Parece uno de esos palabros nuevos, pero tiene mucha más historia detrás, donde prima la sostenibilidad
19 jun 2019 . Actualizado a las 05:00 h.Dicen que todo está ya inventado, que todo vuelve. Y aunque ahora hay conceptos que parecen de moda e irrumpen con fuerza, ya existían antes. Es el caso del consumo colaborativo, conocido también como economía del acceso (frente a la economía de la propiedad) o la economía de la colaboración, donde prima el acceso a un producto o servicio frente a la propiedad. Compramos y acumulamos. Quizás lo usemos una vez, dos con suerte. Y quedarán amontonados en un rincón. Y de ahí a las montañas de basura que ya no sabemos en qué rincón del planeta vamos a esconder.
Al hablar de consumo colaborativo en realidad hablamos de la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar y regalar redefinida a través de la tecnología moderna y las comunidades. Rompe con el modelo del híper consumo en el que estamos sumidos, dando lugar a nuevos ciclos que comprenden no sólo la reutilización, sino también la redistribución. Y así se van sumando Rs a las tres primeras de reducir, reutilizar y reciclar. Ahora ya tenemos reparar y redistribuir, sin olvidar remanufacturar. Hoy en día la vuelta a esta práctica milenaria viene de la mano de la crisis. En unos casos la necesidad, pero en otros también la conciencia, y todo en pos de la sostenibilidad. No trae tan a cuenta comprar una taladradora que sólo se utilizará quince minutos, o a lo mejor no se precisa comprar una bici para desplazarse por la ciudad, sino que vale con alquilar para el momento preciso. Se ve muy bien con productos como los trajes de novia, de comunión o chaqués. Así surgen plataformas como Blablacar, Cartogo o Airbnb.
Las nuevas tecnologías y la digitalización aporta un plus en estos desarrollos, dado el momento histórico que se vive, lo que permite sacar un mayor aprovechamiento de determinados servicios o productos. Por ejemplo todo el mundo App, la analítica de datos y esta serie de conceptos. Las motivaciones para crear empresas de este tipo vienen por dos partes, la social por aquellas personas que creen en el compartir, que vienen del procomún y el cooperativismo, y de la empresarial, ya que se presenta como una oportunidad de negocio. Y todo ello incardinado dentro de la economía circular. Además, esta idea de lo colaborativo redunda en una mayor durabilidad y en la reparabilidad de los productos, frente a la obsolescencia programada, lo que también supone un plus de innovación para conseguir un diseño sostenible. Las posibilidades son múltiples a poco que se piense y se busque por la red, desde lavadoras particulares compartidas donde sólo se paga por el uso del electrodoméstico sin un fin lucrativo, o comprarle la comida al vecino porque no se tiene esa habilidad o tiempo para hacerlo… y todo siempre con la idea de crear comunidad y basada en la reputación.
Librerías low-cost
¿Cuántas veces te lees un mismo libro? Seguro que alguno es libro de cabecera, pero habrá otros que no tengas más interés en ellos. Igual preparas mudanza y no tienes dónde meterlo todo o tienes que cerrar un piso con una imponente biblioteca que a ti no te encaja. «Pensar que mis libros van a tener una segunda, tercera o cuarta vida… estaría encantada», comenta Gloria Alonso Díaz, propietaria de las librerías Re-Read de Oviedo y Gijón, un modelo de negocio basado en el consumo colaborativo. Allí puedes comprar libros de segunda mano como norma desde a partir de los años 90, con alguna excepción que otra. Y también puedes vender aquellos que ya no precisas, en lugar de tirarlos a la basura (¿sabes que si tiras libros en el contenedor azul «los salva»?). «Es una manera de dar salida a libros que tenemos en casa, que otra gente estaría encantada de tener y leer. La idea es hacerlos más accesibles con un precio fijo, es una manera de acercar los libros. Igual tienes dudas respecto a un autor o autora y no te apetece comprar un libro nuevo… O quizás también para hacer un regalo. Regalar de segunda mano es un acto de conciencia y te puedes llevar más libros por menos dinero», explica Gloria Alonso Díaz poniendo como ejemplo a alguna de su clientela.
Se trabaja así el concepto de «reducir y reutilizar, ya que ese papel está impreso. Es una manera de hacer que se muevan las librerías que tenemos en casa, con la ayuda de las nuevas tecnologías», cuenta, siempre abierta a las sorpresas que puedes encontrar en los libros, releídos hasta el infinito, como exlibris, fotos, vidas… Comenta que los libros se mueven mucho, lo que dificulta contar con un catálogo actualizado, pero sí cuentan con un servicio de alertas. «La idea es que los libros se cuiden y mantener un contacto con la comunidad», de ahí que participen en diferentes iniciativas sociales, como Abierto hasta el amanecer en Gijón o para dotar de premios (libros usados) a un club de balonmano de la ciudad gijonesa.
En cada una de las librerías se encuentra un poco el alma de cada una de estas ciudades, lo que la gente lee y tiene en sus casas, ya que compra en el entorno más inmediato. Así en Oviedo destaca la narrativa y en Gijón la novela policíaca, y afirma que en las dos se lee mucho. Su público va «desde los meses, porque ya nos leen en casa, hasta los ciento y algo de años», con un espacio dedicado a infantil y juvenil, donde los más peques pueden trastear, «así es como se hace lector», algo en lo que Gloria Alonso se fija y agradece como madre. «La idea es que todo el mundo entre, de todas las edades, que sean atractivas, abiertas... que se pierda el miedo a entrar en una librería y en una tienda de segunda mano». Se trabaja con precios fijos y asequibles tanto para vender como para comprar y existe la posibilidad de recoger a domicilio cuando se pasa de los cien libros.
Crear conciencia desde la escuela y el hogar
El AMPA del colegio público Lorenzo Novo Mier de Oviedo lo tiene claro. Lo que se trabaja en el cole hay que trabajarlo en casa y viceversa, si no se rompe la cadena. Y en esta línea apuntan toda su labor. Forman parte de la Red de Escuelas por el Reciclaje de Cogersa y participan en su programa Familias con clase. Hasta ahora son centro RR (no alcanzan la triple por un problema con el Ayuntamiento de Oviedo y la instalación de la compostadora en el patio del colegio). Pero no se les pone nada por delante a la hora de trabajar en sostenibilidad. Hace cuatro años comenzaron con el banco de libros en colaboración con la dirección del centro. En él participa desde el alumnado que pasa a tercer curso (los libros de infantil, primero y segundo no son aprovechables porque se escribe y pinta en ellos) hasta los de sexto, que al depositar esos libros entran automáticamente en el banco de libros del instituto de referencia, tras alcanzar un acuerdo con el IES.
Cuentan con un tablón comunitario donde se ofrecen y piden servicios o ayuda, por ejemplo desde un desarrollador de páginas web para aquellas personas que emprenden a una bañera de bebé que ya no se va a utilizar más. Un poco en la línea de los bancos de tiempo. En algunas extraescolares, como judo, se donan los trajes y cuentan con el Trocatoys, un sistema de trueque de juguetes, libros o ropa que se realiza todos los meses de diciembre desde hace seis años. La entrega se hace mediante un sistema de puntos que permitirá comprar otros productos. Si sólo se compra se hace a un módico precio y todo el excedente y dinero se dona a los desayunos de la calle Paraíso, que ahora también dan meriendas. En el mes de mayo realizan una limpieza comunitaria de la playa de Bayas, aprovechando también la iniciativa de Cogersa de Reporteros ambientales. Se han convertido en un ejemplo tal que cuenta su presidenta, Patricia García-Mier Martínez, que les llaman de otros centros para conocer qué es lo que están haciendo. Y es que educar no sólo se educa en la escuela.