En Basurama trabajan desde hace años con residuos y enseñan en Avilés cómo crear elementos útiles con ellos
27 mar 2017 . Actualizado a las 16:38 h.Una bolsa de plástico puede servir para transportar pequeños objetos de un lugar a otro, para echar la basura pero también para crear un vestido. Las bolsas de plástico son uno de los elementos más simples y cotidianos que se pueden encontrar en cualquier casa, empresa, incluso en la calle, y que son consideradas como un residuo, pero no se le suele ver la vida útil que tiene detrás. Eso hacen en Basurama. Clara Maseda y Manuel Polanco empezaron a ver buscar la utilidad que tienen los objetos que habitualmente se desechan y a sacarle rendimiento. En la Escuela de Arte del Principado de Asturias han guiado a los alumnos durante el proceso de experimentación de conocer un elemento como las bolsas de plástico, familiarizarse con ellas y ver las posibilidades de utilidad más allá de las conocidas. Su modo de trabajar se sale un poco de la norma: no piensan que necesitan algo y buscan cómo hacerlo, sino que a partir de lo que tienen prueban a ver en qué pueden convertirlo. «Nacen objetos con identidades propias», explica Polanco. La idea salió de un festival de construcción de objetos útiles cuando estaban en la Escuela de Arquitectura y desde 2001 se materializó en Basurama.
«Lo que más nos interesa es experimentar, lo que decimos prototipar», apunta Polanco. Y por eso los residuos son una materia prima excepcional. «Cuando trabajas con basura sales de tu círculo de seguridad», en parte porque se descubren empleando materiales muchas veces desconocidos y que en ocasiones no saben cómo reaccionarán al proceso productivo. Y pone como ejemplo un objeto que todo aficionado a DIY -siglas de Do It Yourself, háztelo tú mismo en inglés- ha utilizado en los últimos años: los palets. «Son un elemento conocido pero puede que sea de madera o de plástico, que esté pintado o no, que esté muy destrozado o que se encuentre en buen estado… No están siempre en las mismas condiciones», explica Polanco y eso es lo que hace que cada vez que se trabaja con ellos se obtienen resultados diferentes.
«Nosotros proponemos experimentar sin pensar qué vas a hacer con el objeto y es entonces cuando llegas a hallazgos”, apunta. Para ello estudian a fondo con la material, para saber de qué está hecha la basura con que trabajan, si es resistente, si se puede usar en el exterior… En este sentido, han descubierto que los neumáticos son uno de los residuos que más juego dan, por lo fácil que es trabajar con ellos y su resistencia. Es algo que siempre se ha reutilizado, para hacer columpios, incluso macetas, pero existen otros elementos que ofrecen muchas más posibilidades y a los que no se les suele ver una segunda vida. En el festival del que luego saldría Basurama alguien encontró un maniquí y con una de las piernas creó un portaplanos. Polanco diferencia entre hacer arte con basura y su trabajo, puesto que ellos se encaminan a la utilidad. Y eso parte de la propia visión que tienen de la basura.«Somos nosotros los que damos un estatus a los objetos cuando no son útiles y es cuando dejas de mirar los objetos y verlos como productos», apunta.
La basura virtual
Los restos de las tabletas en que se empaquetan los medicamentos son otro de los materiales a lo que le encuentran muchas utilidades, así como lo que pueda quedar de equipos eléctricos que se han quedado desfasados. Es lo que ellos llaman basura virtual y les hizo participar en un proyecto de LABoral Centro de Arte en colaboración con Obsoletos. Crearon una máquina que digitalizaba los formatos antiguos a fin de conservar esos datos que no podían ser leídos con los más modernos aparatos, como las cintas VHS que ya están descatalogadas. Y aunque no pudieron experimentarlo por falta de tiempo Basurama se muestran convencidos de que en Avilés hay mucho potencial para buscar una nueva utilidad a lo que ya no se utiliza. Se fijan en los residuos industriales y creen que se podrían hacer cosas realmente interesantes a partir de los desperdicios que generan las fábricas y empresas asentadas en la comarca.
Basurama trabaja en colegios para que «los niños trabajen su espacio, dándoles herramientas para que transformen su patrio», explica Maseda. Se trata de un proyecto pedagógico con el que incitarles a pensar qué hacer con lo que tienen más cerca. Y en este sentido apuntan a que el material con el que ellos mismos tienen pendiente trabajar es la basura orgánica, por una cuestión de caducidad, aunque de hecho han colaborado en algún cátering reutilizando comida que no se iba a consumir. Polanco explica que su concepción de qué hacer con lo que algunos consideran basura tiene que ver con el consumismo generado en los últimos tiempos y que la crisis ha favorecido pensar en cómo aprovechar los recursos que se tienen al alcance. «Hay una reflexión vital de cómo conformamos nuestras vidas para cubrir ciertas necesidades que se han convertido en hábitos comunes» y apunta que «si las administraciones fallan y no pueden cubrir tus necesidades tú puedes hacerlo con unos mínimos recursos».