El niño de Cangas que es un referente en el tatami y en la vida: «Todos los días nos da una lección»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Diego Rodríguez tiene 10 años y sufre una discapacidad visual
Diego Rodríguez tiene 10 años y sufre una discapacidad visual

El pequeño Diego sufre una severa discapacidad visual. Pero, esta condición, no le impide romper barreras y ser invencible en el para-kárate. A sus 10 años es por tercera vez consecutiva campeón nacional de esta disciplina deportiva

21 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

La historia de Diego Rodríguez es digna de admirar. Este cangués de 10 años es todo un ejemplo de superación personal. A pesar de su corta edad, demuestra que en esta vida no hay más límites ni barreras que las que uno mismo se pone. «Todos los días nos da una lección porque nadie se puede creer lo que es capaz de hacer», dice orgullosa su madre. El pequeño se ha convertido además en un referente, sobre todo, para quienes como él no pueden contemplar con sus ojos la belleza del mundo que nos rodea. Es también un modelo a seguir dentro del mundo del deporte, ya que es el actual campeón de España de para-kárate. Un título que acaba de revalidar por tercera vez consecutiva y que lo consolida una vez más como un crack dentro y fuera del tatami.

Pero para cosechar tanto éxito, este niño asturiano ha tenido y tiene que hacer frente a un camino lleno de baches y obstáculos. Su realidad es distinta de la de la mayoría de individuos de nuestra sociedad. Como nació ciego, esta condición supone un gran desafío para desarrollarse como persona. Sin embargo, lejos de tirar la toalla, el pequeño ha convertido desde entonces cada contratiempo en una oportunidad para crecer. Aprendió a orientarse gracias a la confianza en sus otros sentidos pero, sobre todo, a creer en sí mismo. Y como jamás se da por vencido y lleva la voluntad por bandera, Diego rompe día a día barreras que parecen inquebrantables.

Diego Rodríguez es el actual campeón de España en la categoría juvenil de para-kárate
Diego Rodríguez es el actual campeón de España en la categoría juvenil de para-kárate

Aunque era un niño «esperado», su llegada al mundo no fue «nada fácil». Su madre tuvo un «buen» embarazo pero las cosas se complicaron en la recta final del mismo. «Diego no quería nacer», asegura Lucía, quien estuvo una semana con la bolsa rota hasta que los médicos decidieron realizarle una cesárea. Su primer llanto colmó de alegría a esta familia de Cangas del Narcea que cumplía el deseo de su única hija de tener un hermano. Al igual que el resto de recién nacidos, el pequeño tuvo que pasar unas horas en el hospital y tras ser sometido a una serie de pruebas fue dado de alta.

Una vez en casa todo iba sobre ruedas, ya que sus progenitores contaban con cierta experiencia en esto de la maternidad. Pero el idilio y la felicidad duró poco. Su madre empezó a darse cuenta de que no estaba teniendo un desarrollo normal y las preocupaciones comenzaron a invadir el hogar. «Le sacaba de la cuna y no parpadeaba; cuando le daba la luz no estornudaba y eso que su hermana era sacarla a la calle y empezar a estornudar; si le hablabas, sus ojos se movían muy rápido pero si no escuchaba la voz no se movían», recuerda Lucía, que decidió por tanto poner la situación en conocimiento de la pediatra. «Cuando le pregunté cuál era la edad a la que veían los bebés se quedó asombrada», confiesa.

Aunque en esta familia asturiana ya sospechaban qué podía pasar, no fue hasta que Diego ingresó, con solo dos meses, en el HUCA por tener fiebres altas cuando confirmaron sus temores. «El pediatra que nos atendió en Urgencias vio el problema que tenía y es que era ciego», dice su madre. A pesar de que el motivo de su ingreso era su temperatura corporal, los facultativos aprovecharon la ocasión para hacerle todas las pruebas pertinentes para que, al menos, fueran dados de alta con un diagnóstico completo.

«No quería ver a mi hijo vendiendo cupones»

«A los dos días de estar en el hospital se nos presentaron en la habitación el neuropediatra, la rehabilitadora, el oftalmólogo y los de la ONCE», relata. En ese preciso momento, a Lucía se le vino el mundo encima. «Ver ahí a los de la ONCE para mí fue lo más duro porque yo no quería ver a mi hijo vendiendo cupones. Aunque gracias a la venta de cupones, mi hijo cuenta a día de hoy todos los apoyos necesarios en el colegio. Pero, claro, en ese momento no lo sabes», señala con un pequeño nudo en el pecho. 

Hizo, no obstante, de tripas corazón y escuchó lo que los médicos le tenían que decir. Su hijo sufría nistagmo congénito —de ahí los movimientos involuntarios en los ojos—, déficit visual y un retraso madurativo. Como es normal en estos casos, Lucía y su marido no se podían creer el diagnóstico. Llegaron, incluso, a echarse la culpa. Pero, no les quedó más remedio que aceptar el mismo y «reaccionar». «Lo primero que pensamos fue: “Tenemos dos hijos y no nos podemos venir abajo. Él nos necesita pero quien más nos necesita es su hermana. Es la que quería tener un hermano y este vino con una sorpresa debajo del brazo”», afirma.

El matrimonio unió sus fuerzas y comenzó a remar en la misma dirección. Buscó todos los medios a su alcance para que Diego tuviera los apoyos y las terapias necesarias para poder desarrollarse. «Seguimos con las revisiones y al poco tiempo le diagnosticaron también albinismo ocular», cuenta su madre. Como esta condición que reduce o elimina la producción de melanina en el iris y la retina de los ojos «viene asociada a más patologías» precisaban realizar al pequeño un estudio genético.

«El problema es que esta prueba no la hacían en la Seguridad Social, así que buscando por internet, encontramos la Asociación Alba y a raíz de ahí pudimos hacer la prueba». El resultado de la misma arrojó que Diego sufría albinismo ocular de tipo 1 y, por tanto, su iris es casi translúcido. «Supimos también que su hermana y yo somos portadoras de este gen mutado», apunta su madre. Este diagnóstico permitió a esta familia de Cangas del Narcea resolver dudas pero también encontrar otras muchas soluciones.

«Sin tener informes médicos ni papeles oficiales no puedes acceder a ayudas ni a nada», asegura Lucía, antes de señalar que el pequeño tiene por tanto plaza reservada en el colegio público Alejandro Casona, el único centro de integración de su concejo natal. Recibe además apoyo especializado en Pedagogía Terapéutica (PT) y en Audición y Lenguaje (AL), aparte de contar con colaboración de una profesora de la ONCE, que trabaja para eliminar barreras y potenciar al máximo sus capacidades.

Andar en bicicleta es otra de las aficiones de este niño asturiano
Andar en bicicleta es otra de las aficiones de este niño asturiano

La visión que ahora mismo tiene Diego es la que tiene una persona a una distancia de ocho metros. «Ve todo desenfocado, sin luminosidad ni contrastes», dice su madre. Como padece albinismo ocular debe llevar gafas con filtros para así proteger la retina de los cambios de la luz. «Si no el sol puede dañarla aún más», apunta. Al sufrir además ceguera nocturna tiene que utilizar un bastón para poder desplazarse por la oscuridad. Pero, a pesar de estas limitaciones, el pequeño es «completamente» autónomo.

«Si tiene algún problema, él se las apaña para buscar la solución. No le cuesta tampoco socializar y eso que tiene asperger. Al principio lo llevaba al parque y no se relacionaba con los críos pero de tanto insistir y no dejarlo en casa, ahora va al parque solo. En clase también se relaciona con todos los compañeros, es uno más. Va incluso a los cumpleaños, cuando antes no lo podía ni llevar a una cafetería porque solo con el ruido de la máquina del café tenía que marchar», cuenta su madre.

El cangués Diego Rodríguez es el único asturiano que compite en para-kárate
El cangués Diego Rodríguez es el único asturiano que compite en para-kárate

Su discapacidad visual no le impide tampoco hacer deporte y mucho menos competir. Comenzó con el atletismo pero tras asistir a un entrenamiento de kárate se interesó también por esta modalidad deportiva. «Hicimos en junio de 2024 una campaña de sensibilización del albinismo y todos los clubes de Cangas del Narcea se sumaron. Su actual maestro, Francisco Martins, después del acto le invitó a ver un entrenamiento y cuando salió del mismo dijo que en septiembre se apuntaría. Pensaba que se le iba a olvidar porque no creía que por ver una sesión le iba a gustar, pero cuando empezamos el curso escolar me pidió que lo apuntase», relata su madre.

Durante aproximadamente un año, el pequeño practicó atletismo y kárate de manera alternativa hasta que finalmente se decantó por las artes marciales. «Era mucho el ejercicio que hacía y además como por las noches tiene problemas de visión, se le complicaba correr por el invierno». Comenzó, por tanto, a centrarse en la modalidad de lucha japonesa, una disciplina que no solo se adaptaba mejor a sus necesidades, sino que también le ofrecía un entorno más seguro y estructurado, donde podía desenvolverse con confianza y desarrollar todo su potencial.

El para-karate es una modalidad de kárate para personas con discapacidad. Se centran en el  kata , una antigua disciplina del kárate
El para-karate es una modalidad de kárate para personas con discapacidad. Se centran en el kata , una antigua disciplina del kárate

Poco a poco aprendió a vigilar su postura, realizar las diferentes técnicas y defenderse de cualquier ataque hasta que logró tener todo bajo control y comenzó a competir. Desde entonces y a pesar de su corta trayectoria, su palmarés es envidiable. En más de una ocasión se ha colgado el oro de la Liga Nacional, además de coronar el podio en las competiciones regionales. Recientemente se ha proclamado Campeón de España en la categoría juvenil de para-kárate, revalidando así un título que ya va tres veces seguidas que consigue. «Para mí es un orgullo muy grande, por eso estoy muy contento», reconoce Diego.

El secreto de su éxito, como él mismo asegura, está en entrenar mucho y siempre al máximo nivel. «Le dedico todo lo posible al kárate», afirma con convicción a sus 10 años. Ese compromiso implica un gran sacrificio, ya que, como cualquier otro niño de su edad, debe cumplir con sus responsabilidades escolares. El poco tiempo libre que le queda lo dedica a estudiar. Si no tiene muchos deberes, aprovecha para jugar al fútbol, andar en bici o tocar el piano. «Empezó hace dos años a tocarlo. Su amiga Merce le enseña. Como no lee bien las partituras, es todo de oído y se corrige a sí mismo», dice orgullosa su madre. 

En sus ratos libres, Diego Rodríguez aprovecha también para montar a caballo
En sus ratos libres, Diego Rodríguez aprovecha también para montar a caballo

Aunque tiene que renunciar a otras actividades típicas de su infancia, no le importa porque esto le llena. «Con el kárate ya soy feliz», dice con cierta madurez. «Me gusta todo de esta disciplina, pero lo que más me gusta es aprender katas nuevas», asegura. Esto a su vez es su «mayor reto» porque debe dominar técnicas que «nunca antes había hecho». Esos movimientos son los que perfecciona en cada entrenamiento que realiza. Y ya cuando se aproxima la fecha de una competición, bajo la supervisión de su maestro, Diego practica «todo» lo que podrá hacer sobre el tatami. «Siempre pienso que lo voy a hacer lo mejor posible y que todo lo que llevo entrenando va a valer la pena», confiesa.

En el momento que pone sus pies descalzos sobre esta especie de estera y se coloca el antifaz, a Diego se le remueven todos los sentimientos habidos y por haber. Me pongo nervioso y me dan ganas de terminar ya pero luego estoy feliz por haber llegado hasta ahí», reconoce. Ya en el momento que se cuelga una medalla, no cabe de sí en su gozo. Y eso que debería de estar acostumbrado a subirse al podio porque desde que comenzó a competir no para de recibir reconocimientos.

Su mayor sueño dentro de este deporte es poder conseguir el cinturón negro. «Es algo que tengo en mente», confiesa. Desea también que el kárate vuelva a ser considerado un deporte olímpico. «Si luego ya se da el caso, me gustaría conseguir una medalla olímpica», reconoce. Pero, «en verdad», lo que más anhela este joven karateca es que más niños se animen a competir en su modalidad. «A nivel nacional sí que hay muchos críos en para-kárate pero en Asturias no y claro cuando se hacen los juegos escolares o el campeonato de Asturias está solo», dice su madre.

Diego es, por el momento, el único niño asturiano que compite a nivel nacional en la modalidad de para-kárate, lo que lo convierte en un auténtico referente dentro y fuera del tatami. Su ejemplo ya ha comenzado a abrir caminos: tres niños con discapacidad visual han iniciado también su andadura en la competición, inspirados por su historia. «Tras recibir un premio de la ONCE, muchos padres se sintieron animados a que sus hijos dieran el paso a competir, ya que, aunque practicaban kárate, no todos se atrevían a participar en torneos», asegura Lucía. En esta disciplina, todas las modalidades —incluida la adaptada— compiten en un mismo evento, lo que convierte al kárate en un verdadero ejemplo de inclusión y respeto.