María de la Fe Rodríguez, psicóloga: «Las madres por reproducción asistida corren el riesgo de sufrir depresión posparto»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

María de la Fe Rodríguez, psicóloga experta en depresión perinatal
María de la Fe Rodríguez, psicóloga experta en depresión perinatal

La catedrática de Psicología de la UNED explica en qué consiste la depresión posparto y cómo puede prevenirse

10 may 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La llegada de un bebé al mundo siempre genera una inmensa alegría en su entorno familiar. A pesar de eso, no todas las mujeres experimentan esta sensación cuando se convierten, por primera vez o de nuevo, en madres. Hay progenitoras que caen sumidas en la tristeza de los cambios hormonales, físicos y emocionales, lo que les dificulta adaptarse a la nueva realidad. Algunas incluso están bajas de ánimo durante el embarazo. Y es que en el período que va desde la gestación hasta el puerperio es «muy común» que se encuentren deprimidas. El problema está cuando este trastorno no se trata, ya que puede cronificarse y perjudicar el vínculo madre e hijo. «En según qué contextos, los casos graves pueden derivar en malnutrición e incluso en la muerte del bebé», advierte María de la Fe Rodríguez. La catedrática de Psicología de la UNED, que participa esta mañana en las jornadas organizadas por el Colegio Oficial de Psicología de Asturias (COPPA) para abordar la salud mental materna en el período perinatal, explica qué es la depresión posparto y cómo puede prevenirse

 —¿Qué es la depresión posparto?

—Aunque la gente lo conoce como depresión posparto, nosotros los especialistas hablamos de depresión perinatal porque las mujeres durante el embarazo también están deprimidas. Este estado de ánimo bajo cursa con indicadores de la depresión como falta de interés, dificultades para dormir, pensamientos negativos… pero, se diferencia básicamente de la depresión que puede sufrir el resto de la población por el sentimiento de culpa. Las madres, tanto las que están embarazadas como en el período de posparto, se sienten muy culpables porque no saben si lo están haciendo bien o están siendo buenas madres. Otra de las diferencias es la prevalencia. En la población general, cinco o seis personas de cada cien tienen síntomas de depresión, mientras que en el período perinatal hablamos de un 15 o 16 por ciento. Tenemos también datos de que las mujeres migrantes llegan hasta el 25 o 26 por ciento, con lo cual el período perinatal es un período vulnerable para las mujeres.

—¿Cómo se diferencia la depresión posparto de la tristeza posparto?

—Tenemos estudios que indican que entre aproximadamente un 50 por ciento de las mujeres tienen esa tristeza posparto.El maternity blues es muy parecido al síndrome premenstrual porque está también asociado a una condición biológica. Después del parto, a los tres, cuatro o cinco días hay muchos cambios hormonales, entonces las mujeres tienen que estabilizarse. Pero, si solo es tristeza, esta va a desaparecer porque al séptimo u octavo día de dar a luz nuestras hormonas se estabilizan.  A no ser que tenga muchos factores de riesgo o una depresión larvada durante el embarazo, si tiene el maternity blues va a hacer depresión posparto, seguro, porque ya no va a ser capaz de recuperarse. Entonces esa tristeza, en muchos casos, hace de gatillo para la aparición de la depresión posparto como tal. 

«Las mujeres deprimidas a veces no quieren ni tocar ni acariciar a sus bebés»

—¿Cuáles son esos factores de riesgo para que una mujer desarrolle depresión posparto?

—Son muchísimos. Uno en el que hemos trabajado mucho es la falta de apoyo por parte de pareja o de la familia. Aquí diferenciamos entre apoyo emocional e instrumental. Las mujeres cuando acabamos de dar a luz o durante el embarazo, no solo necesitamos que nos comprendan sino, permíteme la expresión, que alguien nos haga una tortilla para poder cenar, porque cuando acabas de tener un bebé, muchas veces estás muy agobiada y necesitas ese apoyo de conducta. Entonces, ese apoyo es también un factor de protección porque las mujeres que tienen una red de apoyo tienen menos probabilidad de desarrollar depresión posparto. Las cuestiones económicas son también muy importantes en este sentido. Las mujeres inmigrantes y refugiadas que vienen con menos recursos tienen más probabilidades. Por eso, nosotros en los estudios que tenemos, como te decía antes, se ve perfectamente cómo las inmigrantes llegan a un 25 %, mientras que las españolas están entre un 10 y 15 %. En las mujeres españolas hay además un factor de riesgo asociado que tiene que ver con la edad y es que tenemos maternidades muy tardías. Eso es un factor de riesgo porque muchas veces está asociado a las técnicas de reproducción asistida. Sabemos que esas mujeres, a lo mejor, han creado unas expectativas muy elevadas sobre la maternidad y luego se encuentran con otra cosa totalmente diferente. También están los factores más obstétricos. Las mujeres que tienen condiciones médicas que hacen que el embarazo sea de riesgo es más probable que se puedan deprimir.

—¿Qué signos son los que alertan de que una mujer tiene depresión posparto?

—Las personas cercanas realmente lo pueden observar mejor. Esa tristeza, ese decaimiento, ese poco interés hacia las cosas, concretamente, hacia el bebé. Es que eso pasa, las mujeres deprimidas a veces no quieren ni tocar ni acariciar a sus bebés. Eso podrían ser indicadores de riesgo. En el embarazo, en cambio, es menos evidente porque no es tan conductual porque no tienes que cuidar al bebé sino que solo tienes que cuidarte a ti misma.

—¿Por qué cree que muchas mujeres no buscan ayuda?

—Con la maternidad está el estigma de que no puedes decir que te sientes mal. Tenemos una maternidad muy idealizada, que es verdad que últimamente esto está cambiando, pero parece que una no se puede sentir mal. Nuestras madres y nuestras abuelas criaban a los bebés en grupo, es decir, veían a las vecinas lo que les estaba pasando y ahora no lo sabemos porque realmente cerramos la puerta de nuestra casa y estamos muy solas. Sí que las mujeres contamos cómo ha sido el parto, pero no contamos que la falta de sueño pasa factura, que no es lo que tú estabas esperando de lo que pudiera ser un bebé… Aunque muchas veces se dan cuenta de ello, hay una especie de prioridades mal administradas, sobre todo en el posparto. Y es que lo importante es el bebé, por tanto no puedo pedir ayuda porque cómo me voy a arreglar sino. Esto, por ejemplo, lo vemos mucho cuando trabajamos la prevención con grupos de madres. Muchas nos dicen: «no es que no me puedo acercar al hospital», «no es que no me da tiempo», «no es que tengo que cuidar a mis otros hijos»… porque tienen otras preferencias que su salud mental. Entonces es muy difícil.

«La depresión materna afecta y mucho al vínculo madre-hijo»

—El estigma de «madre perfecta» hace mucho daño…

—Sí, por supuesto. Es verdad que a veces la familia también es difícil de entender, especialmente para quienes no han vivido de cerca un caso de depresión, y menos aún de depresión perinatal. Les cuesta comprender cómo, teniendo un bebé tan bonito o estando embarazada, una puede sentirse triste. Para las mujeres que han pasado por un proceso de reproducción asistida, esto puede ser aún más complejo: son bebés muy deseados, muy buscados, y de pronto te encuentras pensando: «¿Pero cómo puedo estar triste? ¿Cómo me siento así si lo he deseado tanto?» Y eso, a su vez, te hace sentir todavía peor.

—¿Cómo puede afectar la depresión posparto a ese vínculo de madre-hijo?

—Te voy a poner como ejemplo el caso más extremo para que se pueda entender. Nosotros también trabajamos en África, donde formamos a profesionales: obstetras, matronas y enfermeras. Una de estas mujeres me contó que en algunos países de África, los bebés cuyas madres sufren depresión tienen riesgo de muerte. ¿Por qué? Porque esas madres están tan tristes que, literalmente, no se levantan de la cama, y muchas veces no pueden ni amamantar a sus hijos. Entonces, claro, esos bebés no se alimentan. Esto, en un país como España, no tiene las mismas consecuencias, porque siempre habrá alguien que pueda dar un biberón al bebé. Pero en estos contextos, los casos graves pueden derivar en malnutrición e incluso en la muerte del bebé. Así que sí, la depresión materna afecta, y mucho. Una persona deprimida habla menos, se muestra más retraída, más apagada, más bajita de energía. Y justo en el embarazo o en la crianza de un bebé es cuando más fuerza necesitas. Si no puedes hablarle a tu bebé, si ni siquiera tienes energía para eso, ese bebé está perdiendo muchísima estimulación. El vínculo se ve claramente afectado. Cuando hablamos del vínculo o del apego, solemos pensar en lo que ocurre después del nacimiento. Pero hay un concepto llamado bonding que se refiere al vínculo que se empieza a formar ya durante el embarazo. Sabemos que las mujeres que sufren depresión perinatal tienen más dificultades para imaginarse a su bebé, para conectar con él. Porque lo normal, cuando estás embarazada, es que ya empieces a imaginar cómo será tu hijo, lo sientas dentro de ti, lo visualices. Pero cuando estás deprimida, lo último que quieres es sentir. No quieres sentir nada. Y claro, eso también afecta profundamente.

«Los hombres también pueden sufrir depresión posparto»

—¿Y de qué manera puede repercutir a la relación con la pareja o incluso con la familia?

—Hay menos comunicación y contacto. Pero, piensa, que si tú ves a tu pareja que está mal, también te preocupas. Entonces es evidente que las parejas también se ven afectadas. De hecho, hay estudios que hablan de la depresión posparto paterna. Los hombres también pueden sufrir este tipo de depresión.

—¿Qué síntomas tienen los hombres?

—Es parecida a la de la madre. La prevalencia, por supuesto, es mucho menor, pero sí, también puede aparecer. Luego, aunque ellos no tengan depresión, ver a tu pareja tan hecha polvo con un bebé eso también pasa factura.

—¿Cómo es posible prevenir la depresión posparto?

—En aquella población que no tiene diagnóstico específico de depresión trabajamos lo que llamamos la psicoeducación. Explicamos qué es lo que te está pasando, cómo puedes mejorar y qué pequeñas cosas te pueden ayudar a sentirte mejor. Recuerdo que en los grupos explicamos qué era el maternity blues y luego las madres en el posparto nos lo agradecen porque eso les había llevado a no sentirse mal porque sabían que era algo que iba a pasar.

—Si no se trata la depresión posparto, ¿puede llegar a dejar secuelas?

—Sí, sabemos que en muchas mujeres la depresión se cronifica. Hay un estudio que indica que el 65 % de ellas tuvo su primer episodio depresivo durante el período del periparto. Recuerdo que la primera paciente que atendí en mi vida era una mujer con un trastorno depresivo mayor muy grave, y cuando hicimos la anamnesis descubrimos que el inicio de su depresión había sido en el período perinatal. Esa experiencia fue una de las razones por las que empecé a dedicarme a la psicología perinatal. Me impactó profundamente ver hasta qué punto podía pasar factura.

«Cuando tienes hijos puedes seguir haciendo muchas de las cosas que hacías antes»

—Por tanto, ante cualquier signo de alerta hay que pedir ayuda.

—Claro, porque, como ocurre con cualquier otro problema psicológico, las cosas no se resuelven solas. Sabemos que cuando una persona tiene depresión, ansiedad, trastorno obsesivo-compulsivo o cualquier otro trastorno, en general no suele mejorar por sí misma; al contrario, tiende a empeorar con el tiempo si no se trata.

—El apoyo de la familia en estos casos es primordial, ¿no?

—Sí, sí, absolutamente fundamental. Ya sé que esto a veces es un privilegio, pero muchas veces lo que más se necesita no es solo el apoyo emocional del tipo «no pasa nada» o «ya verás cómo te recuperas» sino ese apoyo instrumental: estar disponibles para ayudar de forma práctica. Por ejemplo, alguien que pueda quedarse con el bebé media hora para que la madre se pueda duchar. Porque cuando el bebé es muy pequeño, en los primeros días o semanas, a veces ni siquiera tienes tiempo para eso. Ese tipo de apoyo es fundamental para la prevención y para el bienestar emocional de la madre.

«La maternidad es, sobre todo, un proceso de adaptación»

—Es también muy importante que la sociedad tome conciencia de este trastorno, porque como decía al principio, es bastante frecuente.

—Sí, mucho más común de lo que imaginamos porque, en verdad, es algo que no se suele compartir. Por suerte, esto está empezando a cambiar. Llevo dedicándome a la psicología perinatal unos 15 años, y al principio, cuando hablaba de estos temas, la gente me miraba como diciendo: "¿Pero esta señora de qué habla?" Era algo poco conocido, poco investigado. Las universidades no prestaban atención, apenas había jornadas ni formación específica. Pero afortunadamente eso ha cambiado. Cada vez hay más interés, más jornadas, más profesionales implicados. Y en el fondo, estamos recuperando algo que nuestras abuelas ya sabían: cuando los hijos se criaban en grupo, en los pueblos, todo el mundo conocía a una madre que acababa de dar a luz, conocían sus necesidades, su cansancio, sus emociones. Era una forma natural de entender la maternidad y también la depresión posparto. Hoy en día, sin embargo, muchas mujeres viven en ciudades, en pisos donde se cierra la puerta y nadie sabe lo que ocurre dentro. Esa desconexión también tiene un coste. 

—¿Qué consejo daría a una mujer embarazada para prepararse emocionalmente al posparto?

—Creo que lo primero tiene que ver con el ajuste de expectativas. Ser realista con lo que te puedes encontrar. En general, las madres suelen estar muy centradas en el momento del parto. Y el parto, al final, es una situación médica. Te recuperarás antes o después. Pero lo que viene después es, sin duda, la parte más compleja. ¿Cómo te prepararías para una maratón? Físicamente pero también emocionalmente, intentando anticipar lo que va a venir. Es verdad que, si es el primer hijo, no sabes exactamente cómo será la experiencia, pero sí puedes prepararte entendiendo que la maternidad es un poco como el Yin y el Yang: tiene momentos maravillosos, pero también implica un coste. Tu calidad de vida va a cambiar, y tú no vas a ser la misma persona. Esto se lo explico mucho a las madres: cuando tienes hijos, puedes seguir haciendo muchas de las cosas que hacías antes, pero adaptadas. Por ejemplo, si te vas a París con un bebé de 10 meses, no puedes pretender pasar cinco horas en el Louvre. Pero sí puedes entrar y ver los cinco cuadros más importantes. La clave está en adaptarse. Y creo que eso es algo que hay que aprender: que la maternidad es, sobre todo, un proceso de adaptación.