El enemigo invisible que sigue desafiando a la minería

Manuel Noval Moro
Manuel Noval REDACCIÓN

ASTURIAS

La mina de Cerredo
La mina de Cerredo

Con el paso de los años, las minas han desarrollado sensores y sistemas de ventilación y establecido protocolos que han reducido los accidentes, pero nunca son suficientes

03 abr 2025 . Actualizado a las 16:53 h.

El grisú ha sido siempre uno de los grandes peligros de la minería, origen de un montón de tragedias en las minas, y aunque desde hace muchos años existen medidas de seguridad y protocolos para minimizar su daño, sus características hacen que las medias que se tomen no sean suficientes para todos los casos.

El grisú es una mezcla de gases altamente inflamable, compuesta principalmente por metano en un 90% o 95%, que se libera de forma natural desde las vetas de carbón durante la extracción. Basta que se acumule entre un 5% y un 15% en el aire para convertirse en un gas altamente peligroso. Con una chispa, dicen que incluso con la electricidad estática de las personas, estalla y produce daños muy graves. Pero no solo es esto, si su concentración supera el 25% puede asfixiar a cualquier persona en unos pocos segundos.

El problema no es tanto su peligrosidad como su alta imprevisibilidad. Es difícil saber a ciencia cierta si puede haber grisú en determinadas vetas de carbón, lo que lo convierte en un gas muy peligroso. De un tiempo a esta parte, las minas se han equipado con grisuómetros, que son sensores electrónicos que alertan en tiempo real sobre la presencia de metano en las galerías. Además, hay sistemas de ventilación forzada que renuevan el aire y pueden diluir las concentraciones peligrosas Por otra parte, hay perforaciones de drenaje, con las que se libera el gas antes de iniciar la explotación.

A pesar de todo, el grisú no siempre es detectable. Por una parte, el metano puede permanecer acumulado en pequeñas fracturas y espacios a los que no alcanzan los sensores, y también liberarse de forma repentina a raíz de una caída de presión, lo que convierte en inútiles los aparatos de ventilación mecánica. Otros instrumentos para mejorar la eficacia preventiva son los modelos geológicos en tres dimensiones, los robots exploradores o los protocolos de inertización, que consisten en inyectar otros gases a las vetas para evitar la combustión. El problema en todos estos casos es que hay un fondo de incertidumbre en los conocimientos geológicos de todos los entornos mineros.

La normativa española exige que se clasifiquen las minas según su riesgo de grisú, y obliga tanto al uso de equipos antideflagrantes como al establecimiento de planes de evacuación y la formación continua en prevención a los trabajadores. Con todo, el grisú es un gas tan escurridizo que la seguridad nunca está garantizada al cien por cien. La confianza plena en las medidas con este material es, al menos hoy en día, imposible de conseguir. Lógicamente, con tecnología, planes de prevención y formación se pueden evitar muchos accidentes, pero siempre habrá un fondo de incertidumbre y, con él, un riesgo de que ocurran desgracias.