Laura van Severen es una fotógrafa profesional que, a través de sus instantáneas, busca «atraer una primera mirada» a estos depósitos de basura
20 feb 2019 . Actualizado a las 11:40 h.«Con mis fotos busco más atraer una primera mirada sobre los vertederos que concienciar. Pero esa primera mirada hace reflexionar a gente que, como yo, no sabe lo que hay aquí, desconoce el mundo de los vertederos», explica Laura van Severen (Gante, Bélgica, 1993), fotógrafa profesional hija de belga y catalana, que se halla inmersa en un proyecto personal en el que la cámara «es una llave que me abre muchas puertas no sólo a mí por mis inquietudes, sino para mostrarlas a otra gente».
«La primera vez que entré en un vertedero en Bélgica para mi trabajo de máster quedé impresionada. Me encontré una pared de 40 metros de residuos en un país tan llano», rememora. «La gente no es consciente, cree que las cosas desaparecen. Y o se transforman o se mueven. Así que empecé a recorrer vertederos por Europa con ese horizonte 2030 para ver cómo cumplen los diferentes países» en referencia al marco sobre clima y energía para 2030. La visita que realizó a las instalaciones de Cogersa en Serín ocupa el puesto 57 de su larga lista de vertederos que la lleva desde hace dos años por Holanda, Bélgica, España, Portugal, Grecia y un sexto país aún por decidir en función de las últimas estadísticas del Eurostat.
El medio ambiente y el paisaje son dos de las pasiones de esta fotógrafa que compagina su trabajo como informadora cultural en Casa Viçens, una de las obras de arte de Gaudí, en Barcelona. Teniendo en cuenta su experiencia vital en Bélgica y en Holanda, donde los vertederos casi han desaparecido y a los que sólo va el 2% del residuo generado, lo que ya no se puede recuperar, considera que estas instalaciones «tendrían que ser un fenómeno marginal. Toda la población somos responsables de lo que generamos. Año tras año aumentan los residuos y eso hay que gestionarlo, pero a la vez esa gestión tiene que desaparecer… Es contradictorio, y hay que entenderlo para colaborar», reflexiona Van Severen.
Tras analizar muchas estadísticas también ha sacado en claro que «hay que tener en cuenta la relación de residuo generado con la gestión que se hace de ese residuo» y señala países que tienen mucha fama pero que aún generan mucho residuo, como es el caso de Noruega o Dinamarca. La prevención es una de las asignaturas pendientes en todos los países de Europa, y la primera pieza de esa gestión sostenible que se enuncia con el lema «reducir, reutilizar y reciclar».
Respecto a este consumo nada sostenible se refiere a que «nos han tratado demasiado bien en este sentido de usar y tirar y ahora toca dar un paso atrás. Parece que el ecologismo es una cuestión de clases sólo para los que pueden pagar, pero hay que ir hacia el ecologismo social, accesible para todos». Y señala las diferencias, por ejemplo, en el mercado de segunda mano, «con un éxito tremendo en Bélgica no sólo para los que no tienen poder adquisitivo. Aquí en España está más ligado a un concepto de pobreza».
Recorriendo Europa
La perspectiva que le da su proyecto le ha mostrado que España, junto con Portugal, ha mejorado mucho en muy poco tiempo. Pero señala la aparente falta de inversiones en este campo, según las diferentes administraciones, y percibe una gran variedad de tipologías de gestión de los vertederos a lo largo y ancho del país. Le extraña que, pese a la legislación europea que apunta a la prohibición del vertido directo, no existan planes de clausura de vertederos y que aún desde 2009 se hayan abierto nuevas instalaciones, en lugar de apostar por otras alternativas.
Es consciente de que hay muchos factores que influyen en la gestión de residuos, desde la crisis socioeconómica como en Grecia, a la geografía del país, la distribución de la población… «En el caso de Bélgica y Holanda, países con mucha densidad de población y prácticamente llanos, ya casi no hay vertederos. Están sellados (algunos en los años 90) y tienen una nueva vida activa como parques con vistas (con la altura que alcanzan ves todo el país) y se aprovechan los desniveles para crear pistas de esquí indoor y outdoor o campos de golf casi de aventura. Hay que esperar a que pasen entre 30 y 35 años para que una vez cerrados, asienten, pierdan actividad y sean inertes. Pero en España no he visto una actividad posterior de este tipo», señala.
No deja de llamarle la atención la gran cantidad de plástico, cartón o voluminosos en la fracción resto que se entierra en el vertedero cuando es todavía recuperable, «las cifras dicen que sobre un 50% de lo que va al vertedero puede aún ser recuperado, y si todo eso se separa en origen los números serían muy distintos. Habría que conseguir que la recogida selectiva fuera mayor».
Pero sobre todo habla de establecer colaboraciones: «en lugar de intercambiar ideas buscando mejoras a nivel nacional, veo rivalidad. Hay países que ya llegaron al objetivo 2030 hace años, ¿por qué no ir allí y ver lo que hacen, o que ellos vengan aquí a explicar?».
La experiencia de Cogersa
Laura van Severen confiesa haberse quedado «alucinada» con la gestión en Serín «ya sólo con el control de acceso, que parece el peaje de una autopista». Añade que la «idea de la centralización de las instalaciones en un mismo polígono industrial es muy interesante. Aquí tienes el panorama completo, con el centro de triaje, las plantas de tratamiento y el vertedero. En otros lugares están en lugares separados o si están unidos, son gestionados por empresas diferentes, y no comparten absolutamente nada, lo que supone más gasto», explica.
«No vi ninguna instalación similar a la de Asturias, quizás la de Madrid, que dicen que es casi el vertedero más grande de Europa», reseña.
Proyectos
Este proyecto le ha permitido ahondar más en el tema de los residuos y el reto que supone y pretende acercarlo a la sociedad no sólo con sus fotos, sino también con toda la información que recopila e interpreta, las cifras, las estadísticas, exposiciones y charlas con lo que pretende hacer entender «un poco mejor cómo funciona todo».
Para su realización, que comenzó en enero de 2017 y para cuya conclusión le queda aún, calcula, entre año y medio o dos años; cuenta con su propia financiación a través de encargos fotográficos y otros trabajos. «No solicito subvenciones, si no sería un proyecto político. Y es mi proyecto, mi visión». Confiesa que está aprendiendo mucho y que le sirve para concienciarse y hacer divulgación, pero que le lleva mucho trabajo, sobre todo la parte de gestión y planificación para las visitas, entender las estadísticas; así que tiene ya ganas de volverse a embarcar en otro proyecto más íntimo, más libre.
De hecho, aunque este proyecto es un todo, realiza exposiciones parciales de sus imágenes, lo que le ayuda a discriminar y recibir feedback, «que me motiva. Es una manera de marcarme un deadline (plazo) con toda la información y fotos que tengo». Este todo se materializará en un libro que no sólo será un trabajo estético porque, afirma, «se trata de un tema demasiado importante. Hacer un fotolibro le dará un valor distinto, perdura en el tiempo». Para su realización, y al igual que hizo con su anterior trabajo Land. On the brink of some formidable complex matter (2016), buscará la mayor sostenibilidad realizado con papel de bosques certificados. En este sentido señala que hay diseñadores gráficos comprometidos que cuidan aspectos tales como el aprovechamiento de papel, las tintas e incluso las tipografías que utilizan menos tinta. «Tendré en cuenta el máximo de elementos», asegura.
En 2015 fue seleccionada como una de los diez jóvenes talentos belgas del año. Parte de su actual trabajo se pudo ver en Madrid y Barcelona, mientras que en mayo repetirá en la ciudad condal, en el festival de fotografía emergente Art Photo BCN. La página web de Laura van Severen recoge sus diferentes trabajos, con exposiciones en España, Bélgica, Holanda, Italia y México.