La fuerza de un «fenómeno» de barrio en la élite de la UFC: «Antes me daba igual morir en el octágono, pero ahora me esperan fuera»

ASTURIAS
El gijonés Joel Álvarez, criado en el Polígono, combina su faceta de padre con el estrellato en las artes marciales mixtas: «Estuve a punto de dejarlo todo, pero me dijeron que había nacido para esto»
28 ene 2025 . Actualizado a las 19:10 h.«Algunos me dicen que qué hago entrenando en el Tibet, en Gijón, que tendría que ir a Estados Unidos. Me acuerdo cuando peleé con Thiago Moisés y me dijeron que él estaba haciendo sparring con Dustin Poirier. Bueno, pues nada, pensé. Y les pasé una foto de Borjina, con el que me estaba preparando yo. Gané por KO en el primer asalto. Les dije: Poirier no se va a pegar por ti, te vas a pegar tú y cuando estemos ahí arriba no te va a salvar ni él ni nadie». La anécdota la cuenta —café en mano e instantes antes de comenzar su rutina de entrenamiento— Joel Álvarez, «El Fenómeno». Desde Gijón, criado en el barrio del Polígono, a convertirse en toda una estrella de la UFC. Se define a sí mismo como «un tío aplicado y con una mentalidad muy fuerte». Una mentalidad, dice, que no va con los tiempos: «Ahora ves en Instagram que todos van a ser campeones de UFC. Yo no vendo eso en redes, no me hace falta. Mi mentalidad se ve claramente en mis estadísticas: 22 victorias y 22 finalizaciones».
Confiesa que a nivel profesional le gusta que le llamen así, «El Fenómeno». Un nombre que le pusieron a nivel popular en sus inicios por lo de «esti guaje ye un fenómeno» y con el que ahora abandera a Asturias y a España en lo más alto de las artes marciales mixtas. Joel va por un lado: el padre, el amigo, el familiar. «El Fenómeno» va por otro: el luchador. Antes de vestirse de corto y empezar el día con Borja Álvarez —su entrenador principal y el dueño desde hace casi 26 años del Centro Deportivo Tibet, en Gijón— Joel entra en su campamento base, donde pasa más de cinco horas diarias. Todos lo saludan, de pequeños a mayores. El trato, cuenta, es el que a él le gusta y con el que se siente cómodo: «Los míos me refuerzan mucho. Mi gente es la misma desde que empecé al gimnasio con 18 años y mis amigos son los del barrio desde hace más de 20. Eso sí que no lo cambio por nada. Mi círculo es mi círculo y es lo que me da la confianza y la mentalidad que tengo». Un entorno, asegura, «sincero y que no me toca las palmas»: «Son la gente que me desea el bien, sin interés ninguno para ellos. Hasta donde llegue voy a llegar con ellos».
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Por otro lado está «El Fenómeno»: el peleador, un tipo duro y violento dentro del octágono. Son ya nueve peleas en UFC y un récord de 22 victorias y tres derrotas en 25 combates. Tras la última —el 14 de diciembre de 2024 en Tampa (Estados Unidos) ante Drakkar Klose— se coló entre los 15 mejores del mundo en 155 libras (70,3 kilogramos). Sin embargo, el camino hasta llegar ahí no fue fácil. «Yo lo iba a dejar, no me veía con fuerzas. Antes no era como ahora, que hay amateurs que ya cobran bien. Estamos hablando de que por peleas internacionales igual te pagaban 500 euros... a dónde vas con eso», cuenta. Pero hubo un momento en el que cambió radicalmente su forma de ver las MMA: «En una semana tenía una pelea en Suiza. Ya llevaba un récord de 8-1, pero no se veía como ahora, que con eso eres una súperestrella. Un buen amigo me dijo que yo tenía otra chispa, que había nacido para esto. Pasó una semana y gané por KO al suizo en 33 segundos». De ahí dio el salto a la compañía española de artes marciales mixtas AFL, donde peleó hasta seis veces antes de dar el gran salto a la UFC: «Antes de pelear por el cinturón de AFL ya me llamaron de la UFC. Les dije que no porque quería pelear por el cinturón (frente al italiano Radu Maxim). Me arriesgué mucho porque en esa pelea, el que ganara, estaba claro que subiría a UFC. Podría haberles dicho que sí y no pelear, pero lo pensé mejor. Quería demostrar que si estaba allí era por grandes cosas».











A los meses, la UFC se volvió a poner en contacto con su representante. Querían que peleara en tres semanas: «La verdad es que se te echa todo el mundo encima. No te llaman para pelear en dos meses, claro. Te llaman por un reemplazo de última hora y aceptas». En ese momento ya estaba en un punto inimaginable años atrás: «Si el Joel de antes viera al Joel de ahora no se lo creería». Se crió en el barrio gijonés del Polígono, en casa de sus abuelos por la ausencia de sus padres. «Tuve una infancia y una adolescencia maravillosa, en el barrio. Antes llegabas a casa del colegio, comías y rápido ya bajabas o te picaban los colegas. Pasabas la tarde en la calle, ibas al parque a jugar al fútbol, con las bicis...», recuerda con una sonrisa. Fue al colegio público Evaristo Valle y después al IES Rosario de Acuña. «El instituto no lo terminé. Lo saqué más tarde por la escuela de adultos. Aun así tengo un buen recuerdo. Guardo buenas amistades todavía de esa etapa», asegura.
Desde muy joven, Álvarez tuvo que sacarse las castañas del fuego. Primero jugó a fútbol, donde llegó a liga de empresas. Sin embargo, lo que a él siempre le motivó fue el deporte de contacto, con el que empezó con más de 18 años. «Podía ver un partido de fútbol con mi abuelo, pero a mí lo que realmente me llamaba la atención era cuando ponía Eurosport y estaban con boxeo o kickboxing. Veía con mi primo las peleas callejeras de Kimbo y la UFC de aquella. Luego empiezas a salir por ahí con los amigos, te metes en tus primeras peleas en la calle y la verdad que me llamaba mucho la atención lo de pelearme. Mis amigos y yo jugábamos por entonces a una demo en la consola del juego de la UFC y recreábamos las llaves en casa. De ahí ya me apunté al Tibet para ver cómo funcionaba de verdad todo esto de las peleas», explica.
De la construcción y el mundo de la noche a estrella de la UFC
Como todos los inicios, los suyos no fueron fáciles. Tras dejar el instituto se puso a trabajar. Estuvo año y medio en el sector de la construcción y en época de vacas flacas comenzó a entrenar en el Tibet mañana y tarde: «Mejoraba el doble de rápido, claro. Pero tenía que ingresar dinero de alguna manera. De vez en cuando te salía algún trabajín y los fines de semana los hacía como portero de discoteca. Me buscaba un poco la vida, se puede decir. Vivir todo esto sin tus padres te hace más fuerte. Lo sencillo es tener esa base y dedicarte a lo que te gusta con la seguridad de que si te caes vas a tener un colchón debajo. Yo eso no lo tenía y para mí nunca hubo un plan b. Lo hacía todo con el doble de ganas y me hice hombre mucho antes de lo normal». Joel Álvarez es el menor de tres hermanos. Le sacan 12 y 14 años: «Ellos tenían su vida, su familia y nunca me gustó colgarme de nadie».
«Antes siempre decía que me daba igual morir ahí arriba, pero ahora no. Ahora tengo a alguien que me espera fuera»
«El Fenómeno» recuerda «como si fuera ayer» su primera pelea de MMA: Fue en 2012, en San Sebastián: «Era un torneo que se llamaba Invictus, estilo pirámide. Recuerdo que fueron cuatro peleas en un día y lo gané siendo el más joven. No tenía miedo a pelear, todo lo contrario. A día de hoy es algo que todavía tengo en la cabeza cuando salgo a pelear, siempre digo que voy a lucirme. Conozco mucha gente que sufre y lo pasa mal, pero no es mi caso. Cuando llega el momento simplemente confío en todo lo que he hecho hasta ese momento, no suelo dudar. Soy un tío que no falla un entreno y con una mentalidad fuerte a metas cortas. Si me preguntas ahora, ¿te ves campeón de la UFC? Te digo que no. ¿Si se diera una lucha por el cinturón me veo ganándolo? Sí. Pero no te voy a decir ahora que me veo campeón porque pienso pelea a pelea».

«El Fenómeno» es un tipo duro, pero Joel Álvarez es padre desde hace un año y cuatro meses de una niña llamada Mía. La paternidad, confiesa, «lo ha cambiado todo» y es imposible no pensar en ella dentro del octágono: «Lo es todo para mí, es mi mayor ilusión. Ha hecho que vea todo esto como un trabajo que me da facturación para darle una mejor vida el día de mañana. No quiero que pase por lo que yo pasé. Quiero que aprenda a caminar sola, sí. Pero que tenga ese colchón que yo no pude tener». «Antes siempre decía que me daba igual morir ahí arriba, pero ahora no. Ahora tengo a alguien que me espera fuera. Ser padre me ha hecho ser más frío en el octógono y tomar decisiones más maduras al pelear. Creo que me ha mejorado como luchador», confiesa.
¿Qué viene por delante?
La mente de Joel «El Fenómeno» Álvarez ya está en el peso wélter, en 170 libras (77.1 kilogramos). Tendrá una última bala en el peso ligero antes de subir de categoría. Aún no sabe contra quién será, pero sí sabe que tendrían que ofrecerle «algo muy jugoso» para seguir compitiendo en 70 kilos: «Se podría dar una pelea con alguien más arriba del ranking que yo y luego me lanzasen contra alguien del top de arriba. Si me ofrecieran algo así, sí merecería la pena mantenerse en ese peso porque igual en tres o cuatro peleas podría luchar por el cinturón».
Si no, la opción que baraja y en la que ya se ve pasa por subir de peso, sobre todo por los recortes: «Ahora hago recortes de peso de unos 15 kilos y es lo más jodido de este deporte. Pelear lo tienes normalizado, lo hago todos los días, pero esto no. Trabajo con David Rojas, el mejor nutricionista deportivo de España, y es él quien me controla todo. Me va quitando cantidades y la última semana es cuando pierdo más de cinco kilos de golpe. Deshidrato el cuerpo de una manera muy fea. Las consecuencias ahora no las noto, pero está claro que me pasarán factura». «De subir a wélter quiero hacerlo bien, que no sea solo por la comodidad de no bajar menos kilos. He entrenado con mucha gente del peso de arriba y me noto bien de fuerza y, además, seguiría siendo de los más altos. A nivel mental ya me veo ahí», asegura.