesperando a futbolistas y aficionados no solo en decisiones puntuales, si no en las acciones más rudimentarias: cada balón dividido era cuestión de estado.
«Sé que la afición va a estar en el estadio, nosotros tenemos que contagiarlos con nuestro fútbol, agresivo y de ataque. Me gusta lo grupal, Oviedo tiene que ser eso para lograr el objetivo del playoff», dijo en la previa un Sergio Egea que, 1149 días después y ya convertido en una especie de Cid carbayón, se volvía a sentar en el banquillo local del templo azul.
Lo dicho por el argentino se cumplió en las rectas finales de ambas partes, pero igual se quedó corto. Las dificultades que se encontró el Oviedo para hacer daño al Granada tras el paso por los vestuarios y un Carlos Tartiere nervioso al ver que el playoff se escapaba no fueron buenos ingredientes para ver la caldera necesaria en ciertos momentos del partido.
Ya en los últimos minutos, cuando no pocos oviedistas desfilaban por los pasillos del estadio rumbo a su casa, Ibra dio esperanza con un latigazo desde fuera del área. El gol reanimó a todos los presentes y convirtió al feudo de La Ería en algo parecido a un pabellón de baloncesto de cualquier país balcánico.
Tal fue el 'subidón' que el Oviedo estuvo cerca de llevarse la victoria, pero finalmente la tormenta se quedó en marejada. Al margen de cuestiones futbolísticas, equipo y afición volvieron a demostrar que, cuando van de la mano, el Tartiere cambia partidos. Y esto hay que potenciarlo.