Ahora mismo todas las cifras relativas a la presencia de los móviles en nuestras vidas resultan escalofriantes. Mientras la población del planeta ha cruzado la línea de los 7.500 millones de habitantes, el número de móviles sobrepasa los 8.000 millones. Hay más teléfonos móviles operativos que personas en el mundo. No exageran quienes afirman que el móvil es el aparato más popular que ha existido en la civilización.
La tendencia es inequívoca: nuestras vidas cada vez se relacionan o dependen más de las pantallas. Algunos datos pueden resultar ilustrativos. Más del 50 % de las búsquedas en Internet se realizan a través de los móviles. Más del 60 % del tiempo que pasamos en el universo on line, ocurre desde el móvil. Casi el 20 % lo usa como despertador y para recordar reuniones y otras tareas: opera como un asistente para el cumplimiento de nuestras responsabilidades.
La cantidad de aplicaciones que cada día se lanzan al mercado, sobrepasa cualquier intento de llevar un registro de ellas. Las hay para planificar el día, conocer el estado del tráfico y las previsiones del tiempo, hacer las compras, medir las calorías ingeridas y gastadas, recibir o escuchar noticias, practicar algunos juegos entre una oferta de miles y miles, llevar las cuentas del hogar, editar fotografías y un sinnúmero de otras cosas.
Entre padres y educadores, analistas de accidentes de tráfico, psicólogos y médicos de distintas especialidades, se han encendido las alarmas: la pantalla del móvil está produciendo cambios en la conducta. Se está produciendo una doble tendencia: creciente concentración en el móvil, reducción de la atención que se concede al resto del mundo.
Dos datos. El primero, está creciendo el número de personas que dedican más de 180 minutos al día a interactuar con su móvil. El segundo: casi el 30 % de los mayores de 25 años se despiertan entre una y tres veces en las horas de sueño a revisar los correos o mensajes recibidos. El móvil ya adquirió la categoría de problema de salud pública.
En este marco se viene produciendo un debate sobre el móvil como instrumento de vigilancia de las empresas a sus trabajadores, y como dispositivo en perenne funcionamiento que impide una verdadera finalización de la jornada: mientras esté encendido, el trabajador vive en guardia, en expectativa permanente de cuándo recibirá una llamada que le obligue a dejar el descanso o salir rumbo a su oficina.
El Homo cellularis carece de ciclos. Paulatinamente pierde los límites entre vida laboral y vida privada. Nomofobia es el nombre del trastorno de ansiedad, la irritación que provoca a la persona separarse del móvil. Tal la peculiaridad del Homo cellularis: adicto que vive amenazado por un inminente ataque de nomofobia.
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