Leía esta semana a un tuitero cuestionarse la teoría de que estemos ante la campaña electoral más corta de la actual democracia, puesto que si bien es cierto que no comenzó oficialmente el viernes pasado y sí lo hizo esta pasada medianoche, la sensación de que vivimos en la práctica en una permanente campaña electoral es notoria.
La última encuesta que se ha conocido es la del CIS (que como viene siendo habitual, a Tezanos nadie le cree, y eso que en las últimas generales clavó los resultados). Aunque está todo por decidir, todas las publicadas coinciden en que ganará el PSOE, le seguirá el PP sin alcanzar los cien escaños, y después hay sondeos para todos los gustos. Los más preocupantes son sin duda los que sitúan a la ultraderecha en la tercera posición. Veremos si Vox sigue creciendo en silencio, en el sentido de ser un voto vergonzante que no captan las encuestas, aupado principalmente por la salida de Franco del Valle de los Caídos y por la crisis política en Cataluña (además de otros asuntos que agitan tanto como la negación del terrorismo machista y la petición de muros en Ceuta y Melilla y mano dura contra los migrantes al estilo Trump). Quienes van a tener que sudar la gota gorda esta campaña son dos personas que parecían hace unos años llamados a regenerar la política española y, como queden por debajo de Vox, deberían plantearse marcharse a su casa. Albert Rivera y Pablo Iglesias se la juegan. Ambos, en mi opinión, son los máximos responsables del bloqueo político que vive España, pero sin duda sus formas de intentar controlar sus partidos (que en el fondo siempre me parecieron muy personalistas) les ha llevado al abismo. Seguramente el efecto Errejón no vaya a ser para tanto, pero en Unidas Podemos ya pueden desear con ganas que el día 10 los resultados se parezcan lo máximo posible a los publicados por el CIS.
Sobre estas elecciones sobrevuela el fantasma de si se repite el mismo escenario entraremos en un bucle sin salida. Es decir, si ni el bloque de izquierdas (PSOE y Unidas Podemos) ni el de derechas (PP, Ciudadanos y Vox) suma 176 diputados, seguiremos en las mismas. Ninguna encuesta, salvo el CIS, pronostica que un bando u otro alcancen ese número. Por tanto, podríamos estar como en abril, con cambios en la balanza de escaños de cada partido, pero ‘la suma’ de bloques apenas sufriría diferencias. Será muy interesante conocer los datos de Cataluña, sobre todo por ver si los nacionalistas ganan, si el PSC se recupera y si Cayetana Álvarez de Toledo mantiene el único escaño del PP en toda la comunidad autónoma. Parece que estamos ante un duelo entre Pedro Sánchez y Pablo Casado. El segundo no tiene opciones de quedar primero, pero el actual presidente del Gobierno en funciones arrastra una mala relación con Pablo Iglesias (y ni hablemos con PP y Ciudadanos, si pretende volver a trabajar su abstención).
No se trata este 10 de noviembre de votar bien, pero en ningún caso debe traducirse en quedarse en casa. Bajo mi punto de vista es la peor opción. Al menos que los que vayamos a votar (a quien más nos guste) que no nos culpen. La democracia es la voz de todos, y si no se pudo en abril, juzguemos el papel de cada uno para que en diciembre pueda haber gobierno. No hay nada decidido ni escrito.
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