Francisco Álvarez-Cascos, el viaje político a ninguna parte

ASTURIAS

F. Sotomonte

Desde sus inicios como concejal en Gijón, hasta la vicepresidencia del Gobierno, la trayectoria del político ha estado marcada por los enfrentamientos y las escisiones

12 ene 2025 . Actualizado a las 05:00 h.

En la antigua sede de IU en la plaza de América de Oviedo (una sede que la coalición le disputó en los tribunales y también a tortas, literalmente, al partido comunista, pero esa es otra historia) se guardaba hasta bien entrado el nuevo siglo un cartel original de algunas de las primeras elecciones democráticas en España, era de hecho un cartel de Alianza Popular para las municipales de Gijón con el rostro de un joven Francisco Álvarez-Cascos advirtiendo de los riesgos del divorcio. 

El cartel estaba allí para la mofa de militantes y visitantes porque por aquellos tiempos el dirigente conservador iba ya, o casi, por su segunda separación. Pero era también una señal de la longeva trayectoria política de Álvarez-Cascos, que ya era concejal en Gijón en el año 1979, nada menos. Desde entonces hasta el presente no sólo ha ocupado todo tipo de cargos orgánicos e institucionales, es que lo ha hecho a lomos de una sucesión de formaciones políticas en una cabalgata sin freno hasta el juicio por apropiación indebida que afronta estos primeros días de 2024 y tras una denuncia además desde el partido que fundó poniendo como siglas las iniciales de su nombre.

Cascos llegó a ser presidente de Asturias siendo pionero en una táctica del populismo contemporáneo, se presentó como alternativa a una supuesta conjura de élites locales cuando en realidad es una de las figuras más veteranas de la política regional desde primera hora. Fue incluso miembro del ente pre autonómico del Principado y desde 1982, las primeras elecciones que ganó el PSOE, tuvo asiento en Madrid como senador.

Lo cierto es que su salto a la política nacional ya fue precoz, aunque compaginó su puesto de diputado autonómico y senador hasta 1986, desde que fue elegido para el Congreso su foco se centró en el plano estatal y pronto tuvo responsabilidades orgánicas en el grupo hasta la transformación al Partido Popular donde se convirtió en la mano derecha y de hierro de José María Aznar en su carrera a la Moncloa. Fue el tiempo de los juegos de palabras en los que se le llamaba «general secretario» más que secretario general del partido por la forma en la que impuso disciplina interna y no le fue mal, una maquinaria electoral que logró su objetivo de llegar al Gobierno de España. Cascos sería el puño interno del PP durante toda la década de los 90 y todas las veces que fue necesario dejarlo claro lo hizo.

Si su poder orgánico era inmenso el político que tuvo con la llegada a la presidencia de Aznar no lo fue menos. Vicepresidente en la primera legislatura y ministro de Fomento en la segunda, la ocasión no podía ser más propicia para presentarse en la comunidad como el conseguidor definitivo, la mano que nunca se ha de morder. Flirteó con descaro con la idea de ser una reencarnación de Jovellanos en la modernización de Asturias en el cambio de siglo. Pero si Cascos pudo poner muchas primeras piedras costó mucho, a veces demasiado, que se pusieran la segunda, la tercera, y el resto hasta la definitiva. La Autovía del Cantábrico pasó un calvario en los tribunales, como ministro de Fomento fue quien aprobó prorrogar el peaje del Huerna hasta el año 2050, y si dio inicio a las obras de la Variante de Pajares, los trenes no pudieron cruzar hasta el año pasado; por múltiples motivos, demoras, sobrecostes, retrasos, pero también y de forma crucial por su empeño personal en rediseñar y cambiar la línea cada vez que estaba al alcance de su mano.

Los primeros años como vicepresidente parecían augurar una edad de oro para el conservadurismo asturiano que, contra todo pronóstico, se terminó convirtiendo en un encadenamiento de lustros de escisiones y guerras a muerte en este espectro ideológico en la comunidad. Y en todos fue protagonista Francisco Álvarez-Cascos.

De Marqués a Foro

La ola conservadora de mediados de los 90 hizo que Sergio Marqués se convirtiera en el primer presidente del PP de la historia de Asturias. Con el mismo partido en el gobierno de la comunidad y el del estado no había razones políticas, ni tampoco sociales de ningún tipo para que no hubiera una colaboración plena, pero por diferencias internas entre Marqués y Cascos, llegando a romper su amistad personal, y en un enroque que pilló más de uno con el pie cambiado, ese primer ejecutivo conservador de Asturias estalló por los aires. Sergio Marqués fundó su propio partido (Unión Renovadora de Asturias, URAS) y Cascos dijo entonces que prefería partido sin gobierno que gobierno sin partido, pocos se los recordarían el día en el que dejó el PP para fundar Foro.

Pero entre ambos giros de la veleta, Cascos tuvo tiempo de mantener más pulsos y peleas, llegado el 2000 dejaba la secretaría general cada vez más descontento, no se veía con sitio en la etapa post Aznar (que se decantó por Rajoy aunque pudo hacerlo por Rato) y además su reputación se había visto mermada por su actuación durante el hundimiento del Prestige, cuando en plena catástrofe ecológica se fue de cacería. En 2004 anunció que dejaba la política; a pesar de ser una decisión personal la anunció en una rueda de prensa convocada en la sede de la Delegación del Gobierno en Asturias y acompañado de los hijos de su primer matrimonio.

El Cascos del siglo XXI se divorció, seguramente para asombro del Cascos de los 70 que era concejal en Gijón, y no una sino varias veces. De algún modo también se fue divorciando más y más de su partido y en concreto de los dirigentes de Asturias y de Gijón, llegando a cambiar su ficha de militante de la villa a Madrid. Inició entonces un periplo personal pero sin llegar a separarse definitivamente de la política.

Al final de la primera década de los 2000 se olía el clima de cambio en el ambiente, el estallido de la Gran Recesión y la burbuja inmobiliaria arrastró millones de empleos y muchos suelos que se creían sólidos en la política dejaron de serlo. Cascos no dejó de ofrecerse como candidato del PP para presidir Asturias desde 2009 y cada vez con menos sutileza. Hubo un momento en que pareció que las piezas podrían encajar pero terminó chocando con el auténtico poder del PP en Asturias entonces, quien de verdad tenía poder sobre unos presupuestos, que era el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo. Y el choque fue un mini big bang regional.

Cascos dejó el PP con un portazo, fundó Foro Asturias de Ciudadanos (FAC), como las iniciales de Francisco Álvarez-Cascos, y lanzó una guerra relámpago política para hacerse con la presidencia de Asturias en 2011 que le llevó sentarse en el sillón de Suárez de la Riva, aunque no por mucho tiempo. La estrategia de esa escisión fue brillante en un momento en el que acababan de nacer las redes sociales, su página de Facebook marcó mucha agenda en el primer semestre de ese año, las bajas en el PP para pasarse a Foro nunca eran en bloque sino un goteo diario que garantizaba un titular por jornada. Supo guiñar el güeyu al asturianismo menos afilado hablando de Asturias como «país» y hasta coqueteando con la oficialidad si un día se daba «el consenso». Y no pocos se dejaron seducir.

Las elecciones fueron en mayo, en el primer mayo tras el 15M, con un clima de furibundo movimiento popular de rechazo a los partidos tradicionales. Cascos llegó a presentarse como un outsider contra el «pacto del duernu» que supuestamente tenía aliados al PP y PSOE para repartirse el Principado y la alcaldía de Oviedo (donde estaba su archienemigo del momento, De Lorenzo), había gente que hacía bromas con FAC-IU (fuck you) como alternativa. Y ganó los comicios. 

El Foro de Cascos fue el partido con más escaños aunque no ganó el voto popular, pero logró desbancar a los socialistas (en el primer intento de Javier Fernández) y formó gobierno en solitario, ante un parlamento en pie de guerra, con un enfrentamiento sin tregua con el PP y sin aliados. Ni encontrados ni tampoco buscados. El gobierno de Cascos fue un ariete contra todo desde el primer día. Formado por una mezcla de leales incondicionales y amateurs arribistas, no fue capaz de tejer el más mínimo acuerdo ni parlamentario ni presupuestario. Con una amenaza de intervención de las cuentas desde el Estado (lanzada por el ministro Cristóbal Montoro con el PP ya en la Moncloa de nuevo) y apenas habiendo cumplido un año como presidente de Asturias, adelantó los comicios y los perdió.

Todavía aguantó una legislatura en el parlamento asturiano en la oposición, con Foro fuerte en Gijón, pero los distintos comicios, en las europeas y generales, le fueron mostrando que el camino ya no iba a tener un final triunfal. Dejó la Junta y nombró a Cristina Coto (una exmilitante del PP, que luego fue a Foro, y luego a Vox, hasta que también terminó a mal) como presidenta títere pues él seguía siendo el poder indubitado en la sombra y a las claras también. En ese tiempo hubo alejamientos y acercamientos con el PP, Pablo Casado llegó a elogiarlo en un mitin en Asturias como vieja gloria y tanteó un regreso del hijo pródigo que nunca llegó a producirse.

Porque aunque Foro y PP llegaron a concurrir juntos a los comicios generales nunca lo hicieron ni en las autonómicas ni en las locales, la apuesta del partido ya era casi municipal sobre todo centrada en Gijón donde Carmen Moriyón encadenó dos mandatos como alcaldesa. La pasada legislatura Foro logró dos escaños, uno para Adrián Pumares y otro para Pedro Leal, sólo era el principio de una nueva escisión.

Quizá Cascos llegó a pensar en dejar la política de verdad y luego se arrepintió, quizó calculó que Foro obtendría menos representación de la que tuvo y luego se arrepintió, pero cuando quiso reclamarle el poder real a Carmen Moriyón como presidenta del grupo se encontró una resistencia blindada. Cascos terminó expulsado y denunciado por apropiación indebida, en un juicio con acusaciones graves y a la vez estrafalarias, por el monto de dinero que se movió y por las compras (de calzado a hoteles o entradas para el tenis) que cargó como gastos del partido. Ese caso está en pleno juicio.

Pero no sería la última jugada política de Cascos: aún en el año 2022 y para presentarse a las últimas elecciones autonómicas, sus afines, y entre ellos Pedro Leal, crearon el último partido del político con más vidas de Asturias: Suma Principado. Logró 1.094 votos.