Las plantas invasoras que más daño hacen en el Cantábrico

E. G. B. REDACCION

ASTURIAS

Plumeros de la Pampa entre los barrios de Poniente y Laviada, en Gijón, en la zona que antes ocupaban las vías ferroviarias
Plumeros de la Pampa entre los barrios de Poniente y Laviada, en Gijón, en la zona que antes ocupaban las vías ferroviarias

De las 175 especies detectadas, al menos 37 provocan impactos ambientales y/o socioeconómicos masivos

19 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde especies arbóreas como las mimosas (Acacia dealbata) y los eucaliptos (Eucalyptus globulus Labill.), que aparte de invasoras son «promotoras de incendios» , hasta el ya omnipresente plumero de la Pampa (Cortaderia selloana), sin duda la peor elección ornamental que se permitió en los márgenes de las carreteras de los años 90 en vista de su enorme capacidad de propagación y cuya erradicación es todo un desafío que en Asturias empezó a considerarse en 2018. Son solo tres de las especies invasoras de alta prioridad identificadas en la investigación liderada por la Universidad de Oviedo que ha detectado 175 especies de plantas invasoras en la región cantábrica que amenazan de una manera creciente la biodiversidad, el funcionamiento de los ecosistemas, la economía y la salud humana.

El estudio, publicado en la revista Neobiota bajo el título An ecoregion-based approach to evaluate invasive plant species pools, destaca cómo las plantas invasoras afectan negativamente a los ecosistemas al desplazar a las especies nativas, reducir la biodiversidad y alterar los hábitats, afectando también a la agricultura, aumentando el riesgo de incendios o causando pérdidas económicas.

La investigación evalúa los impactos ambientales en tres niveles: limitado/mínimo, moderado —causa disminuciones en las densidades poblacionales de especies nativas, pero ningún cambio en la estructura de las comunidades o en la composición abiótica o biótica de los ecosistemas— y masivo, al implicar el reemplazo y la extinción local de especies nativas, provocando cambios en la estructura de las comunidades y la composición abiótica o biótica de los ecosistemas. Los mismos niveles —limitado/mínimo, moderado y masivo— se tienen en cuenta a la hora de valorar también los impactos socioeconómicos, según su magnitud sobre la agricultura, la infraestructura, el paisaje y la salud humana.

Según esta investigación, de las 175 especies invasoras detectadas, casi la mitad (48%) apenas causa o directamente no causa impacto alguno en la flora y la fauna nativas, pero más de la mitad sí lo hace. Un 34% de las especies invasoras provocan un efecto ambiental moderado: merman las densidades poblacionales de las especies nativas, pero sin cambios en la estructura de las comunidades. Los investigadores calculan que «solo» el 18% de las especies invasoras detectadas causa impactos masivos en las nativas, a las que reemplazan y abocan a la extinción.

Algo parecido ocurre con los impactos socioeconómicos: la mayoría de las especies invasoras (66%) no causa apenas impactos económicos o sociales, en el 24% de los casos es moderado y en el 10% es masivo. Y, en concreto, son 37 las especies invasoras que provocan impactos ambientales y/o socioeconómicos masivos en toda la ecorregión.

Teniendo en cuenta los dos tipos de impacto, representan el 21% de las especies invasoras presentes en el Cantábrico y causan grandes impactos en la estructura de la comunidad, el funcionamiento del ecosistema, la agricultura, la infraestructura, el paisaje o la salud humana.

Bambú japonés en el Sella
Bambú japonés en el Sella COORDINADORA ECOLOGISTA

Los investigadores ponen como ejemplo el bambú japonés (Reynoutria japonica Houtt.) y la Tradescantia fluminensis Vell., que «forman rodales densos que reducen la penetración de la luz solar y alteran las propiedades del suelo, suprimiendo la regeneración del bosque nativo».

Otra planta invasora dañina son los arbustos de Baccharis halimifolia L. , que convierten la vegetación herbácea nativa de los pastizales costeros y las comunidades estuarinas en un paisaje de rodales leñosos monoespecíficos, transformando la estructura y función de los ecosistemas litorales. También las flotantes libres, como el jacinto de agua (Pontederia crassipes Mart.) y la lenteja de agua de Valdivia (Lemna valdiviana Phil.), «forman densas esteras flotantes que sombrean la vegetación sumergida, disminuyendo los niveles de oxígeno en la columna de agua y causando profundos impactos en cascada sobre los conjuntos de insectos y las poblaciones de peces».

Por su parte, de las mimosas y los eucaliptos se recuerdan que aumentan la incidencia, la intensidad y la velocidad de propagación de los incendios «al producir y acumular biomasa altamente inflamable». Del plumero de la Pampa, aparte de su enorme potencial como invasora del paisaje incluso urbano de ciudades como Oviedo y Gijón, se recuerda que junto a la Ambrosia artemisiifolia L. representa un peligro para la salud pública puesto que su polen «causa alergias graves y genera una segunda temporada de pico de alergas al florecer a finales del verano/otoño». Contener la expansión de la hierba de la Pampa, que parece prácticamente imposible viendo que está por todos los lados y que requiere que intervengan todas las administraciones aparte de las autonómicas, también supone un coste económico significativo.

Por ello, los investigadores subrayan la necesidad de abordar estrategias de manejo de manera conjunta entre las regiones cantábricas para mitigar al menos los impactos de las especies más dañinas como las que identifican de alta prioridad, que son aquellas que ya tienen un elevado nivel de invasión en toda la ecorregión, como las mimosas, el plumero de la Pampa, la uña de gato —Carpobrotus edulis (L.) NEBr.—, la Robinia pseudoacacia y la Tradescantia fluminensis.