El Occidente, bastión del turismo rural en Asturias, resiste a la caída en la ocupación que experimenta la mayoría de la región
ASTURIAS
«La gente de aquí tiene mucho más arraigo, y transmitimos la idea de que no se pierda esa esencia: nuestro valor son las personas que viven aquí», sostiene Ana Llano, de Fuentes del Narcea.
15 dic 2024 . Actualizado a las 05:00 h.El turismo en Asturias está en alza, y los datos oficiales lo corroboran. Según el Principado, este año se confirma la desestacionalización de las visitas a Asturias con cifras contundentes: en los seis primeros meses los visitantes aumentaron un 23,7% respecto a las cifras previas a la pandemia, y en el verano la cifra se incrementó un 2,1%. Sin embargo, no todo el turismo parece estar en alza. El turismo rural, que fue durante décadas seña de identidad de Asturias, pionera en muchos aspectos en su desarrollo, se estanca. Desde la pandemia ha caído en ocupación un 4%.
Estas cifras, con todo, no reflejan la situación de toda Asturias, porque hay una zona que resiste: el Occidente. Y además lo hace con el modelo originario del turismo rural, el que contribuye a fijar población y potencia la agroganadería y la riqueza cultural del entorno. Según la vicepresidenta de la Federación Asturiana de Turismo Rural (Fastur), Ana Llano, presidenta de la Asociación de Ecoturismo de España (AEE) y de la Asociación de Turismo Rural Fuentes del Narcea, en esta zona no hay tal caída, y una de las razones está en que han conseguido mantener el modelo con el que nació el turismo rural. «Son zonas en las que la gente tiene abierto su establecimiento todo el año, porque los propietarios viven en ese destino, y tampoco tenemos ningún punto en el año de masificación; quitando quince días en agosto en los que se llena todo, no está masificado», explica.
En otras zonas, en las que la estacionalidad es mucho mayor, ahora el turismo está muy repartido, y además del turismo rural hay viviendas vacacionales, que les hacen la competencia, y por las que mucha gente está optando. En el occidente ese modelo no está extendido, entre otras cosas porque hay mucha menos población y mucha menos vivienda. Lo importante, según Ana Llano, es que desde el Principado se están tomando medidas legislativas respecto a los alojamientos «para que juguemos todos en la misma liga; el resto está en manos del turista, que decide dónde y cómo se quiere alojar».
En el occidente sigue funcionando lo que se pretendió en su día con el turismo rural. «En unos casos, vives de ello, en otros no, pero es un buen apoyo, y te ayuda a vivir en la zona, contribuye a fijar población», sostiene Llano. La presidenta y propietaria de alojamientos rurales cree que «para alguien que venga de Madrid, Barcelona o Valencia puede ser lo mismo alojarse en una vivienda vacacional en el centro de Cangas del Narcea que en mi casa, que está a unos tres kilómetros; en dónde duerman no es importante, porque lo que quieren es visitar toda la zona; creo que hay mercado para todos».
En este sentido, es optimista, y cree que aunque el turismo rural haya tenido ese pequeño bajón «seguramente todo se ajustará y nivelará», pero en cualquier caso, es importante «estar pendientes y ojo avizor, y si hacemos las cosas bien el propio mercado decidirá hacia donde quiere ir».
La masificación en el centro y el oriente de Asturias es más que evidente. Y la proliferación de viviendas turísticas muy notable. No hay que olvidar que Llanes y Cangas de Onís ocupan los primeros puestos en Asturias en viviendas turísticas en proporción a vivienda construida. En estos territorios es más difícil adoptar los modelos tradicionales del turismo rural. Entre otras cosas, porque muchas personas tienen los establecimientos en propiedad pero viven en otra parte.
En el occidente, en cambio, la gente, en palabras de Ana Llano «tiene mucho más arraigo», y como ha habido una caída notable de la población, «no hay mucha gente para montar negocios, y los que los montamos no tenemos esa gran competencia». Además, está la presencia notable de la agricultura y ganadería, y el hecho de que los responsables de las asociaciones le dan un gran peso a la parte cultural, gastronómica y artesana, el mismo que a los alojamientos. «En la asociación, a la gente le transmitimos la idea de que no se pierda esta esencia; nuestro valor son las personas que viven aquí y que piensan que para que una zona esté viva la gente tiene que estar viviendo aquí; el turismo aporta su granito de arena para que la gente se quede».
En cierta medida, han convertido lo que a priori era una debilidad, el aislamiento, en una fortaleza: hace que estén más unidos y que hagan por conseguirlo todo en su propia tierra. «Tenemos de todo, la gente cuando llega aquí alucina con el ambiente que hay todos los fines de semana del año, con mucha vida en los negocios y los bares».
Uno de los modelos que más triunfa en esta zona durante el invierno, que hace que llegue gente de todas partes, sobre todo parejas, son las habitaciones con desayuno. Casi siempre, parejas sin niños, que pueden ir cualquier día de la semana porque han decidido darse unas vacaciones para una escapada. «Y no quieren hacer nada, quieren tenerlo todo hecho», asegura Llano. Un servicio tan sencillo como este, que el occidente ofrece por todas partes, es más raro en otras zonas.
El presidente de Fastur, Adriano Berdasco, fue uno de los pioneros del turismo rural y conoció el auge y la, en cierto modo, caída del sector en Asturias. Él operó durante años en Somiedo, y ha visto cómo en su municipio el turismo tiene un color muy distinto del que tenía en sus años buenos. Ahí, a su juicio, sí se está notando el cambio de paradigma. Bares cerrados, «que abren cuando les parece», cierres de negocios y sitios que no están habitados por sus dueños.
Muy lejos de los buenos tiempos que conoció. «Nosotros le dábamos muchísima vida, ahora lo veo muy apagado, y la gente va un poco a su bola», señala, consciente de que el occidente es realmente la excepción. Lo que nota en general es que hay mucha menos unión, «no hay una voz para sentarse en las mesas y en las reuniones», y además ha quedado anulada «la parte rural» en muchos sitios.
Lo que Berdasco empieza a echar cada vez más de menos es el modelo que defiende y sostiene Ana Llano: «les dabas de comer, los atendías, te sentabas con ellos a hablar; atendías y cuidabas a la gente que venía, porque después lo contaban a otra gente y venía todo el mundo gracias al boca oreja; ahora, se le da la llave y ya está; yo noto mucho el cambio, y personalmente me duele porque lo hice con mucho cariño».
«Asturias era la reina del turismo rural»
Además, Asturias era un referente en toda España. «Íbamos a congresos por toda España y Asturias era la reina del turismo rural; todos nos hablaban de lo bien que lo hacíamos, y ahora ya no va casi nadie de Asturias a estos encuentros, es una pena». La idea inicial del turismo rural hecho en Asturias era, a su juicio, «la mejor, porque era una forma de ayudar a la gente de los pueblos y era como recibir a amigos en tu casa, la gente se sentía muy bien». Ahora, sin embargo, el modelo está cambiando a formas más impersonales, en las que se proporciona el alojamiento y los visitantes están solos en él. Por suerte, no es algo que se da en toda Asturias. El occidente resiste, y quien quiera vivir una experiencia auténtica de turismo rural bien apegado a la tierra tiene en esta zona de Asturias un espacio ideal.