Así hablan los jóvenes que aún cazan en Asturias: «Me hacen comentarios como 'eres una asesina' o 'la caza no es necesaria'»

ASTURIAS

Cazadores asturianos de entre 20 y 30 años opinan sobre el creciente rechazo social de la cinegética y reivindican la tradición sin atender a las críticas: «Es mi deporte y lo voy a defender donde haga falta»
14 abr 2025 . Actualizado a las 05:00 h.La caza ya no es lo que era en Asturias. El mundo rural y sus tradiciones retroceden a vertiginosa velocidad mientras las redes sociales marcan las nuevas tendencias, especialmente entre la juventud. El perfil del cazador parece haber quedado anclado en la imagen de personas mayores con su arma al hombro y un perro fiel a sus pies. Sin embargo, una minoría de jóvenes asturianos siguen empuñando la escopeta cada temporada para mantener con vida esta disciplina en los diferentes cotos de la región. ¿Quiénes son? ¿Por qué lo hacen? ¿Cómo se sienten en un mundo que los mira con creciente desconfianza?
César Miranda, de 27 años y natural de Collanzo, es uno de los cazadores más jóvenes del Coto de Aller. Cuenta que se aficionó a la cinegética «a los 5 años» gracias a uno de sus primos. Como la mayoría de cazadores asturianos, practica principalmente monterías y recechos de jabalí junto al resto de sus compañeros de la Cuadrilla Miranda, a la que pertenecen varios miembros de su familia. «La caza es lo que más me gusta en el mundo, es mi afición máxima», subraya. El joven asegura que, en esta zona de Asturias, nunca ha sufrido ningún prejuicio o crítica respecto a su afición ya que «todos estos pueblos vivieron de la caza durante muchos años» aunque considera que en la actualidad, es una disciplina «con muy mala fama». «La caza es súper necesaria, es una forma de mantener limpio el monte, controlar la población del jabalí y ayudar a la ganadería», alega. «Es mi deporte y lo voy a defender donde haga falta. Hay que cuidar la tradición», sostiene Miranda. Además, en su caso, también se dedica a criar y adiestrar perros de caza, a los que considera una «parte fundamental» de esta disciplina: «La gente se cree que se les maltrata, pero ellos disfrutan muchísimo corriendo por el monte detrás de los jabalís».
A sus 32 años, Guzmán Fernández es otro de los jóvenes alleranos que aún muestran pasión por la caza, siendo además el jefe de la Cuadrilla Argüelles: «Soy jefe, pero no mando mucho», bromea. Fernández se define como una persona «de monte» y un aficionado de todo tipo de prácticas que tengan que ver con este entorno. «Empecé en la caza por el tema de los perros, luego saqué la licencia de armas», cuenta. «La gente cree que los cazadores vamos a matar a todos los animales que nos salen y no es así. Hay muchos controles, se necesitan permisos y se gasta mucho dinero», manifiesta, y subraya que la caza entra dentro del «respeto por los animales». Además, Fernánez elogia el clima de unión que existe entre las cuadrillas y entre sus compañeros cazadores: «Quedamos a comer o a cenar, tenemos mucho buen rollo y es una manera de desconectar y socializar». «Conoces nuevos sitios, creas amistades», asegura, al tiempo que anima a otros jóvenes a interesarse por la cinegética.

Un caso especialmente llamativo es el de Olaya Lastra. No solo por tratarse de una cazadora en una práctica tradicionalmente asociada a los hombres, sino también por su corta edad. Lastra, a sus 20 años, es una de las aficionadas a la caza más jóvenes de Asturias, un hobby que le vino de familia: «Yo empecé por mi padre. A los 9 años, me llevó un día por el verano con los perros a mover los jabalís, sin armas, y me gustó mucho», relata. Desde aquel momento, Lastra comenzó a acompañar a su padre en muchas de sus salidas al monte hasta que, el pasado año, se sacó el permiso de armas. «Para mí, ir a la montaña es disfrutar de la naturaleza, de los animales, de estar con los amigos. Dejas de pensar en cualquier problema», comenta.
«A la gente le sorprende cuando se enteran que cazo. Es raro ver a una chica cazando, pero yo ya apuntaba maneras desde pequeña», confiesa Lastra, quien recuerda que con solo 2 años ya veía monterías en la televisión con su padre. «A mí me hacen comentarios como "eres una asesina" y "la caza no es necesaria". Ellos tienen su punto de vista y yo tengo el mío», expresa, aludiendo a algunas personas de su edad que critican su afición: «Nunca me importó la opinión de los demás. Hago lo que me gusta». «Algunos dicen que estamos acabando con las especies, pero es todo lo contrario. No somos unos sanguinarios. Gracias a nosotros hay un control de plagas y posibles enfermedades», señala, incidiendo también en la importancia de los cazadores a la hora de «mantener las pistas forestales y los caminos». Lastra advierte también de la necesidad de que la gente joven se interese de nuevo por esta disciplina ya que «el día que nos falte la gente mayor, que lleva toda la vida cazando, no vamos a tener a nadie»: «Somos muy pocas personas para mantener los cotos», alerta.

Sergio Vior, quien se aficionó a la caza al ver a las cuadrillas organizar sus salidas en el bar que regentaba su familia, considera que en la sociedad «hay poca información» sobre esta disciplina: «No es ir a matar bichos, es un arte», afirma con seguridad. Vior, de 30 años, hace hincapié en el aspecto tradicional de la cinegética: «Antes la gente comía gracias a la caza, ahora se ve como hobby». «En el momento que cuelgas una foto en redes sociales con un animal muerto ya te pintan como una clase de persona que no eres», lamenta, aunque afirma que no repara en estos comentarios: «Algún mensaje faltoso recibo, pero me da igual que me critique gente que no sabe lo que es la caza».
Pese al descenso generacional y al creciente debate social en torno a su práctica, la caza sigue presente entre algunos jóvenes asturianos que la entienden como una actividad regulada, ligada al medio rural y a la gestión del territorio.