Sobre todo en los inicios de una temporada, cuando un equipo no obtiene los resultados deseables, el refugio para mantener la ilusión está en eso tan volátil que son las sensaciones, que de ser buenas, permiten que los nervios tarden algo más en aparecer. En el caso del Real Oviedo parece claro que el comienzo de esta campaña 2016-17 no está discurriendo por los mejores cauces si miramos unos números que, lejos de ser catastróficos, quien más y quien menos ve como bastante mejorables.
Es por ello que, si las sensaciones que desprendiese el equipo fuesen positivas, los argumentos para apostar porque se está en el buen camino (la tremenda igualdad de la categoría, la necesidad de tiempo para lograr la adaptación a un modelo nuevo, las dificultades de tener un entrenador bisoño en estas lides y demás tópicos al estilo) tendrían calado entre los aficionados. Por desgracia no creo equivocarme si digo que, de momento, no es el caso del conjunto azul para un abundante número de oviedistas. Y si a unos resultados tirando a mediocres unimos las muchas dudas que plantea el equi...
Sea por la crisis heredada tras el lamentable final de la temporada pasada que, al no haberse cerrado, continúa merodeando por el ambiente, por no haber explicado convenientemente el nuevo proyecto, por la aparente falta de un criterio claro en las decisiones que toma un cuerpo técnico cuyas directrices son desconocidas, vistos los bandazos que se aprecian en sus decisiones, o por cualquier otro motivo, el caso es que el estado de ánimo de la parroquia carbayona dista mucho de ser el deseado para, sobre él, construir un equipo en el que confiar para que alcance cotas relevantes. Por algo son algunos miles quienes no han renovado aún su abono. Y una de las pocas verdades incuestionables del fútbol es la de que es un estado de ánimo.
Y si hablar de sensaciones es algo totalmente subjetivo, el caso es que los fríos datos no ayudan. Dicen que cuando la pelota entra todo se olvida, y este Real Oviedo, que presenta unas cifras normales en sus partidos a domicilio (un triunfo, un empate y dos derrotas), en los disputados como local ha de vencer el próximo domingo al Rayo Vallecano si no quiere firmar un inicio de temporada de los más pobres, en cuanto a resultados se refiere, de toda su historia en esta categoría de 2.ª División donde, en sus 33 participaciones anteriores, siempre ganó como mínimo dos de sus primeros cinco partidos en casa, salvo en dos ocasiones. La última fue en la bochornosa temporada 2002-03 que terminó como todos sabemos (dos igualadas y tres derrotas en esas cinco primeras jornadas en el Tartiere) y la otra fue en la 1984-85, cuando únicamente se obtuvo una victoria en esos cinco primeros partidos disputados en casa (un triunfo, dos empates y dos derrotas fue el balance). Hasta el momento los oviedistas han cosechado un triunfo, dos empates y una derrota.
Sólo derrotando al Rayo se evitará firmar un registro tan negativo, tan pocas veces visto. No se trata de empezar a hablar de finales tan pronto pero, ahora mismo, este equipo necesita como el comer al menos una de estas cosas: la victoria o unas buenas sensaciones, que seguro serán más fáciles de obtener con el triunfo. Lográndolo, seguro que el ánimo mejora hasta el punto de prestar atención a curiosidades como la de que en el partido frente al Numancia el pasado domingo, en los minutos finales, coincidieron en el campo en la línea defensiva tres Fernández (José, Christian y David). En caso contrario, lo anecdótico no merecerá ni ser reseñado.
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