Dejarlo todo atrás por una nueva vida a 7.000 kilómetros: «Lo más duro es no estar cerca cuando alguien falta»

Nel Oliveira
Nel Oliveira PIEDRAS BLANCAS

ASTURIAS

Kirleidis González en su bar de Piedras Blancas
Kirleidis González en su bar de Piedras Blancas

La cubana Kirleidis González, dueña de un bar en Piedras Blancas, es una de tantas emigrantes en la región que sostienen a Asturias por encima del millón de habitantes

22 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Cuba, Venezuela y Colombia. Los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) ponen de manifiesto que si Asturias aún continúa por encima del millón de habitantes es gracias a la llegada de emigrantes de estos tres países. Cada vez son más los hispanoamericanos que optan por el Principado para emprender una nueva vida lejos de sus fronteras de nacimiento, con las dificultades que ello conlleva. Una de esas valientes es Kirleidis González, natural de Las Tunas, una ciudad cubana situada en la parte oriental de Cuba. Llegó a España en mayo de 2007 para trabajar en un bar en Oviñana y ahora, 17 años más tarde, regenta su propio bar —desde hace ya dos años— en Piedras Blancas: «Lo más duro de estar lejos de tu familia son las malas noticias, el no estar cuando alguien falta».

Kirleidis —aunque todo el mundo en el pueblo la conoce como «Kirs»— es la menor de tres hermanos. Fue gracias a su hermana mayor, que llegó a Asturias en 1998, por la que llegó a la comunidad. Comenzó a trabajar con ella en el bar de Oviñana hasta que finalmente, en octubre de 2009, optó por otro camino. Siempre dedicada a la hostelería encadenó varios trabajos esporádicos hasta que llegó a encargarse de la panadería El Couz de Pravia. Con la llegada de la pandemia y el bajo nivel de ventas se vio obligada a volver a cambiar el rumbo. Siempre apoyada por su actual pareja, Javier Menéndez, emprendió su nueva aventura en Piedras Blancas, donde montó un bar que «ya va cogiendo carrerilla».

Son cerca de 7.000 los kilómetros que la separan de su familia. Una decisión «muy difícil», explica, que tomó por darle una vida mejor a su hijo Bleyd Yunior Polanco. Cuando ella llegó a Asturias él tenía dos años, pero no fue hasta los cinco cuando «Kirs» pudo traerlo con ella a España. «Fueron tres años muy duros», recuerda. Ahora él tiene 19 y es uno de los motivos, junto a su pareja Javier, que la mantienen arraigada a la comunidad. «Mucha gente lleva por bandera el discurso de que los emigrantes venimos a España chupar del bote y escuchar eso duele mucho. Venimos a trabajar y a aportar como cualquier otro», clama ante los discursos de odio que cada vez penetran más en la sociedad española.

Kirleidis González en su bar de Piedras Blancas
Kirleidis González en su bar de Piedras Blancas

«Lo más duro de estar lejos de tu familia son las malas noticias, el no estar cuando alguien falta»

Los inicios no fueron fáciles. Sobre todo por la decisión de dejar a su familia atrás, en muchos otros casos forzada para «buscar una mejor vida». Kirleidis explica que tanto su familia como ella «estamos en contacto todo el rato por videollamada». «Es duro saber que tu familia está tan lejos y que, encima, no es tan fácil juntarse», lamenta. Y es que lleva sin ir a su país natal desde antes de la pandemia, sobre todo, por el alto coste que supone ir junto a su hijo: «Lo peor es cuando llega la noche y de repente te entra una llamada que te dice que un familiar ya no está. Eso ya nos ha pasado y es muy duro saber que no vas a poder estar ahí».

Asegura que durante su estancia en Asturias sí ha notado comportamientos racistas en algunos puntos claves, como en los horarios laborales o a la hora de pedir financiación para emprender su negocio. «Nadie te lo dice como tal, pero sí notas que estás haciendo más horas de las normales o que te pagan menos dinero por el mero hecho de ser de otro país. No sé cómo explicarlo, eso se nota en el día a día», cuenta la actual dueña del bar La Galerna. En el horizonte, uno de sus objetivos ahora pasa por lograr la nacionalidad española, tanto para él como para su hijo Bleyd. Sin embargo, tanto la burocracia como el alto coste de lograr algunos de los papeles que necesitan desde Cuba están ralentizando el proceso. Mientras tanto, «Kirs» seguirá luchando por sacar su negocio adelante. Siempre con un ojo puesto a 7.000 kilómetros de distancia.