Analizamos en cinco claves la derrota del Real Oviedo ante el Almería
10 dic 2018 . Actualizado a las 18:27 h.El Real Oviedo se encontró ante el Almería el mejor escenario posible para seguir creciendo y al final de los 90 minutos todos los fantasmas del pasado aparecieron de golpe. Así se puede resumir la derrota de los azules del sábado. Después de los brotes verdes vistos en el Gran Canaria, el conjunto de Anquela se adelantó en su primer acercamiento y no fue capaz de controlar el partido. Un paso atrás en el momento menos indicado que puede hacer daño a un conjunto mutilado por las lesiones.
Sin respuesta a los correcalles
A diferencia del encuentro ante la UD Las Palmas, el remate de Mossa a centro de Diegui sí acabó en gol y al Oviedo se le presentó el partido perfecto. Los azules amagaron durante unos minutos con una presión intensa que obligaba al Almería a retrasar a su portero primero y a pegar en largo después, pero fue solo un espejismo.
Los espacios espacios aparecieron y la muy móvil línea de mediapuntas visitantes comenzaron a hacer daño a la defensa carbayona. Las imprecisiones en el pase y los pocos recursos para asentarse en campo rival hicieron el resto y, tras unos minutos de locura, el Almería dio la vuelta al partido. Si controlar el tempo del encuentro ya es un problema, este se multiplica si eres incapaz de competir en un correcalles.
Mossa, Diegui y poco más
Uno de los males endémicos de este Oviedo volvió a salir a la palestra y la luz que no conseguían encontrar por dentro sí aparecía por fuera. Mossa y Diegui rasgaban por los costados a un Almería nada cómodo defendiendo los centros laterales. Bárcenas se sumaba a la fiesta pero solo cuando atacaba al espacio, ya que sin ellos era incapaz de hacer daño a la defensa rival.
Al margen del balón parado, las tres ocasiones más claras del primer tiempo llegaron por los márgenes. Aunque los azules no controlaron el partido y la comunión de Folch, Tejera y Javi Muñoz no fue fructífera, el peligro generado por los carrileros debería haber sido suficiente para llegar al descanso con tablas en el marcador.
Una línea de tres descoordinada
El centro de la zaga azul dio síntomas de poca armonía desde los primeros instantes del partido. Álvaro Giménez se fajaba en las disputas para que la segunda línea almeriense, muy móvil durante todo el encuentro, recogiera las segundas jugadas y atacase un espacio desprotegido del entramado carbayón.
Carlos Martínez, lateral contrastado, sufría para interpretar los movimientos del extremo y del mediapunta y dudaba a la hora de seguir la marca o aguantar la posición. Alanís, en su peor partido a nivel defensivo con la camiseta del Oviedo, perdía todos los duelos individuales y Javi Hernández, por primera vez en el curso, dudó en cada acción.
Problemas que no dependen del esquema
Anquela viró al 4-3-3 llegando a la recta final del primer tiempo pero los problemas en la circulación de balón no desaparecieron. El Oviedo sigue sin ocupar correctamente las alturas y prácticamente ningún pase superaba una línea de presión visitante.
Sin Javi Muñoz en el césped y con Toché e Ibra en punta el problema no desapareció, ya que el cambio, añadiendo a un finalizador y sacando a un generador, se entendió como una apuesta clara por un juego de bandas que seguía haciendo daño al Almería. El problema era que, para que existan centros que generen peligro real, el balón tiene que llegar a los costados, algo que al Oviedo le costaba un mundo.
De bruces contra el muro
El Almería pudo sentenciar a la contra aprovechándose de un Alanís muy incómodo jugando en el perfil derecho de la zaga y la expulsión de Javi Hernández acabó por minimizar el peligro carbayón. Steven entró por Ibra, pero los problemas en la construcción seguían condicionando el juego local.
Omar Ramos debutó en el Tartiere y aunque no le dio tiempo a mucho, sí pudo mostrar algo que nunca viene mal en un equipo con carencias en la circulación: no se esconde. El tinerfeño pidió el balón desde el primer momento, que no es poco viendo el partido. Cuando el juego colectivo está bajo mínimos, la sombra de las grandes individualidades se agiganta. Vuelve pronto, Saúl.