
La publicación de un reportaje en National Geographic ha avivado el debate sobre el nacimiento del reino más allá de la leyenda
28 abr 2025 . Actualizado a las 10:45 h.De forma periódica retorna algún debate sobre los orígenes del Reino de Asturias, la 'reconquista', en esta ocasión por la publicación de un reportaje sobre los bellísimos parajes de Caín, en el corazón de los Picos de Europa, por parte de la revista National Geographic; y en el texto se declara la población como el lugar «donde un futuro rey iniciaría una rebelión que encendería la mecha de la Reconquista» y se cita su ermita de Corona, «donde se presume que se coronó a Pelayo» citando como fuente a Claudio Sánchez Albornoz.
Tomando como referencia su libro Orígenes de la nación española, afirma que allí «Pelayo fue investido rey y alentó a los concejos de Valdeón, Onís, Sajambre, Ponga y Áliva» para rebelarse contra los musulmanes a lo que derrota luego en la batalla de Covadonga. Este enfoque avivó después en publicaciones a uno y otro lado de la cordillera la pequeña griesca sobre las localizaciones del nacimiento del pequeño reino del norte a finales del siglo VIII. La cuestión es que más que centrarse en los episodios legendarios es el devenir de los territorios lo que define el origen verdadero de la monarquía asturiana, de una nobleza que se articula alrededor de esos Picos de Europa y que a finales del mundo antiguo, en el tránsito a la Edad Media, toma una decisión muy singular que marcaría el destino de esta historia.
Nunca sabremos cómo se llamaban los astures a sí mismos; sabemos que los llamaron así los romanos por el río Astura (hoy el Esla, en León) y que antes llamaron asturcones a sus caballos. En lo que hoy, en el presente, es Asturias, las fronteras al oeste y al este de ese pueblo estaban marcadas de forma natural por los ríos Navia y Sella. Pero con el transcurso de la romanización, el declive del imperio, el reino suevo y el afianzamiento de los visigodos, la identidad alrededor de la comarca alrededor de Picos de Europa se volvió más difusa.
Fue al hilo de la publicación del reportaje De Pravia a Oviedo: la guerra por el trono de Asturias y la piedra del laberinto, cuando hablé con el profesor Raúl González, de la Universidad de León quien hablando de los orígenes primeros del reino de Asturias apunta al territorio, con el nombre hoy perdido de Vadinia. Y era una comarca que en tiempos antiguos había sido contada entre los cántabros, pero en el derrumbe del reino visigodo apuesta decididamente por definirse como astur.
«El cambio de identidad vadiniense me sigue pareciendo uno de los mayores enigmas de la historia del reino astur. Los vadinienses eran en la antigüedad una comunidad política, una civitas, perteneciente al grupo de los cántabros, pero a comienzos del siglo VIII parecen definirse a sí mismos como astures»; explicó González quien indicó que el propio nombre de Vadiania se había perdido, pasó a ser luego Primorias, pero que es posible que quede un rastro en el topónimo de Benia de Onís.
La invasión musulmana de la península es también una enorme serie de pactos con noblezas locales, no siempre sin tensiones. En la Asturias del tiempo de Pelayo, apunta el profesor, el núcleo de poder de Gijón debió apostar por el pacto y el núcleo de Vadinia, alrededor de Cangas de Onís, por la rebelión, y es el que vence. Se reivindica como astur hasta tal punto que pese a que su principal alianza es con el dux de Cantabria, Pedro, la sede regia nunca irá al este, siempre hacia el oeste hasta terminar en Oviedo.
¿Qué pasó en Vadinia, por qué eligieron denominarse como astures? «El cambio solo tiene sentido si suponemos que ocurrió ya en época tardoantigua, cuando los poderes norteños deben afrontar la desaparición del poder romano en el noroeste hispano desde comienzos del siglo V y negociar una nueva posición frente a los reinos suevo y visigodo. En ese contexto la antigua Vadinia aparece como un actor político-ideológico fundamental en el norte peninsular, y seguramente participó junto a otros centros de poder transmontano en la redefinición del pueblo astur como sujeto político con fronteras diferentes a las anteriores».
En este sentido señaló que en la época final del imperio romano debió tener una notable influencia que en la cristianización de los habitantes de la comarca de Vadinia tuvieran mucho peso núcleos astures de León y Astorga; y así González insistió en que «los vadinienses eran cántabros que acabaron identificándose como astures al final de la Antigüedad. En época de Pelayo se verían a sí mismos probablemente como uno de los núcleos de tradición asturromana, aunque conservando un importante ascendente sobre los pueblos que todavía se consideraban cántabros».
De este modo y respecto a la evolución del reino indicó «son meras conjeturas, pero lo que está claro es que Vadinia tenía un peso político mucho mayor que los núcleos cántabros más al oriente: eso explica que, cuando a comienzos del siglo VIII triunfa la rebelión contra el poder islámico liderada por los vadinienses y los cántabros del dux Pedro, la sede regia se sitúa en Cangas de Onís, no más al este; y cuando el hijo del dux Pedro hereda el trono a la muerte de Favila se traslada él a Cangas, sin pretender asentarse en su núcleo originario de poder como hará más tarde Silo, que cuenta con el respaldo de una sede no menos venerable que Cangas, como era Pravia. Pero parece que los cántabros no contaban con nada parecido, y acabarán asumiendo también esa identidad astur que los vadinienses habían adoptado ya con anterioridad».