Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía: «Espero que sirva de revulsivo en Asturias y pueda conectar a la gente»

Manuel Noval Moro
Manuel Noval Moro REDACCIÓN

ASTURIAS

Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía
Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía

«Hay que tener un componente de tradición, de destreza que tú aprendiste de la gente que viene de atrás, y al mismo tiempo seguir evolucionando; es una búsqueda constante»

22 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A los cinco años, Raúl Rodríguez Arias ya jugueteaba con el barro, una materia que ha marcado su trayectoria vital. Varias décadas después, y mucho trabajo mediante, se ha convertido en un alfarero prestigioso. Natural de Llamas del Mouro (Cangas del Narcea), acaba de obtener el Premio Nacional de Artesanía en la categoría de Producto por su colección Piel de Mouro.

En esta colección está escrita toda su historia, la tradición centenaria que heredó de su familia, su búsqueda constante de técnicas y texturas y su empeño en mirar al futuro tanto de su propio trabajo como de la alfarería asturiana.

Aprendió el oficio de su padre. Recuerda desde siempre su relación con la materia, y cómo poco a poco fue formándose a lo largo de su niñez. Pero su trayectoria no fue lineal. Durante años hizo otras muchas cosas que no tenían nada que ver con la cerámica. Hasta que hace unos 11 años decidió volver a sus raíces.

Desarrolló un proyecto de talleres cerámicos y a partir de él empezó a trabajar con usuarios de todo tipo con el barro como herramienta de terapia, en residencias con personas mayores, con bebés con diversidad funcional etcétera.

Aquel proyecto fue creciendo y, llegado un momento, decidió trabajar en crear su propia colección de cerámica. Hace unos cinco años terminó su primera colección, en la que ya quedó reflejada su forma de trabajar. «Eran formas tradicionales de Llamas del Mouro con unas texturas nuevas», explica. Para él, siempre ha sido importante mantener ese vínculo con el pasado: «hay que tener un componente de tradición, de destreza que tú aprendiste de la gente que viene de atrás, y al mismo tiempo seguir evolucionando; es una búsqueda constante, y ese es el lenguaje en el que trato de expresarme».

El artesano cangués hace un arduo trabajo de investigación de texturas, de uso de herramientas, de nuevos diseños, y considera importante viajar y conocer a otras personas que trabajan la cerámica para aprender de todo lo que hacen los demás artesanos. La clave es, «teniendo en cuenta la tradición, aportar tu grano de arena».

A su juicio, el premio, el más prestigioso en la valoración de un trabajo de estas características -concedido por el Ministerio de Industria y Turismo a través del Fundesarte, el área de artesanía de la Fundación Escuela de Organización Industrial (EOI)- reconoce su capacidad de «enganchar con la tradición pero también dar pistas sobre una nueva cerámica contemporánea aquí en Asturias; ojalá sea un punto de inflexión para proyectos cerámicos nuevos».

Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía:
Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía:

El ceramista espera que el galardón sirva como punto de partida «para nuevas conexiones entre ceramistas, para nuevos proyectos, para investigar sobre cosas que se puedan materializar; la idea es enganchar el presente y que sirva de revulsivo en Asturias y pueda conectar a la gente».

Para Raúl Rodríguez, el futuro en Asturias está en poner en marcha «proyectos de cooperación, asociacionismo para investigar, y hacer eventos que tengan que ver con la búsqueda de una artesanía de calidad que nos represente; los artesanos somos patrimonio, somos cultura, somos parte del territorio, un agente cultural más».

Su trabajo contribuiría, por ejemplo, en la mejora de la calidad del turismo, lo que se alinea en buena medida con el modelo de turismo rural que pervive en el Occidente asturiano. «Me gusta que mi producto se presente con un valor añadido, que a mi taller venga gente realmente interesada».

Dos facetas

Actualmente, su trabajo tiene dos facetas bien diferenciadas. Por una parte, está su oficio, la cerámica, que requiere un aprendizaje sólido, mucho empeño, muchas horas de dedicación y una técnica muy depurada. «Se necesita tiempo, insistencia, paciencia; es un oficio que se merece un respeto».

Por otra parte, está el proyecto de arte Nómada, «que tiene como fin único y exclusivo que la gente toque el barro y se ensucie las manos, sin más pretensiones». La gente trabaja el barro y disfruta, y lo que hacen es siempre bueno, más allá de los resultados de la labor. El contacto con la materia -y más en una era, la digital, en la que la habilidad del uso de las manos parece estar en horas bajas- es terapéutico, es saludable y una fuente inagotable de bienestar. La gente, simplemente, disfruta con ello.

Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía:
Raúl Rodríguez Arias, premio nacional de artesanía:

Respecto a su oficio, Raúl Rodríguez trabaja siempre de forma minuciosa, sin precipitarse. «Respeto los tiempos del oficio y lo que cada pieza me demanda; trabajo duro pero lo que no hago es apurar, no produzco en masa», explica. .

Vende cada pieza, de forma individual, a Tado, una tienda-galería de Madrid. No hace piezas por acumulación ni trabaja en serie. «Son piezas únicas, concretas y de autor», asegura.

En cierta manera, se ha convertido en un guardián de la tradición: «Es una responsabilidad que me gusta porque la elegí yo; elegí esta vida, dedicar mi tiempo a trabajar en la cerámica y tratar de conseguir algo de valor». Ahora tiene un proyecto de una casa rehabilitada para hacer talleres «de calidad», enfocados para gente que tiene un cierto nivel de habilidad con la cerámica, en este caso de torno. También hará alguno para principiantes.

Lo que no dejará es su estudio «en el pueblo, en medio de la nada». Porque allí es donde se desatan en todo su esplendor su habilidad, su oficio y su creatividad. «Me gusta estar con la puerta cerrada y el teléfono apagado, sin que nadie me moleste, sin recibir a gente; porque hago piezas que tienen unos proceso y unos tamaños, y como te descuides, te rompen; tienes que estar sin distracciones. Yo cuando estoy creando no hago otra cosa que no sea estar concentrado en eso».

Para conseguir piezas como las que han merecido el premio nacional, ha tenido que desarrollar su oficio durante muchos años: el trabajo en el torno, cuyo manejo requiere años de aprendizaje, y también los procesos para las texturas que tienen una complejidad considerable.

Actualmente está trabajando en varios proyectos, centrado en la idea de continuar enseñando su trabajo fuera de España, y también «trabajando en formas nuevas, conjuntos de piezas nuevas y, sobre todo, buscando la colaboración de otras disciplinas como arquitectos o diseñadores de interiores».

Está muy contento con su consideración en Madrid, donde está «rodeado de gente responsable y muy respetuosa con la cerámica; el premio es un reconocimiento importante para mí, para mi familia y ojalá también para la artesanía asturiana».