El asturiano que perdió su negocio por la dana: «La inversión fue de 50.000 euros y poco podremos salvar»

Esther Rodríguez
Esther Rodríguez REDACCIÓN

ASTURIAS

Enseres cubiertos de barro en Paiporta
Enseres cubiertos de barro en Paiporta Manuel Bruque | EFE

Afincado en la localidad valenciana de Paiporta, Carlos Baizán recauda fondos para algún día poder volver a abrir las puertas de su centro de formación en torno a la defensa personal. Cuenta además cómo está la situación:  «Los vecinos no sabemos en cuánto tiempo va a volver a ser habitable el pueblo porque en verdad no tenemos absolutamente nada»

08 nov 2024 . Actualizado a las 05:00 h.

A su paso por el levante español, la dana más desoladora de las últimas décadas ha dejado cientos de muertos y decenas de desaparecidos. Son además incalculables los destrozos provocados por las lluvias torrenciales y las inundaciones que ha traído consigo la gota fría. De todos los municipios que han quedado prácticamente sepultados por el lodo, el peor parado, sin duda, ha sido Paiporta. Esta localidad al sur de Valencia representa la zona cero de la monumental catástrofe. En ella vive, desde el año 2011, el asturiano Carlos Baizán. Natural del concejo de Aller, a sus 44 años es testigo de cómo la situación sigue siendo, una semana después, dramática. «El pueblo está muy devastado», clama.

«Todavía hay muchísima gente desaparecida y lo que se percibe en el ambiente es un poco de desorganización. Los vecinos no sabemos en cuánto tiempo va a volver a ser habitable el pueblo porque en verdad no tenemos absolutamente nada. No hay supermercados, no hay farmacia, no hay hospital, no hay colegios… no hay servicios mínimos para hacer habitable el pueblo», confiesa vía telefónica, con desesperación.

Los estragos de la dana han hecho además que cientos de empresarios de Paiporta perdieran sus negocios, incluido el de este asturiano. La escuela que abrió, con un grupo de socios, el pasado mes de mayo para impartir sesiones de defensa personal a agentes de la autoridad y profesionales de la seguridad; además de preparar físicamente y enseñar krav magá a niños de más de cuatro años, ha quedado totalmente destrozada y echada a perder por el agua.

Estado en el que quedó la escuela después de que la dana azotase Valencia
Estado en el que quedó la escuela después de que la dana azotase Valencia

«El agua entró con lodo hasta más o menos unos 60 centímetros de altura y arrastró hacia afuera todo lo que teníamos. Rompió además todo el mobiliario y las paredes, reventó los vestuarios, destrozó el material, incluido el tatami…», dice antes de señalar que lo «único que se salvó» de la inundación fue la iluminación «de arriba» y el techo. En resumidas cuentas, toda la reforma que han hecho después de comprar el local ha sido engullida por el agua.

Las pérdidas se traducen ahora en miles y miles de euros. «La inversión fue de alrededor 50.000 euros y en verdad poco podremos salvar. Quizás podamos recuperar algo de material, lo que es de metal, pero vamos a tener que invertir en lacar, desoxidar y demás», lamenta este asturiano que cuenta además con otra escuela de formación en Valencia capital. Hasta que los responsables del seguro no acudan al local para hacer el correspondiente peritaje, Carlos y sus socios no pueden mover absolutamente «nada». «Eso cuanto más tiempo pase, pues en peores condiciones estará», advierte.

Por «fortuna» esta escuela no es la principal vía de ingresos de este asturiano. Carlos Baizán es Policía Nacional y a día de hoy está en activo. Pero eso no quita que le de «mucha pena» ver como uno de sus sueños ha quedado sepultado bajo el lodo. Y es que, para más inri, no hacía ni un mes que la asociación a la que pertenece y tras ponerse él mismo como avalista, había adquirido el local ahora arrasado en Paiporta.

«Al final es una inversión económica grande que encima está avalada personalmente por nosotros —por él y por su mujer—. Además, en nuestra opinión, estamos dando un servicio muy bueno a la comunidad. Nos demandan mucho que los críos y los adolescentes aprendan a defenderse. También estamos dando un servicio donde el gobierno no puede llegar y es que estamos preparando a las autoridades», asegura.

Como a día de hoy todavía estaban tramitando la compra del local —cabe recordar que la burocracia en nuestro país va muy lenta y por ende arreglar un papel puede llevar semanas—, a Carlos lo que «más miedo» le da es que la parte vendedora reciba el reembolso del seguro y «por lo que sea» les deje «en la estancada».

Está por tanto recaudando fondos para que en el caso de que se haga realidad su temor puedan tener suficiente dinero para poder volver a iniciar la actividad «con lo poco que tengamos». Anima por tanto a todo el que quiera, a hacer «en la medida de lo posible» una pequeña aportación para que así puedan tener los fondos suficientes para reabrir, en cuanto puedan, la escuela.

Cualquier persona interesada en hacer una donación para que este asturiano pueda recuperar su centro de formación y seguir así prestando un servicio a la sociedad valenciana puede hacerlo a través del siguiente número de cuenta: ES52 2045 6037 4130 0004 7126, cuyo titular es la Asociación Española de Seguridad Profesional. Para más información pueden ponerse en contacto en esta dirección de correo electrónico: combatkmspain@gmail.com

El día que comenzó la riada

Antes de que a los vecinos de Paiporta les llegase un mensaje al móvil avisándoles de que se quedasen en sus casas y no realizasen ningún tipo de desplazamiento por el municipio ni por el resto de la provincia, el agua ya había tomado las calles del pueblo. En el momento que comenzó la riada, la mujer de Carlos estaba tranquilamente impartiendo clases de ejercicio físico en la escuela del asturiano. No sabía la que estaba cayendo fuera hasta que de repente entró al local una mujer alertando de que el río se estaba desbordando.

Inmediatamente ella y sus alumnos dejaron todo lo que estaban haciendo, abandonaron el local, cerraron la persiana y salieron corriendo. «Algunos vecinos ya estaban acogiendo a gente en sus casas. Mi mujer, por suerte, consiguió llegar con nuestro hijo en brazos hasta el domicilio de unos amigos, cuando ya tenía el agua por la cintura», cuenta Carlos, quien en ese momento estaba dando clases en la academia que tienen en Valencia capital.

«Pasé esa noche en vela, preocupado, esperando a que se hiciese de día para poder cruzar caminando a donde estaban mi mujer y mi hijo», recuerda el asturiano que, en cierta manera, ya se imaginaba lo que se avecinaba. «Lógicamente yo sabía lo ocurrido, estaba informado y con la agonía de no poder hacer nada, básicamente», reconoce. A la mañana y tras andar unos «cinco kilómetros», Carlos ya pudo reencontrarse con su familia. El momento, como uno se puede imaginar, fue de lo más emotivo.

Restos de vehículos arrastrados por la corriente en el barranco del Poyo en Paiporta, en Valencia.
Restos de vehículos arrastrados por la corriente en el barranco del Poyo en Paiporta, en Valencia. Manuel Bruque | EFE

Para no correr ningún tipo de peligro, los tres se quedaron en casa de unos amigos hasta que al día siguiente pudieron desplazarse hasta su domicilio. A diferencia del resto de inmuebles, su vivienda, situada en la primera planta de un edificio, no sufrió ningún tipo de daño. «Sí que quedaron destruidos todos los enseres que teníamos guardados en el trastero que está en el garaje», lamenta. También la finca que rodea el inmueble fue pasto del lodo, por no volver a hablar de los serios destrozos que provocó el agua y el barro en el centro formativo de este asturiano.

El impacto psicológico de la dana

A pesar de haberse visto seriamente afectado por las inundaciones y vivir de primera mano esta catástrofe sin precedentes, Carlos no sufre por el momento ningún tipo de estrés postraumático ni nada por el estilo. Al contrario, mentalmente se encuentra «fuerte». «Sigo con ganas de seguir luchando y eso, creo, que es clave para la situación», confiesa . Su hijo, en cambio, sí que ha tenido «algunas pesadillas» desde el día que tuvo lugar la gran riada. «Se despertaba a mitad de la noche con miedo de que se volviese a inundar la casa», cuenta.

Aún así, considera que se trata de algo puntual, puesto que «son críos que están un poco vacunados sobre esto porque ya vivieron la pandemia del covid». «De momento están fuertes, pero lógicamente sin colegio y viendo un poco la situación pues es algo que le afecta», dice el asturiano, que desea que su pequeño pueda retomar cuanto antes la rutina y vuelva a tener contacto con los niños de su edad.

Voluntarios en Paiporta, el sábado
Voluntarios en Paiporta, el sábado Biel Alino | EFE

Entre tanto, Carlos sigue volcado en ayudar a sus vecinos. «Me he cogido unos días que tenía de asuntos propios para poder cooperar con el pueblo», dice. Hasta la fecha, han logrado ya, asegura, adecentar la plaza donde se encuentra su escuela, además de limpiar «toda la calle» donde él mismo vive. Se ha encargado además y personalmente de gestionar el reparto de alimentos, material de limpieza y el resto de donativos que le han hecho llegar unos amigos suyos.

«Con las manos nosotros podemos hacer muchas cosas pero demandamos más maquinaria especializada para que sigan despejando las calles y se pueda transitar. Todo lo necesario para poder volver a activar el pueblo y la actividad diaria», clama con la esperanza de que pase cuanto antes toda esta pesadilla.