La joven agricultora Paula de Prado: «Hay personas que les chirría ver a una mujer bajándose de un tractor»

ASTURIAS

Esta andaluza de raíces asturianas se dedica en «cuerpo y alma» a cosechar aceitunas. «Es verdad que es un trabajo muy duro pero a mi me compensa porque me encanta», asegura la cordobesa, responsable de una finca de olivos con más de 41 hectáreas
13 feb 2025 . Actualizado a las 09:34 h.Hay una situación en nuestro país que preocupa y bastante y es el hecho de que no hay relevo generacional en el sector primario. Quienes se adentran en el mundo laboral o están en edad de emplearse rehúsan dedicarse a las labores del campo. Consideran que físicamente es un trabajo muy duro, además de requerir horas y horas de entrega, y al final ese esfuerzo no compensa porque económicamente la actividad no resulta rentable. Es principalmente por este último motivo por el que la mayoría de los jóvenes prefieren tener otra profesión. Pero, no todos toman esta decisión.
Todavía hay jóvenes que apuestan por ser agricultores. Es el caso de Paula de Prado. Esta cordobesa de raíces asturianas se dedica en «cuerpo y alma» a cosechar aceitunas para que así en los estantes de los supermercados y las demás tiendas de alimentación haya aceite de oliva virgen extra, la principal grasa usada en la dieta mediterránea y la base de que este plan alimentario sea modelo en todo el mundo. A sus 34 años, la que es nieta de un llanisco mantiene así con vida la tradición familiar y trabaja duro para que las tierras de sus antepasados no se echen a perder.
Esta andaluza siempre tuvo claro que quería dedicarse a las labores del campo. De pequeña cada vez que podía acompañaba a su ya fallecido padre hasta los olivares de su abuelo, dado que era el responsable del cultivo de estas tierras. No le importaba pasar toda la tarde entre cientos de ejemplares de este árbol de hoja perenne, mientras que su progenitor realizaba las tareas que competen a un ingeniero agrícola, ya que gozaba de estar en contacto con la naturaleza. Disfrutaba también observando cómo los empleados de quien fuese su mejor maestro ponían a punto cada olivo. «Me llamaba mucho la atención ver cómo trabajan», asegura con cierta nostalgia.

En su etapa adolescente se reafirmó en la idea de que lo suyo era trabajar la tierra. Había iniciado en Córdoba unos estudios pero como no tenían nada que ver con la agricultura no le generaban ni un ápice de interés. Después se fue a vivir a Madrid, en busca de un futuro laboral, pero más pronto que tarde se dio cuenta que necesitaba estar en contacto con la naturaleza, sobre todo, con los olivos que la vieron crecer. Decidió por tanto hacer las maletas y regresar a su Baena de sus amores.
Asentada de nuevo en su localidad natal, comenzó con 21 años a trabajar como peón agrícola para distintos productores de la región. Desde entonces no ha dejado de emplearse en el campo. «Es verdad que es un trabajo sacrificado, muy duro, sí, pero a mi me compensa porque me gusta mucho lo que hago. Es que me encanta», dice la joven andaluza. No hace falta ni siquiera que jure que su vocación es ser agricultora porque se le nota al hablar que siente más que pasión por cultivar la tierra. De hecho, puede tirarse horas y horas hablando de todo lo bueno que tiene esta profesión, por desgracia tan poco valorada en nuestro país.

Tras conseguir una amplia experiencia dentro del sector, quiso convertirse en su propia jefa. Se puso para ello al frente de las tierras que eran de su abuelo, unos terrenos que llevaban al menos «seis años» abandonados. Dado el estado en el que se encontraban los olivos, digamos que Paula ha tenido que empezar prácticamente de cero. Durante dos intensos años ha hecho todo lo posible para «sacar adelante» cada uno de los ejemplares que hay plantados en las 41 hectáreas que lleva en arrendamiento.
Su primera campaña de recolección
Se ha pasado horas y horas podando, quitando ramas secas, desinfectado… para poder conseguir la que es su primera cosecha. «He tenido más cosecha de la que me esperaba. Saqué más de 41.000 kilos, sé que no es nada en comparación con lo que daban estas tierras cuando trabajaba como peón, pero para ser mi primera campaña de aceitunas estoy muy contenta, es algo con lo que soñaba desde hace años», dice orgullosa. Y no es para menos, porque ha visto recompensado todo el sacrificio que ha tenido que hacer en estos dos últimos años para que los olivos «volviesen a responder».
Hay que tener además en cuenta que el cambio climático está afectando a la floración y el desarrollo de los frutos de estos árboles. «A día de hoy cuesta muchísimo más sacar la producción de aceite porque a los olivos les cuesta dar frutos porque llueve menos», asegura Paula, antes de explicar que un agricultor puede tratar los árboles«de mil formas», pero al final «es necesario que llueva» para poder tener cosecha. «Y eso ya no depende de nosotros», confiesa.

A diferencia de otros agricultores de la zona, esta joven con raíces asturianas ya ha terminado la campaña de recolección de la aceituna y ha vendido la misma a una cooperativa de la zona. Ahora centra sus esfuerzos en tratar cada uno de los olivos y prepararlos para la siguiente producción. Entre tanto, comparte su día a día en redes sociales para enseñar cómo es realmente trabajar en el campo. Al mostrar públicamente esta faceta suya sin filtros y con naturalidad ayuda a visibilizar el papel que desempeña la mujer en el mundo rural.
«Tenemos todavía por delante muchísimo trabajo que hacer para cambiar esa mentalidad antigua. Aunque las mujeres siempre han trabajado en el campo, nunca han tenido esa visibilidad como han tenido los hombres», manifiesta Paula, quien ha vivido ya momentos incómodos por haber quien la juzgue por el simple hecho de ser mujer y agricultora. «Muchas veces he tenido que lidiar con comentarios del estilo: “¿Cómo es posible que una mujer lleve una finca de olivos?», lamenta esta joven que a sus 34 años ha demostrado que sí se puede.

Para hacer ver que la agricultura no entiende de géneros, en toda la campaña de recolección de las aceitunas ha tenido trabajando a mujeres. «Los hombres así más cerraíllos de mente me decían: “¿Pero, cómo es posible? “ Pues sí, es posible. Lo que pasa es que tienes que darle a la mujer ese empoderamiento, que ella vea que es capaz de hacerlo, aunque eso lleva su tiempo», asegura, antes de señalar que también «hay personas que les chirría un poco ver a una mujer bajándose de un tractor».

Este tipo de comentarios, completamente fuera de lugar, al principio le afectaba seriamente. «Cuando empecé a subir vídeos y vi que recibía críticas, sobre todo cuando me mostraba con la maquinaría, recuerdo que me hacían sentir mal. Me afectaba muchísimo hasta el punto de preguntarme a mí misma dónde me estaba metiendo», confiesa. Pero gracias a esa valentía que tanto la caracteriza, ha aprendido a hacer de oídos sordos y ya no le da importancia a estos mensajes que lo único que buscan es fomentar el odio.
Mucho más que «influencer rural»
Tuvo que «trabajar mucho» su autoestima para no tener que tirar la toalla y seguir mostrando el día a día en el campo. «Para mí es un orgullo hacer este tipo de contenido porque no es un contenido vacío. Al contrario. Ayudar a visibilizar y ver que otras mujeres también muestran su trabajo con tanta naturalidad, a mí es algo que me remueve mucho por dentro. Al final la mujer ha estado siempre más atrapada en ese aspecto y es como: “Qué guay que poco a poco se vaya cambiando la mentalidad y seamos más”», resalta orgullosa por romper así barreras de género.

Aunque el campo la tiene enamorada, su corazón pertenece a una pequeña persona que apenas levanta cinco palmos del suelo: su hijo. Paula es madre de un niño de cuatro años y este es quien al final marca el rumbo de su vida. Esta andaluza con raíces asturianas hace todo lo que sea, como cualquier otro progenitor, para que a su retoño no le falte de nada. Hay veces que no le queda más remedio que llevar a su hijo a la finca para no dejar tampoco desatendidos los olivos.
«Muchas veces me lo traigo e incluso me echa una mano… y eso que es muy chico pero es que lo lleva dentro», asegura la joven que tiene además que esas dos facetas suyas —la de ser madre y agricultora— con la de creadora de contenido. «Es un poco complicado pero al final me voy amoldado. Es verdad que hay días que llego súper cansada de estar en el campo, pero no puedo parar porque me toca ser madre y después me toca hacer las cosas de casa. Hay veces que hasta tengo que trabajar por las tardes, sobre todo si se trata de reparar la maquinaria. Pero bueno, como lo de hacer vídeos es algo que yo he escogido, tengo que ser consecuente con todo lo que eso conlleva», asegura.
Sus metas en la vida
Si hablamos de futuro y de propósitos, Paula sueña con tener su propia marca de aceite. Pero para cumplir este deseo primero tiene que aumentar la producción e incorporar más maquinaria. «Este año al haber sido el primero lo hice todo de forma más sencilla pero quiero mecanizar todo un poco más», asegura la joven, antes de señalar que volverá a contar con mujeres para la campaña de la recolecta. Lo voy a volver a hacer igual porque es que me ha merecido la pena», afirma.
Mientras tanto seguirá restando los días para hacer con el resto de su familia una escapada a la tierra natal de su abuelo materno como acostumbra a hacer. Esta cordobesa lleva visitando Asturias desde que era «bien pequeña». No hay año en el que no se meta casi 900 kilómetros entre pecho y espalda para estar en la que considera su «segunda casa».

«Es una pena porque nos pilla súper lejos, está a la otra punta de España, y no podemos ir todo lo que nos gustaría pero cada vez que vamos compensa», asegura, antes de confesar que la región es su lugar de descanso favorito: «Es mi zona de desconexión», dice.
Es por esta razón que tras pasar unos días en Llanes regresa a Baena «llorando». «Asturias no tiene nada que ver con Andalucía, para nosotros es el paraíso», resalta. «Después venimos aquí y sí, somos andaluces, pero es que nos duele porque allí lo tenemos todo. Tenemos a nuestro abuelo enterrado, mi madre tiene allí a su familia, conocemos a los vecinos del pueblo... », apunta con los ojos «aguados».
Le resulta inevitable emocionarse porque para ella el Principado es mucho más que un territorio. «Cuando la gente va por recomendación mía y me dice: “¡Qué guay, es que Asturias es una pasada!” siempre respondo: “Es que te lo estoy diciendo, si es que eso es otro mundo. Es una pasada. Es es un tesoro”», resalta orgullosa de la tierra en la que nació y se crio su abuelo materno hasta que decidió afincarse en Andalucía por amor. Una región que la joven cordobesa lleva «muy dentro».
Si tuviese que dar un consejo, lo tiene claro: «Tú tienes que tirar siempre pa'lante, tener tu objetivo fijo porque al final acaba saliendo. Si es realmente lo que quieres, lo sacas. A las mujeres les digo que sí, que somos capaces. Se puede, solo es cuestión de creérselo y de no hacer caso a la gente».
Y el mejor consejo que le han dado a ella: «En el campo en la vista la que trabaja». «Yo siempre miraba todo y me quedaba con todo. Gracias a observar muchísimas cosas todo lo que hoy sé, en parte, es por eso. Tú puedes tener muchísima fuerza pero lo que vale realmente en el campo es la maña», asegura.