Ricardo Pérez Menéndez cierra su taller de la Plaza Domingo Álvarez Acebal después de casi 50 años de un oficio que se resiste a dejar del todo porque «tiene un gusanillo»
18 mar 2024 . Actualizado a las 10:21 h.Para convertirse en «Maestro Zapatero» —así se le conoce en Avilés—, Ricardo Pérez Menéndez hizo lo que hacen todos los que acaban por dominar un oficio artesano: practicar con paciencia y depurar sus habilidades sin prisa pero sin pausa. Su taller de la plaza Domingo Álvarez Acebal lleva abierto desde hace más de cien años, cuando su abuelo comenzó a trabajar allí. Ramón tenía 17 cuando empezó a practicar, y a sus 65 años sigue en activo. Pero no por mucho tiempo. Es la tercera generación y será la última. Le ha llegado la edad de jubilación y ya no hay relevo generacional. El taller cerrará oficialmente a finales de marzo.
El Maestro Zapatero es un enamorado de su trabajo, a pesar de que empezó casi por inercia. «No era muy buen estudiante y un día me dijeron que fuera a ayudar a mi tío», explica. Su abuelo murió cuando él llevaba tan solo dos años en el taller, y siguió formándose y trabajando. «Empecé a ayudar a pegar, a raspar, a coser un poco», relata. No tardó en cogerle el gusto, porque el oficio «tiene un gusanillo». La prueba está en que no dejó de trabajar hasta la jubilación, a pesar de que los tiempos han cambiado mucho.
Cuando comenzó, era todo mucho más manual, más artesano, y él lo hace todo a mano todavía. Pero lo más importante es la calidad del calzado, que a su juicio «cambió para mal; antes, los zapatos te duraban años, podías repararlos; ahora, el 90% no tiene la calidad, no hay manera de arreglarlos; vale más que los tiren y compren otros nuevos, es como hacen las cosas las fábricas».
En su opinión, es una pena que se pierdan tantos oficios como el de zapatero, sastre o ebanista. «Van a tener que inventar algo, un local en que se metan todos juntos y hagan cosas», opina. En su caso, lo que se pierde también es una forma de vida. Porque no es una zapatería normal. «La gente viene y se queda a charlar, es como si fuera un centro social», asegura. Hasta tal punto que los habituales celebran fiestas sin consultar con él. Hace poco, uno de sus amigos le dijo: «el jueves es mi cumpleaños y voy a traer unas tortillas o algo para celebrarlo». Y así fue. Nunca fue raro que se organizasen este tipo de actos. De ahí que la zapatería tenga un valor doble, como taller y como centro de reunión.
A pesar de la jubilación, Ricardo Pérez se resiste a renunciar del todo a su oficio. Piensa abrir algunas mañanas para charlar con su gente, y no descarta invitar a alumnos de algún colegio para enseñarles las herramientas más antiguas, las que ya tenía su abuelo, entre ellas, por ejemplo, un martilo de más de cien años, o los aparatos que se utilizaban para hacer los zapatos a mano. Sería una especie de museo etnográfico dirigido por alguien con muchos conocimientos.
Sandalias para los cofrades
Uno de los trabajos que ha tenido siempre a gala el Maestro Zapatero es la fabricación de sandalias para dos cofradías de Semana Santa de Avilés: la de San Juan Evangelista y la de El Beso de Judas. Unas de color negro. Otras, de color rojo. «Estoy aquí por ellos este mes», asegura. La Semana Santa está cerca y «siempre tienen algo que hacer», y él no quiere dejarlos tirados este año. Incluso está dispuesto a atenderlos «el año que viene para alguna emergencia». Aquí manda mucho el corazón, porque lleva 45 años haciéndolas, y ha tomado medida a los pies de varias generaciones. Hubo cofrades a los que les hizo sandalias con cinco años, que fueron creciendo y cambiándolas y que, cuando se casaron, que ya no pueden ser cofrades, llevaron a sus hijos para seguir la tradición. «Es una emoción muy grande, vienen con una confianza tremenda y es muy gratificante». Él nunca hizo zapatos. Era, sobre todo, reparador, y las sandalias han sido su excepción. Son un modelo sencillo, rápido de hacer. «Tienes que hacerlo sin florituras. Llegan, se descalzan, toman la medida, y a la semana ya se las preparo». Este vínculo desde hace décadas con la gente hace que se deje la puerta abierta a que lo llamen por teléfono para atender alguna necesidad de última hora de Semana Santa.
Le gusta mucho trabajar el cuero. Realiza escudos, llaveros o sandalias en miniatura. El año pasado, con estas sandalias pequeñas, montó un pequeño revuelo en Avilés. Le dio por regalarles a tres amigos que tenían un comercio las miniaturas, para que la colocaran en sus escaparates, y anunció por Facebook que quien las encontrase se podría quedar con ellas, dando pistas sobre su posible ubicación. La iniciativa tuvo tanto éxito que lo llamaron de todas partes y acabó por hacer cerca de 50. El éxito fue arrollador.
El taller va a seguir donde está, y la actividad no tiene pinta de parar, aunque ya no sea como profesional. «Esto va a quedar aquí porque me gusta hacer cosas en cuero, me encanta». Con cierre y con jubilación, parece que el Maestro Zapatero seguirá bastante tiempo en activo, haciendo «cosines que te presten». «Aquí no se aburre uno», concluye.